Detrás de la fachada de playas paradisíacas y resorts de lujo, Cancún esconde una cruda realidad para sus habitantes. La ciudad, que recibe millones de turistas cada año, enfrenta serios problemas de desigualdad, inseguridad y falta de servicios básicos.
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La industria turística genera una gran riqueza, pero esta no se distribuye de manera equitativa. Los trabajadores locales, a menudo precarios y con salarios bajos, no pueden acceder a una vivienda digna, servicios de salud de calidad o educación. El alto costo de vida, especialmente en la zona hotelera, dificulta aún más la situación.
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La violencia y el crimen organizado han convertido a Cancún en una de las ciudades más peligrosas de México. Homicidios, secuestros, extorsiones y robos son pan de cada día, afectando principalmente a los barrios marginados. La impunidad y la corrupción por parte de las autoridades agravan el problema.
La infraestructura de la ciudad no ha logrado seguir el ritmo del crecimiento turístico. Hay zonas que carecen de agua potable, drenaje, pavimentación y alumbrado público. La recolección de basura es deficiente, lo que genera problemas de salud e higiene.
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AT