Campeche

Obligados a madurar, ante expulsión forzada

Asombro, temor y alegría es el efecto que causa en los menores de Laguna Larga, Guatemala, asentados en la frontera de México y su país, ver gente extraña a su comunidad.

Esta región se ubica a unos 10 kilómetros del ejido El Desengaño, perteneciente a Candelaria, donde en el primer año llegaban distintas organizaciones para brindar ayuda; sin embargo, poco a poco han dejado de llegar debido a la distancia, y es que al acercarse a un niño, éstos sienten temor por creer que se los van a llevar, incluso hasta porque les van a poner vacunas.

Lo cierto es que hay otros que se alegran y brindan una sonrisa que trasmite amor y a la vez una esperanza, ya que es lo único que estos pequeños quieren para tener una mejor calidad de vida.

La diferencia de un pequeño que vive en la ciudad y los que están en el campamento es que no tienen las mismas oportunidades, pues mientras en una ciudad hay oportunidades para los padres y que éstos den una mejor calidad de vida a los pequeños cuya única obligación sea estudiar, jugar y de vez en cuando ayudar con ciertas actividades en el hogar por inculcar valores, en el campamento de refugiados es parte de su vida diaria.

Niños como Emerson, Lydia, Wendy, Samuel y Floridalma, quien a sus seis años ya lava ropa en la laguna pues su mama está por aliviarse, ella y su hermano de siete años son quienes apoyan a hacer las actividades del hogar; sin embargo, eso no les impide sonreír y soñar con un mejor futuro.

Esperanza

Los pequeños son quienes entusiasmados han ayudado a sus padres a construir lo que hoy llaman su escuela y hogar, pues a diferencia de los adultos que tienen que luchar para conseguir para la comida y llevar víveres al hogar, ellos sólo se dedican a ser un apoyo en sus casas llenando agua en garrafones, botes, cántaros, lavando ropa, para después tener un rato para jugar con todos los demás niños de la comunidad, y es que en dos años ya hay 30 infantes más que han nacido en el campamento.

Los más pequeños, quienes incluso han sufrido accidentes ayudando a sus papás en actividades, ven a los extraños con temor, pues creen que son personas que llegan para hacerles algún daño tal y como sucedió en Laguna Larga, en donde casi a medianoche llegó el Ejército para desterrarlos de donde tenían su hogar, imagen que a pesar de que apenas tenían unos cuatro o cinco años, no se les ha olvidado.

En la zona urge todo tipo de ayuda, pues ya escasea la ropa, juguetes, alimentos, no hay agua limpia para que consuman y utilicen para su aseo personal, por ello lo único que los padres de estos niños piden es que el Gobierno mexicano presione al Presidente de Guatemala para que les dé retorno o los reubique en su país y no tengan que estar en un lugar en donde sólo la bendición de Dios es su fuerza.

(Texto y fotos: Ignacio Morales)