Campeche

CAMPECHE, Cam., 4 de agosto.- “Las lecturas de este domingo nos hablan sobre los bienes materiales y los bienes espirituales, ya que estos nos advierten acerca del peligro de la avaricia, la cual es un pecado y un vicio relacionado con el apego a los bienes materiales y con el deseo de tener mucho”, expresó el Obispo de Campeche, José Francisco González González.

En la Iglesia de la Purísima Concepción, declaró que en el Evangelio leído durante este domingo, una persona que escucha las parábolas de Cristo le propuso ser árbitro o juez entre él y su hermano, que disputaban el reparto de la herencia paterna.

Comentó que Jesús decide no participar en la disputa hereditaria, no juzga entre los dos hermanos y evita dar una respuesta, lo que permite a los lectores y oyentes obtener un criterio sobre la formación de la codicia, en la conciencia de las personas que notan esa actitud en las personas emparentadas.

“Hay quien piensa que buscar las cosas de arriba, como dice San Pablo en la segunda lectura, consiste en pasarse todo el día en la iglesia, encendiendo velas a todos los santos, rezando novenas y rosarios y arrodillado delante del Santísimo. Todo eso es bueno, pero no viene a ser más que el entrenamiento”, aseguró.

El líder católico en la homilía del mediodía asentó que es como con los deportistas, se entrenan para ganar la carrera y, por lo tanto, los creyentes tienen que entrenar también para ganar el Reino de Dios.

Aseveró que el Evangelio lo deja muy claro, se pueden acumular todas las riquezas que se puedan imaginar, pero todo será inútil porque lo único que vale la pena es ser rico ante Dios.

“Todo lo demás es vanidad de vanidades, como dice la primera lectura, que tenemos que buscar las cosas de arriba y ser ricos ante Dios, y lo demás no interesa. Por eso hemos escuchado decir, cuando te mueras no te llevarás nada”, destacó.

Francisco González manifestó que la experiencia de San Ignacio de Loyola, cuya celebración se encuentra cercana, señalaba que cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero cuando ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco.

“En cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí no solamente sentía consuelo, sino que incluso después se sentía contento y alegre. Aunque también puede ser la experiencia de cada uno de nosotros”, puntualizó.

(POR ESTO! / Campeche)