Campeche

Se extiende la narco-cultura en el país

Valle de Yohaltún (Especial / Por: José Valencia).- Es evidente el impacto de la narco-cultura entre pobladores de comunidades rurales del municipio de Champotón, con la recepción de series de televisión, libros y revistas y los narco-corridos, todos enfocados a contar la vida y obra de los principales líderes de los carteles de la droga.

Toda esta cultura del narco que se señala impone de una manera implícita un estilo de vestir, que gusta y se convierte en una sub moda, adoptada por las nuevas generaciones que, probablemente, vean en los delincuentes del narcotráfico un símbolo, una idea o una forma de ser.

Y es que una camisa de la marca no registrada “Chapo Guzmán 701” se llega a ofertar hasta en mil 400 pesos; pantalones de mezclilla llegan a costar entre mil 800 y 2 mil 400 pesos, además de encendedores, fundas y diversos accesorios que usaba el poderoso ex líder del Cartel de Sinaloa, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, que entre los ganaderos de la región se ha vuelto una forma de vestir, una narco-moda que influye en los habitantes o una forma de vivir y de pensar.

Es común que quienes viven en las comunidades rurales escuchen a todo volumen los narcorridos: “El jefe de jefes”, “Contrabando y traición”, “La reina del sur”, “La bala”, “Chapo Guzmán”, entre muchos más que se escuchan en la región.

Y es que los ex líderes de la droga, algunos presos, otros en libertad, buscan registrar sus nombres como marcas registradas ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), pero estas peticiones han sido rechazadas a la hija del “Chapo” Guzmán y su esposa Emma Coronel.

También Rafael Caro Quintero, cofundador del Cartel de Guadalajara; Ernesto “Don Neto” Fonseca; Miguel Angel “El Padrino” Félix Gallardo, cofundador del Cartel de Guadalajara, mejor conocido como “El Jefe de Jefes”; y Pablo Escobar, ex líder del Cartel de Medellín, cuyos familiares promueven la vida del capo y realizan documentales sobre su vida.

Sin embargo, uno de los pocos capos que logró registrar su apodo como marca registrada fue Ernesto Fonseca Carrillo, quien utilizó su apodo “Don Neto” para registrar una marca de bebidas alcohólicas.

Es más que un juego

Para muchos adolescentes y jóvenes, ser narcotraficante o sicario de un grupo criminal no es más que un juego, pues son ellos quienes alimentan la base operativa de los grupos delictivos del país, “son la mano de obra del narco”.

Además del desempleo, la pobreza y la deserción escolar, hay otro factor que empuja a los jóvenes a involucrarse en el contrabando de drogas, pues en muchas zonas del país, el narcotráfico se ha instalado como una forma de vida y ya es parte de la cultura o subcultura.

Es prácticamente el camino natural que sigue la mayoría de los jóvenes que viven en estas regiones y, por ello, la probabilidad de que alguien ingrese a las filas del narco o de los grupos de sicarios; es mucho mayor cuando se tiene una mayor afinidad cultural con quienes reclutan.

De esta forma, la narco-cultura ha penetrado entre muchos adolescentes al grado de que hay una aspiración a pertenecer a los carteles por el hecho de obtener un auto de lujo, armas, dinero y droga. El narcotráfico se ha enraizado tanto que es visto por la población como una forma de vida, sin cuestionar la ilegalidad de su carácter y la violencia vinculada a éste.

Lealtad en organizaciones criminales

En opinión de algunos investigadores consultados para la realización de este trabajo de investigación periodístico, donde permea la narco-cultura son los lugares donde el Estado no tiene una presencia, en los que se ha vivido un abandono social.

Y es a partir del honor que se constituye una parte muy importante del sistema del Crimen Organizado. Se señala que la valentía, la lealtad familiar y de grupo, la protección y la venganza son valores que constituyen ese marco, que se premian y es la forma de escalar hasta obtener grados dentro de las organizaciones de la Delincuencia Organizada, que no son de forma piramidal, al contrario son rectangulares; es decir, en la ausencia del líder del cartel, cualquiera sube a ser el nuevo líder de la organización criminal.

Por lo que la deslealtad o traición a los líderes o el intento de abandonar la organización, se castiga mediante la violencia física, incluso la muerte y en la gran mayoría de los casos son ejecutados y torturados quienes incurren en la traición a sus células o carteles de la droga.

Y es que, entre los nuevos miembros, el comportamiento caracterizado es por un gran “anhelo de poder”, en una búsqueda casi compulsiva de placer y el prestigio social, y de igual manera una visión fatalista del mundo o una “desvalorización de la vida”. Los involucrados en el narcotráfico buscan vivir rápidamente porque no hay un horizonte a largo plazo, ya que los pueden matar en cualquier momento; de ahí los excesos o lujos en automóviles, mansiones, aviones y mujeres.