Campeche

'La manigua', la terrible tragedia que opacó al paraíso tropical de Ciudad del Carmen

Ante del "pangazo" existió otra tragedia en Ciudad del Carmen, una que cobró 17 víctimas en la que fue la peor tragedia marítima
Lo que sucedió después forma parte del anecdotario de tristezas y desventuras de Ciudad del Carmen, cuando a unos cuantos kilómetros del muelle de La Puntilla / Por Esto!

Hay ocasiones en que las tragedias se construyen a sí mismas, y una de ellas tuvo lugar el 10 de noviembre de 1934, cuando la Isla de Carmen florecía como un paraíso tropical, con playas, cocoteros, alegría y ese licor caliente que deja el mar en el cuerpo cuando caen los atardeceres.

Un paraíso que se cobró esa tarde de otoño 17 víctimas en la que fue la peor tragedia marítima en la historia carmelita, antes del “pangazo” de 1980.

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Todo comenzó el día 4 de noviembre de 1934, cuando invitados por un hombre de negocios de la Isla, el famoso matador de toros Luis Freg, conocido como “Don Valor”, el novillero Ignacio González “Armillita IV” y el banderillero Alberto Pérez “Juanillo”, aceptaron presentarse en el ruedo de la plaza “La Beneficencia” para una exhibición de tauromaquia, la cual sería inolvidable. Y vaya que lo sería.

Basta decir que “Don Valor” traía credenciales de elevado nivel como diestro. Era por sí mismo un figurón del toreo que estaba en el retiro, pero realizaba faenas de exhibición por arenas de España y Latinoamérica. Una de estas invitaciones fue para asistir a Carmen; aunque el incentivo, más que económico, fue el convencimiento que sobre él ejercieron “Armillita IV” y “Juanillo”.

Los vecinos de Carmen, que apenas contaba con unos nueve mil habitantes en esa época, se sintieron atraídos por la presencia de los toreros y abarrotaron la plaza, sitio donde hoy se encuentra la escuela primaria “Juan B. Caldera”.

Sobra relatar que la función sobrepasó las expectativas y el público se rindió a los exponentes, lo que llevó a que los organizadores convencieran a los lidiadores de quedarse para ofrecer otra función el domingo 11 de noviembre; quienes, incentivados por los pobladores de la Isla, más los placeres que ofrecía, aceptaron.

El resto de la semana, del 4 al 10 de noviembre, consistió en convites y agasajos para los invitados; tertulias y charlas en las casas de las más insignes familias carmelitas.

De esta forma, llegó el día en que el destino echaría su última carta. El sábado 10 de noviembre, empleados de la Aduana Marítima aprovecharon que tendrían descanso y organizaron una fiesta al mediodía en la finca cocotera “La Manigua”, donde celebrarían a los visitantes.

Por tal motivo se consiguieron los servicios de las barcazas “El Hiram” y “La Marina” para llevar y traer a los asistentes al banquete, aunque algunos pobladores decidieron unirse a la reunión cruzando a nado el estrecho entre La Puntilla y La Manigua, lo que aumentó el número de personas en la fiesta.

Antes de que dieran las 5 de la tarde, la verbena llegó a su fin; para evitar que la noche cayera durante la travesía de vuelta.

Fallece ahogado, un gran nadador

Lo que sucedió después forma parte del anecdotario de tristezas y desventuras de Ciudad del Carmen, cuando a unos cuantos kilómetros del muelle de La Puntilla, el motor de una de las barcazas dejó de funcionar e hizo indispensable que la otra la remolcara.

Aquí dio comienzo el desastre, combinado con cierta imprudencia de los paseantes, las olas del estero, que poco a poco fueron embraveciendo, y un viento turbulento que quería guerra.

Según relatos de la época, los embates del mar, más la concentración de decenas de personas en un punto determinado de ambas embarcaciones, llevaron a que primero una de ellas se ladeara y luego se llevara consigo a la otra.

Luego vino el horror, la desesperación y actos de heroísmo que no se olvidarán, sobre todo por parte de Luis Freg, quien era un experto nadador.

Eran casi las 7 de la noche y la oscuridad se enseñoreaba en las costas carmelitas; testigos que se encontraban en el litoral iniciaron una movilización para acudir en auxilio de los náufragos.

Pobladores con automóvil, enterados de lo ocurrido, se presentaron para iluminar con los faros de los coches el mar y guiar a los infortunados a la playa.

No se veía nada, sólo se escuchaban gritos de angustia. “Don Valor” logró salvar a varias personas y ponerlas a salvo, pero finalmente sucumbió cuando se disponía a rescatar a una mujer. Familiares del torero dicen que Luis Freg, presa del cansancio, cuando se disponía a acarrearla, se ahogó con ella.

Drama en el paraíso

El drama tuvo un corolario irónico: los barcos habían zozobrado a menos de 30 metros de la costa; gran parte de las víctimas murieron por desorientación y miedo; las profundas aguas de La Puntilla las devoraron.

Otras más se perdieron rápidamente en el turbulento mar por no saber nadar.

La ciudad quedó conmocionada; habían perdido la vida 17 personas, entre ellas los tres matadores, junto con parientes de ilustres familias isleñas; todos se fueron para siempre tragados por el mar.

Se invirtieron varios días en recuperar los cuerpos, algunos de ellos aparecieron flotando con un bamboleo lúgubre en los remansos de la Laguna de Términos; tres jamás fueron recuperados.

El cadáver de Luis Freg fue hallado tres días más tarde, semidevorado por cangrejos y aves. “Don Valor”, quien en seis ocasiones había remontado los Santos Óleos, acabó muerto por las embestidas del furioso mar carmelita.

La Manigua, famosa por sus cálidas playas y sus afrodisiacos mariscos, también tiene una página especial en el anecdotario carmelita, aunque triste y dolorosa.

“Don Valor”, el matador

Fue un valeroso matador de toros, originario de la Ciudad de México, que nació el 21 de junio de 1988, y triunfó tanto en México como en España, recibió en su carrera taurina 118 cornadas.

Su sangre corrió en demasía por los ruedos ya que era muy arriesgado, así que se pasaba más tiempo en la enfermería y en el quirófano que partiendo plaza vestido de luces.

Luis Freg fue el hijo mayor de una familia numerosa de la que se sentía responsable.

Fue apodado como “Don Valor”  por su entrega y profesionalismo. Compraba mes a mes la revista española denominada Sol y Sombra, donde Freg vio muchas fotografías que le ilustraron sobre la forma de ejecutar la suerte de matar a volapié. Y así aprendió.

Admirado en España

Luis Freg fue idolatrado en España, donde se le tributaron honores de estoqueador.

Pero tal había sido y no otra su escuela de gran estoqueador como lo fue aquella revista llena de fotografías. Lo demás, él lo ponía, sobre todo el ¡gran valor! El destacado hombre debutó en El Toreo a los 22, en 1910, pero su mala suerte empezó desde el principio, ya que las acciones revolucionarias interrumpieron pronto las corridas. Luis Freg se fue a España. Allá, en su primera temporada tomó la alternativa hasta tres veces consecutivas.

Esto, porque los empresarios, vieron que era un desconocido, y por ello le aconsejaban decir que no era matador de toros para que acudiera público a las plazas a ver su alternativa.

Reconocimiento

Tenía 110 cicatrices y ver su cuerpo resultaba espeluznante, en seis ocasiones le administraron los Santos Sacramentos. Fue el primer torero azteca que cortó un rabo en España, ocurrió la tarde del 26 de noviembre de 1914 en la Plaza de Algeciras. Por su inmenso valor le pusieron el apelativo de “Don Valor Freg”.

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JG