Profra. Effy Luz Vázquez López
El aroma está en el aire,
en los árboles y el viento,
en lo triste de las nubes
y las lágrimas del cielo.
Se está sintiendo el ambiente
entre ruidos y silencios,
de esta época del año
que presagia la visita
de nuestros amados muertos,
aquellos, que por designio
de Madre Naturaleza,
hace poco, o hace mucho,
de nuestro lado se fueron
a las regiones ignotas
que todos transitaremos.
Las tradiciones sagradas
de nuestros mayas ancestros,
nos dicen que se oyen voces
repetidas por el eco
de las sólidas paredes
de sus venerables templos.
Son voces de sus mayores
que les hablan de lo eterno,
de lo sagrado, lo ignoto
de su raza y sus secretos.
A nosotros los mortales
nos llega ese gran festejo
que es una fiesta del alma,
donde es doble el sentimiento,
pues conjuga la tristeza
de saber que en esta vida,
a los que ya fallecieron
no volveremos a verlos,
con la alegría placentera
de que en estos días del año
sentimos ya su presencia,
lo grato de su recuerdo
y, según la tradición,
estarán a nuestro lado
con nosotros compartiendo
¡el rico Hanal Pixán, la Comida de los Muertos!