Cultura

Ser docente

Sandra Chan Ordóñez

La cuestión: ¿qué significa ser docente? Latapí Sarre menciona que la docencia es “una profesión esencialmente intelectual, avocada a indagar la naturaleza del conocimiento y a su difusión y apropiación”. De esta manera, ser docente significa estar en disposición de aprender de manera constante, de cuestionar los hechos, dar una lectura crítica al contexto que le rodea y ser capaz de promover esta curiosidad y actitud crítica en otros. Ser docente es una tarea nada fácil que implica una preparación continua, tanto disciplinar como pedagógica (o andragógica, según sea el caso) y didáctica.

Además del aspecto intelectual, la docencia es una labor esencialmente humana, ¿por qué? Porque ser docente significa tener conciencia de que el tiempo ya no nos pertenece, porque antes de la siguiente clase es necesario revisar trabajos, planear sesiones, preparar materiales, asistir a cursos de formación o actualización, poner la nota para el padre de familia o el tutor, porque uno o más estudiantes necesitan apoyo y no podemos dejarlos solos.

Ser docente significa involucrarse de manera activa, porque tal vez se han detectado necesidades por atender con los padres de familia y la comunidad, pero necesitamos de otros para apoyarles y producir un cambio. Ser docente significa preocuparse por conocer a los estudiantes, identificar diversas fuentes que provean la información necesaria para traducir las estrategias en actividades de aprendizaje interesantes e integradoras que favorezcan el desarrollo de aprendizajes.

Entonces, la docencia no puede reducirse al tiempo en el salón de clases porque, independientemente del nivel educativo, existe un trabajo de planeación, preparación y evaluación que debe desarrollarse antes y después de cada sesión. Es por este motivo que Paulo Freire menciona que enseñar exige reflexión crítica sobre la práctica, competencia profesional, generosidad, compromiso y una toma de decisiones consciente, entre otras características.

La reflexión crítica sobre la práctica se percibe como un elemento indispensable en el que se basa el desarrollo docente, ya que sin este cuestionamiento difícilmente pudieran darse mejoras en el actuar. Al respecto, Freire enfatiza lo crítico “el movimiento dinámico, dialéctico, entre el hacer y el pensar sobre el hacer”. De esta forma, de la misma experiencia docente puede surgir la respuesta a cómo mejorar la propia práctica de acuerdo con el estilo personal de docencia. Esto va en concordancia con lo señalado al inicio, la docencia de manera natural implica un aprendizaje constante.

La competencia profesional, la generosidad y el compromiso deben ir concatenados, ya que la primera refiere a un dominio de los aspectos disciplinares y de los procesos de enseñanza; la segunda, tiene relación con poder compartir esos conocimientos en un ambiente de respeto que permita al aprendiz sentirse con la seguridad de expresarse; y el último, indica la coherencia entre la estructura de conocimientos declarados y lo que de manera fehaciente se evidencia en el proceso de enseñanza y aprendizaje. En este sentido, Freire afirma que “la enseñanza implica un testimonio ético del profesor”, dicho testimonio debe ser un ejemplo vivo de congruencia entre el saber y el hacer.

En cuanto a la toma de decisiones consciente, Freire menciona que la educación tiene “la cualidad de ser política”. Aquí política es entendida como “la direccionalidad de la educación” como aquello que hace posible el desarrollo, el avance de los temas educativos a favor de la humanidad, por ello el docente debe fijar una postura ante el contexto y momento histórico en el cual se sitúa, siempre en la búsqueda del bien para los aprendices, para la comunidad. Con ello, ser docente significa asumir la responsabilidad de procurar el propio aprendizaje para poder construir saberes de manera colectiva con respeto hacia la autonomía.

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