Por Pilar Faller Menéndez
No hay un cretino que no haya soñado serun gran hombre, ni un burro que, al contemplarseen el arroyo junto al que pasaba, no se mirara conplacer, encontrándose aires de caballo.Gustave Flaubert
Actualmente, y tal vez siempre, nuestra moral ha estado llena de matices y de visiones que van variando según la familia. Hay quienes crecen a sus hijos inculcándoles que la herramienta principal que tienen para salir adelante en la vida son los estudios y la preparación que se les brinda, o quienes utilizan la universidad como un medio para relacionarse o estar en un ambiente social de Elite, ya que muchos de sus condiscípulos tienen padres que poseen empresas, donde hay una silla esperándolos para ser “jefes”.
El espectro es cada vez más extenso, al igual que las opciones que brinda. Hay metas que persisten con el paso de los años, a pesar de ser poco éticas y que no garantizan la felicidad ni son eternas. Todavía hay madres que están más preocupadas por la superflua vida social de sus hijos, que la formación académica que están desaprovechando.
Hay padres que mantienen en su conciencia los valores que deben transmitir e inculcar en su familia, para que sus hijos sean hombres y mujeres de bien el día de mañana, sin importar lo que la gente diga. Mantienen a toda costa un sentido de pertenencia y bienestar en el seno familiar y fomentan el trabajo como una actividad noble y que enaltece.
El mundo no es de caramelo como dice la canción. Y sí, todo ha cambiado. La moral se ha vuelto tan laxa que prácticamente hoy se permite todo. Hay mujeres que dicen que no nacieron para trabajar, sino para ser “consentidas” y no les importa ser amantes de un hombre casado, el objetivo es vivir como princesas, y buscan a un hombre con los medios para poder darles ese estilo de vida que desean. ¿No es la mujer en este caso la que está utilizando al hombre? ¿Realmente la mujer es el sexo débil o el sexo hábil?
No es tan importante ya guardar las apariencias de las muchas ambiciones que se tienen en todos los ámbitos, y poco importa sobre quién haya que poner el pie para alcanzar un peldaño más, tampoco importa tanto guardar las apariencias como antes, porque ya todo se acepta, y sí, ¿quiénes somos para tirarle a alguien una piedra y señalarlos cuando ya prácticamente es el juego que muchos jugamos?
En un mundo tan diverso en alternativas, somos nosotros quienes decidimos lo que queremos ser, lo que nos gustaría que fueran nuestros hijos, podemos elegir de quiénes nos queremos rodear, quiénes son aquellos que nos aportan cosas positivas, a quiénes queremos dentro de nuestra vida, y a quién apartados. “El qué dirán” tiene una respuesta: ¿Qué dirá quién? ¿Quién es ese quién?
Con la información que hoy en día tienen las mujeres que han tenido la oportunidad de aprender a leer, que saben y conocen sus derechos, no podríamos decir que son tratadas como un objeto sexual, a menos de que ellas lo permitan, por resultarles así conveniente. El mundo y el concepto de la moral están cambiando, es solamente cuestión de elegir quiénes queremos ser, que probablemente resulte lo que debemos ser.