Cultura

Fernando Muñoz Castillo

Creo que muchos, sino todos, han oído en alguna ocasión esta canción de Leonardo Favio: Ding dong, estas cosas del amor, el popular cantautor argentino, cuya vida es rica como artista, lo que la hace que esté llena de anécdotas y vivencias que la mayoría ignora.

Su verdadero nombre era Fuad Jorge Jury (1938-2012), y fue cantautor, director, actor, productor y guionista de cine argentino.

Nace en una zona de pobreza y crece con un padre que lo abandona totalmente. La mayor parte de su niñez transcurre en un internado. Por realizar pequeños robos es condenado a la correccional de menores.

Después viaja a Buenos Aires, donde realiza algunos filmes y es cuando se anima a cantar en público, resultando un éxito en América y España. Con el éxito económico puede financiar su ópera prima: Crónica de un niño solo (1964). En esta película se retrata algo que él conocía bien, el maltrato en las correccionales de menores.

Esta cinta fue considerada en 2000 por el Museo de Cine Argentino, uno de los 100 mejores filmes del cine sonoro de este país.

Perteneciente a la izquierda católica y fiel admirador de Juan Domingo Perón. Esto quedó patentizado al realizar un documental sobre ese presidente argentino con una duración de cinco horas y fracción: Perón, sinfonía del sentimiento (1999).

Fue él quien lanzó al excelente actor Federico Luppi como estelar en la cinta: Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas cosas más… (1966).

Leonardo Favio salió al exilio en 1976, cuando los militares tomaron el poder en Argentina.

La semana pasada Netflix adicionó a sus nuevas películas La noche de 12 años (2018), dirigida por Alvaro Brechner. Una producción de Uruguay, España, Argentina y Francia, que narra la severa tortura y prisión que sufrieron específicamente tres personajes de los tupamaros durante doce años, entre 1973 y 1985.

La cinta me trajo recuerdos del autor de Fuiste mía un verano, por el simple hecho de recordarme esos años, cuando me enteré de que una de las acciones más trascendentales de Leonardo Favio, era el apoyo económico que brindaba incondicionalmente a los Tupamaros.

Así mismo, la cinta me recordó una anécdota que me contó el Dr. Fausto Trejo, cuando el avión que los llevaba exilados a Santiago de Chile, aterrizó en Uruguay, sin ninguna explicación, y fueron bajados de él, para ser conducidos a una de las cárceles de ese país.

No recuerdo en este momento el nombre que se le da al fenómeno de como una imagen o una palabra, desencadena en la memoria, una serie de recuerdos concatenados unos con otros por un solo hecho.

Esto es lo que me sucedió al ver La noche de 12 años.