Cultura

El meteorito somos nosotros

Manuel Tejada Loría

Notas al margen

Son tiempos violentos para la creatividad. Existe hoy una censura por sistema que se disfraza de “buenas formas” y “deberes”, que permea, para mala fortuna, hacia todas direcciones. A la relativa calma de violencia delincuencial en que vivimos (en efecto somos un estado que se mantiene seguro y blindado) se impone la violencia de la rumorología aplicada en hogares, oficinas, centros de trabajo, trasporte público, plazas comerciales, calles, parques de la ciudad y todo aquel sitio donde confluimos con los otros.

Rumorología aplicada en el marco de un discurso apocalíptico que las mejores mentes de esta generación compran sin chistar. Decía el poeta Luigi Amara, en sus redes sociales: “esperamos casi con ilusión el meteorito, pero el meteorito somos nosotros”. Ninguna radiografía social nos describe mejor que el chistorete lanzado por el literato mexicano.

La desbordada “opinología” de las redes sociales desnuda nuestro sentido democrático y exhibe una realidad alarmante: somos lo que consumimos, y la única mediación es la que el mercado dicta para los diversos ámbitos de nuestra vida privada y pública. ¿Qué peor violencia puede existir que aquella que impone una manera de pensar y sentir? Las instancias que deberían contrarrestar esta ignominia (Cultura, Desarrollo social), por el contrario, con su simulación a gran escala como su desconocimiento, la consolidan.

Y por eso decía: son tiempos violentos para la creatividad.

El ego personal y colectivo se impone como una mezquina impronta del siglo 21, al menos de estas primeras dos décadas. Todo es un Yo antes que Nosotros. O mejor dicho, un cúmulo de “yoes” fingiendo colectividades. En el fondo todo es un servilismo utilitarista. La horizontalidad como paradigma muere al instante en que el deseo del elogio y el aplauso fácil establece códigos moraloides de verticalidad jerárquica. “Porque lo digo yo”, y punto. Es como en las redes sociales, donde la comunicación se extingue en la unidireccionalidad del “¿Qué estás pensando?”. ¿De ahí vendrá tanta fragmentación?

Entonces, nada importa, se podrá emprender la causa social más noble, alfabetizar, mediar, salvar, liberar, pero el ego todo lo pervierte y contamina, lo llena de ESPUMA. Es visible una generación de emprendedores asfixiados por su ego. Atentos al discurso apocalíptico (quizá como este mismo que sin querer esbozo), encuentran en el ensalzamiento personal, la panacea al dolor y a la incertidumbre, generando violencia, pues toda determinación respecto a otro es violenta per se.

He visto las mejores mentes de mi generación consumidas por la espuma del ego, escribiría Ginsberg, de haber presenciado este siglo yoísta. Y quizá también por la complacencia.

La creatividad, sin duda, se encuentra en jaque, así como la misma imaginación. La violencia en forma de caricia, de buenos días, de instrucción, de solicitud de consejo, de “buenas intenciones”, de hasta aquí hoy. Te sonrío con la misma sonrisa de la burla, te estrecho la mano con la misma del punzón. Y con todo y esa bifurcación, nos da miedo que un nuevo meteorito se estampe nuevamente contra nosotros.

Cuando nosotros mismos somos nuestra próxima extinción.