Cultura

León Portilla y un libro que nos enseñó a sentir

Pedro de la Hoz

Varias generaciones de cubanos, durante las últimas tres décadas del siglo pasado hasta nuestros días, hemos tenido entre nuestras imprescindibles referencias culturales un libro que nos enseñó no sólo a pensar de otra manera la historia, sino también a sentirla más cercana, más propia.

Visión de los vencidos fue publicado, con prólogo del poeta salvadoreño Roque Dalton, por la Casa de las Américas en 1969, diez años después de su edición príncipe. En los inicios de los años 70 comenzó a figurar en el mapa curricular de las carreras humanísticas y pedagógicas y antes de finalizar el siglo entró a formar parte de los planes de estudios preuniversitarios.

A la visión de los vencedores –los conquistadores– en su campaña por hacerse de las riquezas y la memoria de los pueblos del antiguo México, se oponía la visión de los derrotados, la emergencia de las voces negadas, la resistencia como valor recuperado. Hay que leer a Bernal Díaz del Castillo, Francisco López de Gómara o el mismísimo Hernán Cortés, pero se les lee diferente cuando se han transitado por las páginas de los que sufrieron el despojo en carne propia.

La educación cubana –pública, gratuita y de acceso para todos– demostraba ser consecuente con el precepto de José Martí acerca de que a las mujeres y hombres de nuestras tierras les resultaba más útil y necesario autoconocernos: “La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra”.

La difusión de la obra encajaba con una perspectiva revolucionaria de entender la historia y la identidad continental –nuestroamericana, diríamos con Martí–, consecuente con la lucha contra la colonización cultural que sobrevivió a los procesos independentistas, y agravada por la imposición hegemónica que siguió a la penetración de los capitales norteamericanos en las economías de los países de la región.

Modesto en su grandeza –nunca se las dio de haber sido autor, pues vindicó para sí únicamente la venia del investigador y el oficio del compilador–, el artífice de la monumental obra, Miguel León Portilla falleció el primer día de octubre a los 93 años de edad. Se veía como un trabajador intelectual, cuya tarea había consistido en rescatar y estudiar textos, obra de indígenas, expresión de gran belleza y honda sabiduría, y que a la vez ha luchado por lograr que los descendientes de esos pueblos vean reivindicados sus derechos, en particular los que implican su autonomía.

Natural de la capital mexicana, cursó estudios en Guadalajara, Jalisco, y Los Angeles, California. En esta última ciudad obtuvo el título de Master of Arts, y luego se doctoró en Filosofía en la UNAM, bajo la guía del doctor Angel María Garibay, con la tesis titulada La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes. Además de Visión de los vencidos publicó otros títulos importantes como Los antiguos mexicanos, Literaturas indígenas de México, y Tonantzin Guadalupe. Pensamiento náhuatl y mensaje cristiano en el Nican Mopohua.

Fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM desde 1957, director del Instituto de Investigaciones Históricas, miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM, e Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Históricas. En Cuba fue honrado con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana en 2006 y mereció ser distinguido como Miembro Correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua.

De aquella visita quedaron grabados para siempre los testimonios de fervor que en cada uno de sus actos desbordó la personalidad de León Portilla, quien llegó a calificar la historia de nuestros pueblos como patrimonio compartido.

En el Aula Magna de la Universidad habanera arrancó aplausos cuando afirmó: “Nada podrá alterar el fraterno acercamiento de comprensión y relación cultural que muchos mexicanos mantenemos con Cuba y su pueblo. En más de una ocasión, cuando los Estados Unidos han recrudecido su bloqueo y amenazas, muchos nos hemos pronunciado públicamente en rechazo abierto a cualquier intento de intervención. México las ha padecido varias veces y se opone radicalmente a ellas”.

De León Portilla habrá que seguir aprendiendo. De su lucidez para encarar los problemas más acuciantes de nuestro tiempo, como cuando, ya nonagenario, expuso: “En muchos campos y aspectos la globalización es inevitable, por ejemplo, la de logros tecnológicos en todas sus formas, aunque puedan en ocasiones lesionar a grupos determinados. No es lo mismo globalización que occidentalización. Sin embargo, como ha sido en Europa y en países de cultura europea como Estados Unidos, donde se han producido las principales grandes transformaciones tecnológicas y culturales, puede decirse que en muchos casos sí hay equivalencia. El problema es que la globalización puede afectar e incluso destruir valores culturales de otros pueblos. Los homogeniza, pero no suele dirigirse a alcanzar una situación de igualdad sino a conquistas económicas. Soy de los que creen que podemos aprender mucho de los pueblos originarios de América, Africa y Asia”.