Cultura

Mágica batuta de Bartosz Zurakowski hace temblar el Peón Contreras

Ariel Avilés Marín

No se habían extinguido las últimas y vibrantes aclamaciones al joven director venezolano Rodolfo Barráez, cuando una nueva batuta cargada de magia hizo cimbrar hasta los cimientos al centenario coliseo de la cultura en Yucatán, el teatro Peón Contreras. La batuta de Bartosz Zurakowski es vibrante, expresiva, con un poder de transmisión de emociones de esos que no se venden en botica de la esquina, y no solo la batuta, el hombre todo es un gran transmisor de emociones. Su cuerpo todo es como una fuente arrasadora que sabe inundar la sala de emociones vibrantes. Gesticula, agita los brazos, salta en su tarima, hasta, en un momento, la batuta sale volando de su mano por la emoción de la obra musical ejecutada y, como consecuencia lógica, el respetable se le entrega sin reservas y lo aclama sonora, larga, vibrantemente. Su figura desparrama elegancia, vistió impecable frac.

El programa del domingo 10 de noviembre ha pasado a la historia de nuestra orquesta como uno de los más cargados de emociones en sus lustros de historia, que ya superaron los tres. Rompiendo protocolos, el programa abrió con una sinfonía, y fue nada menos que la Octava Sinfonía de Beethoven, que, como su sobrenombre lo indica, “La Dionisíaca”, está plagada de una alegría desbordada en forma de danzas que llenan el alma de quien la escucha de una alegría desenfrenada; mientras la séptima arrebata emociones, de esas íntimas y delicadas, sobre todo su segundo movimiento, la octava es una verdadera apoteosis de la danza, y como rinde culto a Dionisio, deidad griega del vino, esta es de una alegría sin frenos. Miguel Galván, nuestro excelente fagot principal, tuvo una jornada de intenso trabajo, pues cada uno de los cuatro movimientos de la sinfonía contempla una importante responsabilidad del fagot, tanto como solista, así como eje de los diálogos entre otros instrumentos como la flauta, el clarinete, el oboe y el corno; puede decirse que Beethoven escribió está obra pensando en el fagot.

La Sinfonía No. 8, Op. 93, está compuesta de cuatro movimientos, Allegro vivace e con brío, Allegretto scherzando, Tempo di Menuetto y Allegro vivace. El primer movimiento lo inician las cuerdas y en seguida entra con fuerza el tutti, canta el fagot y entra la flauta; el tema inicial de este movimiento se va repitiendo a lo largo de todo él, alternadamente, va cantando el fagot y se le unen la flauta, el oboe, el clarinete, alternativamente, el último diálogo, entre el fagot y la flauta, da paso al tutti, que nos lleva a un suave final. El segundo movimiento lo inician las maderas y entran las cuerdas en stacatto y se aborda alegre tema; las cuerdas cantan con alegría y el fagot de entrada a flauta y clarinete, el tema se repite y es todo danza muy marcada con delicados remates en cada frase. Los chelos cantan graves y el fagot da entrada a la flauta y arranca un rápido pasaje que nos lleva al alegre final del movimiento. El tercer movimiento ya es de suyo una danza, pues es un minuette, es muy marcado y alegre, lo inicia el tutti y entran las cuerdas y les responde el tutti, canta el fagot y el tutti responde con el marcado compás de los timbales, de nuevo canta el fagot y responde el tutti, la trompeta levanta la voz y el tutti le responde, cantan los cornos y les responde el clarinete y se enfrascan en un rico diálogo, entran las cuerdas y dialogan con el clarinete y dan paso a los cornos que cantan el tema del minuette, entra el tutti con mucha alegría y canta el fagot de nuevo y luego la trompeta y el tutti nos lleva al suave final del movimiento. El cuarto movimiento lo inician las cuerdas con alegría y entra el tutti con fuerza y se desarrolla alegre tema, dialogan flauta y oboe y las cuerdas desarrollan nuevo tema, entra el tutti con fuerza y al sonar el timbal, se retoma el tema inicial y se vuelve a desarrollar y luego con variaciones y se aborda otro tema muy marcado, siempre con alma de danza, dialogan cuerdas y maderas y entra el tutti y la alegre danza se desarrolla con alegría, redoblan los timbales y se retoma el tema inicial; el fagot va dando entrada a oboe y flauta alternativamente y se retoma el tema rítmico y marcado y va subiendo con mucha fuerza, cantan los chelos y entra el tutti al compás de los timbales, y la fuerza va subiendo y subiendo para tremendo y sonoro final del movimiento y la obra. Tremenda y sonora ovación de pie y fuertes gritos de bravo.

Después del breve intermedio, se reanuda el programa con las danzas del ballet “Le Cid”, de Jules Massenet, que son varias y muy alegres, como lo fue todo el programa. Siete danzas componen esta suite: Castellana, Andaluza, Aragonesa, Alborada, Catalana, Madrileña Y Navarra. La suite toda está plagada de un espíritu español, como en el caso de Bizet, Massenet viste su alma francesa con el moruno encanto de las españolerías provincianas. Cada una de las siete danzas tiene un espíritu propio y con algún rasgo que marca el origen de su ciudad o provincia. La más conocida de las siete, y la más popular, es sin duda la Aragonesa, que es una maravillosa alegría que gira de principio a fin. Al final de la Navarra, se aborda una especie de breve popurrí que pone partes de cada una, pero se centra en la alegre y giratoria Aragonesa que nos lleva al embriagante final de la suite. Tremenda nueva ovación, con gritos de bravo, premia a director y orquesta.

Cierra programa el Capricho Italiano, del romántico y apasionado ruso Piotr Ilich Chaikovski. Este es un poema sinfónico rebosante de alegría, es muy descriptivo, y en él Piotr nos pinta la campiña y las bellas cordilleras de la península itálica. Se inicia con una fanfarria de las trompetas que responden el corno, el oboe y los trombones con brillo y entran las cuerdas suavemente y responden los metales con fuerza; los cornos marcan la entrada de las cuerdas y dialogan, los trombones y la tuba ponen fuerte acento; cantan oboe y flauta y la alegría va subiendo y suenan los platillos, la trompeta eleva la voz y la cuerdas cantan suavemente, hay un hermoso diálogo entre el fagot y el corno inglés suave y grave, los chelos cantan grave pasaje y oboe y flauta dialogan de nuevo con el concido y popular tema de la obra que la trompeta repite con brillo y con los sonoros acentos del triángulo, de nuevo trompeta y triángulo con el tema y el tutti aborda el tema con fuerza y alegría y se desarrolla, suenan los platillos y marcan un cambio y se aborda alegre y rápido tema con el ritmo marcado de los timbales, las cuerdas retoman el tema inicial grave y sentido y la flauta marca nuevo cambio, canta la trompeta y las cuerdas la siguen con fuerza y alegría, se vapasando del tema inicial al conocido y alegre tema central y la fuerza y la alegría se desatan irrefrenables para irse desbordando sin freno posible y la música va subiendo y subiendo y subiendo para convertirse en un estallido alegre, tremendo, sonoro, apoteósico que lleva a la larguísima nota final. El repleto teatro se levanta como un solo hombre en sonora ovación y elevado grito general de ¡BRAVO! Que se prolonga largamente y obliga al director a salir repetidas veces al escenario, y la ovación no cesa. Se da un hecho histórico, sin precedentes en nuestra tierra. Hay un ancore, pero un ancore orquestal y es una obra completa, se trata de La Gran Polonesa de Stanislaw Moniuszko, obra vibrante de profundo espíritu nacionalista polaco, que Zurakowski dedica con gran cariño al público meridano. Nueva, larga y sonora ovación remata este histórico y emotivo concierto.

¡La música, la música! ¡No hay alimento más grande para el alma!