Cultura

Pedro de la Hoz

Las jornadas de conciertos de Habana Clásica 2019 trajeron más de una sorpresa. Una de ellas fue la posibilidad de escuchar música de compositores que pasaron por la capital cubana en siglos anteriores –sólo uno de ellos, Esteban Salas, nació ahí– y de incorporarlos a la memoria de nuestros días.

De tal modo que por primera vez, los cubanos de hoy entraron en contacto con Joaquín Ugarte, músico español que en la segunda mitad del siglo XVIII se desempeñó como maestro de capilla de la Parroquia Mayor de la ciudad –no había aún la Catedral– antes de radicarse en Puebla de los Ángeles.

En los albores de la colonización, la diócesis radicaba en Tlaxcala y fue en 1535 cuando el obispo Fray Julián Garcés decidió cambiar la sede a Puebla. Hubo que esperar hasta 1640, en que el obispo Juan de Palafox y Mendoza llegó a la ciudad, y encontró que los trabajos de construcción estaban detenidos, por lo que decidió dar el impulso definitivo a los trabajos que habían avanzado lentamente, tanto que ni siquiera los muros estaban terminados. Palafox consagró la Catedral de Puebla el 18 de abril de 1649.

La música creada por los maestros de capilla durante el siglo XVII puso a Puebla al nivel de otras ciudades de la metrópoli colonial. No sólo la Catedral fungía como ámbito para la oración, sino como polo irradiador de las músicas vinculadas a la liturgia.

El musicólogo Aurelio Tello califica la producción de esa centuria en Puebla como avanzada, “con piezas donde están planteadas las características tonales y rítmicas de la música popular que actualmente se interpreta en América Latina”, por lo que “lo único que falta saber es en qué momento estas composiciones salieron de los templos”.

Entre los maestros más destacados se cuentan Pedro Bermúdez, Gaspar Fernández, Juan Gutiérrez de Padilla, Juan García de Céspedes, Antonio de Salazar y Miguel Matheo de Dallo y Lana, quienes entre 1613 y 1695 cultivaron, produjeron y difundieron un valioso acervo musical catedralicio y popular como fue el caso de los villancicos. Por demás, a Puebla arribaban partituras procedentes de la Catedral de Toledo. El presupuesto anual llegó a ser de 14,500 pesos en oro, mientras que el de la Catedral de México nunca rebasó los 6,000.

Cimentada la tradición, durante el siglo XVIII continuó siendo Puebla una plaza importante para la música, tanto la de uso litúrgico como la profana.

Las partituras de Joaquín Ugarte fueron rastreadas en esa urbe mexicana por la doctora Míriam Escudero, directora del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. Por cierto, la investigadora española Eva Bravo García ubica a Ugarte en La Habana el 14 de junio de 1768, a partir de una carta a su esposa Juana, una gaditana que lo ha visto viajar hacia el Nuevo Mundo y ansiaba tener noticias suyas. A ella escribe ese día: “…ya se hacían a la vela cuando te mandé otra (carta) por un mozo de Casa Ustáriz, en que te participaba cómo el señor Obispo se había dignado el darme el magisterio de capilla de esta ciudad. Su renta son mil doscientos pesos al año, y hay años que pasa bien… El gasto que he tenido ha sido grandísimo en poner casa decente, como la tengo, y requiere para dicho empleo”.

Escudero transcribió las partituras interpretadas en la Basílica Menor de San Francisco, como parte del festival Habana Clásica 2019: un responsorio para los Maitines de Nuestra Señora de la Concepción y otro para la festividad del Corpus Christi. ¿Habrán sido escritos en Puebla, o los llevaba en su equipaje desde La Habana el maestro Ugarte?

La velada se completó con el Ecce Panis, de Esteban Salas, a seis voces, lo cual da una idea de la visión polifónica considerado, por su condición de criollo, como el pionero de la música académica en la isla; el villancico Al par de ti dichosa, de Juan París, quien sucedió a Salas en la Catedral de Santiago de Cuba; y el Kyrie Eleison, de Cayetano Pagueras, un catalán sin suerte que nunca llegó a cumplir con sus aspiración de ser nombrado maestro de capilla en La Habana ni tampoco en Puebla.

En un cuadernillo gris traspapelado en el expediente de su aspirantura al puesto de Puebla, Escudero halló la partitura, un ejercicio de composición que escuchó ahora en calidad de estreno absoluto. “Pagueras –dijo la acuciosa musicóloga– no fue valorada por sus contemporáneos. Pero su amplio y diverso catálogo –88 obras–, descrito en el inventario del archivo de la Catedral de La Habana (1872), contribuye a reafirmar su categoría de músico mayor”.

Por fortuna para Ugarte y París, Salas y Pagueras, y el público de nuestros días, un grupo de jóvenes agrupados en el Ensemble Cantabile, liderado por Yulnara Vega y Roger Quintana, y asistido oportunamente por el maestro organista Moisés Santiesteban, reviven con conocimiento de causa y solvencia artística esas músicas que nos pertenecen.