Cultura

Conrado Roche Reyes

II y últimaContinuamos.

Al leer un buen pasaje no me duermo, no concilio el sueño. ¿Sueñas despierta?

Todo depende de lo que esté leyendo. Recuerdo que la primera novela que leí me impresionó tanto y me mostró que el amor podía ser violento y pasional; recuerdo que devoré la novela y quedé como en estado de shock, y tenía 10 años. Leí “Cumbres borrascosas”, de Emily Bronte. Hace poco leí Peter Pan, soy fanática de esa historia y conforme pasan los años me gusta más. Ahora que tuve la oportunidad de leerla, sucedió lo mismo, entro en un mundo fantástico y a la vez real… “Todos los niños crecen menos uno: Peter Pan…”. Hay un estado que ciertas lecturas dejan y es parecido a cuando uno despierta después de un sueño profundo, un espacio de arena movediza, donde cinco minutos pueden ser una hora o al revés, donde cada palabra es imagen, textura, sabor y hay la certeza de que se está viviendo dos tiempos a la vez. Estos momentos yo los disfruto mucho, tardo en regresar, creo que de ahí se nutre lo que escribo.

¿Soñadora?

(Asiente con la cabeza)

¿Percibes la penumbra de la mediocridad moderna?

La verdad, tu pregunta me pone en un aprieto. Ha de ser que yo estoy en la sombra o la noche total de la mediocridad, ya que no me siento capaz de contestar.

Si lo eres, te estas sesgando. Pregúntale a tus maestros talleristas.

¿Qué tengo que preguntar a ellos? ¡Yo soy yo!

¡Feminista! (le digo en broma). ¿Cuál es tu fibra más sensible?

Mis hijas Nelly y Cristina, mi orgullo.

¿Eres ingenua?

Basta ya de cuestionario de “Vanidades”

Analiza bien la pregunta. No tiene nada de superficial. Te voy a responder yo: no tienes un pelo de ingenuidad. Hay un trasfondo. Lo debes saber mejor que tu entrevistador. Aunque tu respuesta es políticamente correcta. Hablando de Vanidades, veo mucho de ello en la presentación de un libro.

Es que tú te metes con ellos.

¿No conoces los antecedentes?

No creí que existiera tanta maldad.

Pues créelo. No tengo por qué inventar cosas…los de nuestra generación, a mi parecer, no transmiten, excepto Carolina, Calero, tú y otros. ¿Es culpa de los talleres impositivos?

Primero, esa afirmación me parece muy aventurada. Quienes pueden decir algo al respecto son los lectores, críticos (si hubiera) o estudiosos de la literatura yucateca. Creo que hay que tener mucho cuidado con esos comentarios a la ligera. Admiro mucho el trabajo de Carolina Luna (q.e.p.d.), Manuel Calero y muchos más, pero eso no me da autoridad para hablar de su obra en los términos que planteas. Segundo, ¿quién soy yo para dar una opinión así, a la ligera, en tan poco espacio? Hay que tener respeto a la literatura o vamos a caer en lo que ahora sucede (me está dando la razón, digo yo entre mí), actores que son conductores, escritores que son analistas políticos, políticos que son actores. Todos quieren ser otros, lo que no son... Me parece que el estudio serio sobre la literatura yucateca o realizada en Yucatán está por hacerse.

Sigues evitando el embroque de las ideas. Tienes toda la autoridad para opinar. Te mencioné a aquéllos al azar, a mí me transmiten. ¡Era sí, o no, así de simple! ¿Te parece que hablo a la ligera? Te pregunté a ti, no a los lectores ni a los críticos.

¿Cuál es la mejor Mérida?

Para mí, la mejor Mérida es la que yo traigo, la que llevo en la cabeza. La que conocí cuando recorría la ciudad de doce a dos de la tarde en el camión del Colegio Ana María Medina todos los días, de norte a sur, de oriente a poniente, viendo a través de ventanas y puertas abiertas cómo vivían las familias. Mi Mérida es con la miopía y astigmatismo que hacía que viera a Batman y Robin en el monumento a Salvador Alvarado en Cordemex, o a las momias en lo alto en el edificio de Trevi sobre la 50, cuando en realidad eran chimeneas. La mejor Mérida es la mía, la de los recuerdos y la de todos los días, de tamboreros en la Plaza Grande, del mercado grande, de las plazas, sus ruidos y sonidos, la mejor Mérida es la que uno hace con la nostalgia y lo cotidiano…

No obstante tus sesgos, tu alma, al menos algo de ella afloró en nuestra charla tipo “Hola”. Gracias, Celia, por tu tiempo y retacharme varios “cambios de velocidad” al right field. Al “rincón del diablo”, hablando en términos beisbolísticos