Era previsible que el estreno de una película de ficción sobre la red de agentes cubanos capturados y condenados a largas penas de prisión en Estados Unidos generaría evaluaciones contradictorias, y debates enconados, de acuerdo a la posición y el lugar de quienes ejercieran el criterio.
Desde que se estrenó en Venecia 2019, incluso antes, desde que se filtraron detalles del proceso de rodaje, Red Avispa levantó un avispero. A lo que más llegaron las autoridades judiciales estadounidenses fue a sindicar a los cinco cubanos definitivamente juzgados como agentes extranjeros no registrados. Nada pudo probar que Gerardo Hernández Nordelo, René González, Antonio Guerrero, Fernando González y Ramón Labañino hicieron peligrar la seguridad nacional de los Estados Unidos. Estaban sembrados en la Florida para monitorear la actividad de los grupos de cubanos, léase la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), el Consejo por la Libertad de Cuba (CLC), Hermanos al Rescate, Movimiento Democracia, Alpha-66 y otras muchas de conocida trayectoria delictiva, que organizaban en los años 90 atentados contra instalaciones turísticas en la isla y sabotajes contra la economía nacional.
El 12 de septiembre de 1998 los cinco fueron arrestados y conducidos al cuartel general del FBI en Miami. En realidad fueron diez los apresados; otros cinco pactaron con la fiscalía a cambio de culpar a sus compañeros. Los capos de terrorismo batieron palmas. Para estos se hacía menester orquestar un sonado escarmiento. Cambiaron la sede del juicio, confinaron a los cinco en celdas infrahumanas, presionaron a los jurados, implantaron una inconmovible matriz de opinión acerca de la catadura inmoral de los apresados, difundieron mentiras y lograron condenas.
Sorbe uno de los encartados, el peor de los infundios: conspiración para asesinar, al atribuirle la responsabilidad de haber facilitado los datos para el derribo de avionetas de Hermanos al Rescate por cazas cubanos. El incidente fue en aguas cubanas, flagrante violación de la soberanía. El punto de la acusación era que aconteció en aguas internacionales. El gobierno de EE. UU. se negó a revelar una sola prueba de esto.
El sistema judicial de EE. UU. hizo lo suyo; tras el dictado de las penas, los jóvenes prisioneros fueron confinados a cárceles de máxima seguridad en diversos estados, donde se ganaron el respeto mayoritario de la población penal y consiguieron de manera tímida pero suficiente mantener el contacto con el resto del mundo.
La intensa y sostenida campaña a escala planetaria por su liberación, y el pragmatismo de Barack Obama en su segundo mandato orientado a tender puentes con el gobierno de Raúl Castro, más los buenos oficios de autoridades eclesiásticas de alto nivel, condujeron al 17 de diciembre de 2014, día de San Lázaro o Babalú Ayé, ese día desembarcaron en La Habana Gerardo, sobre quien pesaban dos cadenas perpetuas; Antonio y Ramón con una sanción de por vida. Fernando cumplió 17 años y 9 meses de su condena de 19 años en febrero de ese año. Fue deportado a Cuba. René cumplía 15 años cuando en 2001 entró al régimen de libertad supervisada. Una jueza de la Florida dos años después autorizó que permaneciera en Cuba siempre que renunciara a la ciudadanía estadounidense.
Me he permitido refrescar estos datos porque la polémica central de Red Avispa pasa por una percepción bipolar en extremo: ¿son héroes o espías, criminales o defensores de su patria?
Lo que pasa con el cine no pasa con otras expresiones. El guión se basa en la narración testimonial Los últimos soldados de la guerra fría (2011), del escritor y periodista brasileño Fernando Morais. El libro fue un éxito editorial en Brasil y Cuba, pero no es lo mismo el alcance de la letra impresa que el de la pantalla. Morais tuvo acceso a fuentes de los servicios secretos de Cuba y EE. UU. y confrontó fuentes con meridiana escrupulosidad. En Cuba no se había hablado claro de los cinco que transaron con la fiscalía y se mantenía, como hasta hoy, un manto de silencio sobre el número once, Juan Pablo Roque, agente cubano y piloto de Hermanos al Rescate que regresó a la isla en un avión robado el día antes del derribo de las avionetas. Para no pocos cubanos Roque –actor brasileño Wagner Moura– fue, con la película, un descubrimiento, al igual que su matrimonio con la despechada Ana Margarita Martínez (Ana de Armas sólo ha debido ser fiel a sí misma), quien todavía sangra por la herida.
En Estados Unidos hubo piquetes frente a la sala de Nueva York donde se proyectó. ¿Protagonistas? Cubano-americanos, afines a Marco Rubio y compañía. En Miami, el pasado 6 de septiembre una turba rompió carteles publicitarios de la película frente al restorán Versalles. Las televisoras hispanas, Univisión y Telemundo, cargaron misiles con la obra, al dar voz a “indignados” íconos del exilio. Molestos por la forma en la que la película intenta mostrar una imagen positiva del “régimen” y a los grupos anticastristas los tilda de “terroristas y narcos”. Una vociferante periodista de Radio Mambí dijo que la cinta es una “total infamia”.
En Cuba los dos pases del filme, en el 41 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, transcurrieron a sala llena y hubo público que reclamó verla de pie. No faltaron reproches; unos porque querían que a cada uno delos cinco se les diera una equilibrada participación en la trama; otros, a que en unos cuantos aspectos se pierde la sorpresa.
No debe olvidarse que el director Olivier Assayas tenía que hacer un producto vendible y no un tratado político. Que el sistema de estrellas funciona y la presencia en el elenco de la española Penélope Cruz (Olga, esposa de René), el venezolano Edgar Ramírez (René), y el mexicano Gael García Bernal (Gerardo, jefe de la red) atrae audiencias, más cuando actúan con solvencia.
Red Avispa es un thriller. Un thriller político. No es la película sobre los cinco; su importancia radica en colocar el tema del terrorismo incubado en territorio estadounidense como una realidad inocultable. Fidel Castro y Bill Clinton aparecen. En los círculos anticubanos de EE. UU. duele que el líder cubano exponga claramente el derecho de saber qué hacen los enemigos en suelo estadounidense para atentar contra el pueblo cubano.