Cultura

José María Velasco, prodigioso pintor mexicano internacional del siglo XIX

Pilar Faller Menéndez

El pintor mexicano José María Velasco y Gómez Obregón fue considerado, durante el siglo XIX, como el máximo exponente del paisajismo (el nació en 1840 y murió en 1912), cuando los demás pintores mexicanos de la época, encontraban su inspiración en tópicos religiosos, costumbristas y mitológicos.

José María pintó la geografía mexicana y en los últimos años de su vida, le dio un acento romántico y el símbolo de la identidad nacional. Sus virtudes artísticas provienen de las monumentales visiones del valle de México, el cual plasmó en sus lienzos de un modo naturalista y, a la vez, poético sobresaltando la belleza de los paisajes del Altiplano. Se distinguió por ser un excepcional dibujante que tenía un trazo preciso y un refinado colorido.

Fue maestro de grandes muralistas, como José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, quienes en sus primeros años vieron en su obra un espejo de inspiración, pero más tarde rompieron con su estilo, para adoptar vehementemente una pintura que estuviera completamente al servicio de la Revolución.

La formación pictórica de Velasco comenzó en las escuelas del Cuadrante de Santa Catarina y Lancastenia de Salto de Agua, pasando por el Colegio de San Miguel y gracias a una beca, tuvo la oportunidad de ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Carlos, donde tuvo maestros como Santiago Rebull, Plegrín Clavé, Manuel Carpio y el que más lo llegaría a influenciar, el italiano Eugenio Landesio, quien pudo transmitirle el romanticismo ingenuo que le era propio.

Sin embargo, coincidiendo con las biografías de muchos artistas, cuyas familias no ven en el arte un futuro, la suya lo encamina a estudiar botánica, basada en la ciencia, lo que le inspira a publicar una obra titulada “La flora en el valle de México”, en 1868, así como su ingreso a la Sociedad Mexicana de Historia Natural.

A los dieciocho años, contaba con magnífico historial académico, y fue nombrado profesor de Perspectiva en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y cuatro años más tarde, obtuvo la plaza en la misma escuela de profesor de paisaje. Las enseñanzas de Landesio le hicieron tomar la decisión de independizarse de su familia, por lo que trabajó en 1880 como dibujante en el Museo Nacional y dos años más tarde, probó fortuna con la novedosa fotografía primigenia.

Su familia tenía importantes contactos políticos, por lo que se vio comprometido a aceptar en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en 1910, el cargo de inspector de Dibujo y Escultura, con una responsabilidad impecable.

A grandes rasgos, esa fue su biografía, sobre su obra, es justo mencionar que José María Velasco llegó a ser uno de los artistas mexicanos más laureados de su época: recibió la Medalla de Oro de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes en dos ocasiones, la medalla en la Exposición Internacional de Filadelfia en 1876, el primer premio de la Academia Nacional de México en 1878, en 1889 la medalla de la Exposición Universal de Paris, en Madrid la Medalla de Oro del Centenario de Colón en 1897, así como la medalla de la Exposición de Bellas Artes, en Puebla, en 1900.

Valle de México (1911)

La obra de Velasco puede dividirse en tres etapas, en las que la primera lleva un signo academista de 1860 a 1889, en la cual pintó los lienzos –por nombrar algunos– La Plaza de San Jacinto en San Ángel, Las montañas de la Magdalena, El Ahuehuete de Chapultepec y el Bosque de Jalapa.

Destaca en esta etapa La Alameda de México, obra costumbrista en la que plasma a personajes de todas las clases sociales, pero la obra que opaca a las anteriores es El valle de México, la cual es la primera de una serie sobre el mismo tema que consolidaron su prestigio, en donde muestra en primer plano un escenario rocoso, con un horizonte que sorprende por su perspectiva, y donde se puede apreciar la Ciudad de México, y más atrás los volcanes.

En su segundo período, de 1890 a 1892, Velasco experimentó lo que los impresionistas realizaban en Francia, y en su obra puede apreciarse la influencia que tuvieron las teorías y realizaciones francesas que pueden apreciarse en Valle de México desde el cerro de Atraehualco y Ajusco visto desde el Tepeyac.

Su último período, el más personal, fue de 1892 a 1912, al que pertenecen sus pinturas Rocas del cerro de Atzacoalco, Pirámide del Sol en Teotihuacan, Templo de San Bernardo, Cascada de Nevaxca y El puente de Metlac, la cual fue adquirida por Porfirio Díaz, así como los cuadros dedicados a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.