Cultura

Una fiesta de Navidad

Ivi May DzibFicciones de un escribidor

I

Año con año las cosas se ponen igual, el mero 24 de diciembre había que ver dónde pasarla, no es que fuera una obligación, hubo años que me los pasé en mi habitación, frente a una computadora, leyendo y redactando con una botella de whisky en la mano, ya que mi familia no es de celebraciones. Para ellos el 24 era un día como cualquier otro y la rutina no variaba, no habían dado ni las 11 de la noche y ya estaban todos dormidos, así que a esa hora salía de mi casa y mis padres nunca se llegaban a enterar de mis andanzas, ya que siempre regresaba a dormir, un par de ocasiones lo hice como a las 7 de la mañana, pero afortunadamente en esas ocasiones mis padres todavía no habían despertado.

Tengo 25 años y puede decirse que mi futuro no se ve muy prometedor, estoy desempleado, sin hijos, lo que es muy bueno, ya que si no el estrés me rompería por partida doble. Este año no hay mucho que celebrar, digamos que pasó bastante lento, la medida del tiempo siempre será lo ocupado que estemos para poder generar algo, ya sea dinero o un trabajo que te haga sentir vivo; yo hace tiempo que no generaba nada, no desde “el incidente”, de eso no quiero hablar, no sé hasta cuándo estaré preparado para hacerlo, lo importante es que todavía sigo aquí, aunque no con muchas ganas.

Salí de casa y decidí caminar un poco, no se me antojaba ir a un centro comercial, mucho menos al centro de la ciudad, ya que estaría atascado de gente debido a que todos hacían sus compras de última hora. Este es el peor día del año, cuando todos andan estresados debido a la buena impresión que quieren dar a la hora de la cena, tratando de conseguir los mejores regalos con el poco dinero que les queda y con el remordimiento de no saber cómo pagar las deudas que terminan por generar con tal de pasar “una noche de paz” con su familia. El frío me pega de frente y provoca que los nervios calen más hondo en mi corazón, un corazón que cada día se va perdiendo en la nostalgia de no saberse ya completo. Sé perfectamente que este sentimiento se irá, pero días como hoy hacen que parezca que se quedará para siempre y caminar con este peso me hace ver el paisaje más oscuro de lo que se está poniendo, ya que está por caer la noche.

La idea es intentar mantenerme sereno sin tomar ninguna cerveza y es que sacando las cuentas sólo me alcanza para comprar una botella de ron o de vodka, pero si contamos los refrescos, sería más caro que comprar cerveza, otra opción es el mezcal el cual podría tomar así, sin más, aunque la borrachera llegue de golpe. No puedo gastar de más, así que si tomo algo ahora, lo más seguro es que inicie la fiesta y en la madrugada despierte y ya no podré dormir, como pasar las horas sobrio, al menos hasta las 10 de la noche, faltan tres horas y mi cuerpo no siente la fortaleza necesaria para resistirlo.

Sería fácil pasar por la calle 21, ahí se reúne un grupo de personas, que a esta hora ya debieron de comenzar a beber, a las cuales conozco y me conocen, pero no lo suficiente para tomar con ellos de manera gratuita, entonces me pedirán que dé mi tanda y ante mi negativa, sólo haré que inicie una bronca que podría acabar en tragedia, porque días como hoy es cuando la gente está más alterada que nunca. Tengo que aguantar la tentación porque tengo bastante claro cómo serán las cosas si voy para allá.

Tengo un celular, pero hace mucho tiempo que no recibo llamadas ni mensajes, es como si yo mismo mereciera estar aislado del mundo, si alguien llama es porque quieren venderme algo o es un número equivocado, así que no lo cargo conmigo, hubo un tiempo en que no me separaba de él y lo veía con toda mi concentración intentando que sonara y que una voz del otro lado de la línea me dijera que las cosas podrían tener solución, pero no quiero hablar de soluciones ni de cosas, al menos no hoy. Hace mucho frío y entonces me doy cuenta que ni siquiera me tomé la molestia de salir con una chamarra encima.

Continuará.