Cultura

Una fiesta de Navidad

Por Ivi May Dzib

Ficciones de un escribidor

III

Néstor es una de las pocas personas con las que puedo contar, el problema es que siempre anda ocupado en sus cosas, por lo general está de viaje, a veces a Chiapas, otras veces a Oaxaca o Puebla, frecuentemente va a la Ciudad de México y desaparece largas temporadas, y cuando nos encontramos me va contando sus aventuras. Hay muchas personas que dicen que Néstor no ama a nadie, más bien Néstor es una persona que no quiere quedar bien con medio mundo, casi siempre expone su punto de vista sin ningún filtro, a veces raya en la crueldad, de ahí que tenga pocos amigos porque la clave para tener amigos incondicionales es no decirles siempre lo que piensas, ser comprensivo y hábil para decir mentiras piadosas, por eso si quieres alejar a un grupo de personas indeseables, basta que te juntes con Néstor, es el mejor repelente. Así que ahora se encontraba en la ciudad.

Leí su mensaje, en el que me preguntaba si quería armar la fiesta, en otro momento lo hubiera pensado, pero ahora no tenía nada que perder, estaba en esa etapa de autodestrucción, en la que no importan las consecuencias y otra cosa que sucede con Néstor, es que tiene una capacidad impresionante para meterse en problemas; cuando me cuenta sus andanzas, he llegado a pensar que inventa muchas de las historias, pero cuando salgo con él, me doy cuenta que parte de su naturaleza es juntarse con gente problemática. Recuerdo que un día fuimos a comprar de manera clandestina unas cervezas, ya que el horario de venta oficial hacía mucho que había terminado, y Néstor empezó a hablar con un tipo al que conocimos en el lugar, luego el encargado me dijo que tenía que ir a buscar las caguamas a otro local que tenía a unas calles de ahí, pidió que lo acompañáramos, yo no quise ir, así que Néstor y el tipo con el que hablaba fueron en busca de las cervezas y yo me quedé esperando en el lugar.

Pasaron como 30 minutos cuando regresaron, me presentó al tipo con el que hablaba y me dijo que era un traficante de especies, que nos había invitado a su casa a tomar unas cerveza y a fumar mota, yo siempre he sido una persona desconfiada, todo lo contrario a Néstor, quien me convenció y fuimos en el auto del tipo, cuando llegamos a su casa fuimos al patio a beber, en un árbol había dos monos, uno bajó y le dio la mano, volvió a subir al árbol, nos comentó que si queríamos podía vendernos un mono, solo que eso sí tendríamos que darles tiempo porque eso de cuidar a un animal no es una cosa fácil. Ese día, nos pasamos escuchando al tipo que nos contaba cómo era el negocio de traficar con animales no domésticos. No recuerdo ni cómo llegué a mi casa por la borrachera que nos pusimos, a los poco días vi en el periódico que lo habían detenido y rescatado a casi un zoológico completo en la tres casas que tenía en la ciudad. Ese era el tipo de personas a las que atraía Néstor.

Hoy no tenía problemas de armar la fiesta con Néstor, de hecho eso me ayudaría a comprarme algo ahora y ya al rato poder seguir bebiendo, porque otra cualidad de Néstor es que siempre consigue cerveza sin tener tanto dinero, conoce a gente que está dispuesta a invitar con tal de escuchar su plática, le respondo que nos vemos en media hora, tiempo que tardaría en ir de mi casa al punto de encuentro, tomo mi mochila y me dispongo a salir sin importarme que tenga que regresar. Antes de salir, mi madre me pregunta a dónde voy, le digo que no pasaré la Navidad en casa, que tengo una fiesta con unos amigos, ella me mira con preocupación, como si supiera que haré una locura este día 24, pero prefiero no decirle que voy con Néstor, porque entonces sí que tendría motivos para preocuparse, antes de irme la abrazo y le digo que no se preocupe, que estaré bien, que ya todo está pasando y que entiendo que no me queda más que aceptar las cosas como son y entonces me voy, a empezar la fiesta.

Continuará.