Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto mederosJosé René Fuentes Cintado (Renito)1146Soy

Soy, ¿quién no lo sabe?, caña,

tabaco, frutos menores,

viandas, hortalizas, flores,

llanura, río y montaña.

Soy verde. El sol que me baña

viene de un alba mambisa,

aire fresco de otra brisa

pero del mismo palmar.

No hace falta preguntar

mi nombre: Soy Artemisa.

Soy areíto, canoa,

riqueza de origen pobre

y luna dormida sobre

una orquídea de Soroa.

Arena de Baracoa,

trigo en la piel de otro pan,

surco paridor de San

Cristóbal, y una Bahía

Honda que bate y enfría

las aletas del caimán.

Soy décima campesina,

pintura, teatro, danza,

nuevo sol de una esperanza

que hasta de noche ilumina.

Diosa mucho más divina

cuanto más occidental,

cuerpo de guitarra igual

a la que regó en el viento

el eco y el sentimiento

del Guajiro Natural.

Soy pólvora en el Moncada,

grito rebelde en la Sierra

y cosecha de una tierra

con sangre fertilizada.

Destello de una alborada

que se negó a ser sumisa,

hechura de una camisa

sudada de surco a cueva.

Soy una provincia nueva

de Cuba, soy Artemisa.

1147Mi padre

Mi padre, tal vez tratando

de sentirse menos pobre,

cayó como un grano sobre

la tierra que estaba arando.

Gastó la vida sembrando

cuanto rincón encontraba,

por eso ayer cuando estaba

flaqueándole el organismo,

prefirió sembrarse él mismo

por ver cómo germinaba.

Grano de Oro y Capitán

en el potrero silente

esperan inútilmente

el regreso del gañán.

Pero ya no volverán

a verlo en la sitiería

ni sentirán en la guía

un leve temblor queriendo

decir que no está saliendo

derecha la surquería.

Cuando a la finca llegué

en lugar del padre mío,

un silencio áspero y frío

en cada cosa encontré.

De la arboleda se fue

sollozando el tomeguín,

las flores en el jardín

perfumaron sin abrirse

por el temor a exhibirse

sin permiso de Joaquín.

Desde que no tiene vida

quien me dio calor y cuna,

la casa parece una

ciudad desaparecida.

A la hora de la partida

todos lo pudimos ver,

menos mamá, que por ser

ciega, en gesto sobrehumano

le dijo adiós con la mano

como si fuera a volver.

1148Mañana clara

Mañana clara. Es abril.

Salió el sol, pero no quema,

debo escribir un poema

con la tinta del fusil.

Lo exhibiré en el atril

azulino de la costa.

Gritan: ¡avión! La riposta

hace que llueva hacia arriba.

Una gota lo derriba,

hay alegría en la posta.

Qué mañana esta mañana:

sed, hambre, mosquito, cieno.

Si no hay diana en pecho ajeno

mi pecho será la diana.

Pobre boina miliciana,

cayó al fondo del pantano.

Apoyado por la mano

de un joven viene otro joven

que no quiere que le roben

su orgullo de ser cubano.

Alguien, ¡qué importa saber

religión, origen, nombre!

trae en los hombros a un hombre

acabado de caer.

¡Qué triste! El amanecer

llegó con la piel sudada.

¿Rocío? No. Sangre halada

por un vampiro de plomo

que chupa y prosigue como

si no sucediera nada.

Se ha puesto rojizo el cielo,

el sol cansado se va.

¡Un brazo!, ¿de quién será?

pregunta por su gemelo.

Se ha oscurecido el pañuelo

que el tiempo tiñó de añil.

Noche estrellada. Es abril.

Detrás de un árbol anciano

descansan el miliciano,

el poeta y el fusil.