Cultura

¡Le mataron su culebra!

José Iván Borges Castillo*Cosas del antiguo Mayab

 

Es una frase de dominio público por estos pueblos de Yucatán, y forma parte del argot popular. Metáfora que expresa una opinión ante el cambio drástico del comportamiento de una persona, que anteriormente era revoltosa y grillera, y ahora se ha tornado dócil y mansa. Todo esto tiene un sustento, en las creencias del pueblo de que los árboles tienen a la serpiente por espíritu que les da vida, y cuando algún desconocido se atreve a matar a ésta, el árbol en consecuencia muere también, esto está más que comprobado, he allí el origen singular del dicho.

La serpiente con su cascabel que inspira a la cultura maya y que se tornara en plumas, cuando los años la añejaran, y volara al mar o a los cenotes, nos da idea de la fuerte presencia de este reptil en la conciencia colectiva de nuestro pueblo. Quizá, también, por esto se entiende el orgullo y la esencia de las personas, cuando se dice que fulano de tal o perengano de tal ya pisaron culebra, o sea ya se metieron en un lío, en cuestión de todo tipo.

La culebra es algo así como la vitalidad del Pixán del humano en físico, mientras vivan ambos, cuerpo y culebra tiene vida. Tal vez me estoy pronunciando con profundidad, en un tema que se ha reducido a una frase trivial y jocosa cuando se dice que a ese tal por cual le mataron su culebra, por ejemplo menciono:

Don Juan Chan, que todo el tiempo estaba molesto, que se quejaba si hay calor lo mismo que si hay frío, desde que se juntó a vivir con doña Paula, ya no .se molesta por nada y hasta se ríe… ¡Esa doña Paula le mató su culebra!

Ahí tienen a doña Norma Azarcoya, que todo el tiempo andaba de chismosa y grillera, desde que se casó con don Abundio, ya no dice cosas, está toda tranquila… ¡Ya le mataron su culebra!

Lo mismo le pasó a don Carlitos Chulim, desde que tuvo cargo –hueso– en el palacio dejo de criticar al Ayuntamiento, ¡Tízima, ya le mataron su culebra!

El vaquero Saúl Briceño, que se sentía muy mujeriego y hasta iba detrás de una escoba con falda, desde que conoció a la catequista Martita Cauich se aquietó, ni a las corridas va ahora… ¡Listo! Martita le mató su culebra.

Y el maestro Géner Gamboa, que a todas las vaquerías salía y que puro tomar hacía, desde que comenzó a llevarse con los jóvenes de la Acción Católica se aquietó… ¡Ellos le mataron su culebra!

Doña Elsa Chuc, que todo el tiempo estaba “hablotiando” y diciendo cosas, que si pintan el palacio u que si no lo pintan, que si llovió, que si no llovió… Desde que tiene por “kex” a don Pil Barrera ya ni sale a la calle... Ombe ¡Le mataron su culebra!

Y no vayan lejos, don Simón Aké, que de todo se quejaba y hasta se peleaba con las enfermeras y con el Padre cuando va a Misa, desde que tiene esposa es otra persona:

–¿Lo cambiaron?

–¿Qué? Nada de eso, lo que pasa es que ¡ya le mataron su culebra!

Algo de Kukulcán y de la serpiente de las manos y corona de Ixchel ha quedado como vestigio en nuestro hablar cotidiano.

Y a usted, apreciado lector, ¿ya le mataron su culebra?

* Historiador

Unión de Escritores Comunitarios de Yucatán