Cultura

El derecho de vivir

Cristóbal León Campos*

I

Un canto, nuestros pueblos y la esperanza.

Al unísono el clamor evoca al cantor de compromiso y amor,

los pueblos de la mano tejen el porvenir en el otoño latinoamericano

que perfila la primavera ansiada.

Resistencia, conciencia y utopía,

las calles vestidas de dignidad magnifican el acto de existir.

Los reclamos extendidos por las codilleras, las urbes, los barrios y las comunidades,

hacen temblar al lujo del pedante,

Nuestra América toda; defiende su derecho a vivir.

II

No pudieron las tanquetas, las metrallas o el genocidio silenciar la voz de Víctor Jara,

que resurge del profundo barranco al que fuera arrojado,

sus manos despedazadas y las balas estampadas por el odio irracional de los asesinos,

tocan en la voz del pueblo chileno y latinoamericano sus melodías como acto de rebeldía y hermandad,

la poesía de los versos cargados de ilusión toma sentido al ser compartida frente al terror,

la luna atestigua la explosión del grito al final de la oscuridad,

la flor como el día abrirán al fuego la hoguera para que el mar apacigüe las tormentas humanas.

III

Piedras, palos y piquetes,

las barricadas están llenas de osadía,

que no se golpeen el pecho los poetas e intelectuales de “buena moral”,

los reclamos sociales de nuestros pueblos no pueden ser otra cosa

que la muestra fehaciente del rencor acumulado en los siglos de opresión,

pero mucho ojo, pues no hablamos del rencor irracional del engreído,

expresamos, sin temor,

el uso de la razón que convierte al encono en conciencia;

es el derecho de vivir de los pueblos que han aprendido la trágica lección:

para vivir en paz hay que luchar contra el exterminio,

para suspirar por la paz se debe levantar las manos y agitarlas en lo más alto.

IV

Obreros, campesinos y estudiantes marchan,

las mujeres y los hombres protestan junto a los indígenas y sus naciones,

caen los discursos, los golpistas y los defensores del capital.

De las entrañas originales surgen los sueños,

los más airados, radicales suspiros,

los pueblos primigenios, los verdaderos dueños de la tierra,

hacen suyo el canto de Víctor Jara y de tantas otras voces,

retumban los himnos humanos aplastando las divisiones y reconstruyendo los rincones de la patria.

Se levanta la América nuestra aclamando su “derecho de vivir”.

*Integrante del Colectivo Disyuntivas