Luis Carlos Coto Mederos
463Camajuaní está muy mal
Camajuaní está muy mal:
embarcarse es algo serio,
y al lado del cementerio
hicieron la terminal.
Mientras no haya local
la cosa no está muy buena,
el pueblo se recondena
y el que vive en La Cuchilla
tiene que dar más canilla
que la que dio Juantorena.
Anónimo
464Venta de frutas
La papaya es una fruta
de sabor que no se olvida:
ya sea en dulce, batida
o al natural se disfruta.
A la papaya, una astuta
joven de mucho salero,
le ha sacado buen dinero
en el negocio que puso;
desde entonces le propuso
su papaya al barrio entero.
Con gran cuidado cosecha
la papaya que ella vende
y quien la ve no comprende
el abono que le echa.
Es una fruta derecha
y roja partida en dos,
está bendita por Dios:
dicen que a un mudo Soraya
le dio a probar su papaya
y recuperó la voz.
Fui a ver la fruta dichosa:
¡¿Cuál es la fama que tiene?!
Deja ver si me conviene
le dije: ¿Estará sabrosa?
Y ella contestó: Orgullosa
estoy yo de mi papaya.
¡Puede que en el pueblo haya
otras del mismo color,
pero no con el sabor
que tiene la de Soraya!
Déjame probar, te pido
el producto en este instante.
¡Los cien pesos por delante!
¿Pero tú que te has creído?
¿No ves que, si te convido,
comes y luego te vas?
¡Qué equivocado tú estás!
Mi papaya se respeta,
así que déjala quieta
y no me la mires más.
¡Que ambiciosa eres Soraya,
el dinero no lo es todo!
¡Lo que buscas es el modo
de probarme la papaya
sin pagar! ¡Mira la talla
de esta fruta! ¿Tú crees justo
que yo la abra por gusto
y sólo un pedazo tomes?
Si la pruebas, te la comes,
por cien pesos y sin susto.
Está bastante elevado
el precio que le pusiste.
¿Elevado? ¿no la viste?,
es lo mejor del mercado;
y eso que no la has probado…
Por esa misma razón
acepta mi condición,
déjame al menos oler,
te prometo no morder
tu papaya, corazón.
¿Oler? Bueno, espera aquí
que voy a lavarla un poco,
pues todo el día la toco
y debe oler a almiquí.
Deja, la prefiero así
con naturales aromas.
Oye, está sucia, sin bromas,
de tanto pa´ acá y pa´ allá…
como esta papaya está
yo dudo que te la comas.
¿No dices que es un portento,
manjar delicioso y suave?
Si me dejas que la lave,
verás, aquí no hay invento.
Esa fruta, lo presiento,
indigestarme podría…
¡Pues ya no te la daría,
y apréndete bien, canalla,
que en el mundo no hay papaya
como la papaya mía.
Perdóname tú, por eso
último que dije, vaya,
y por mirar tu papaya,
total, si no tengo un peso.
Cambiando de tema: empiezo
como vendedor igual
y mañana en el portal
pregonaré a quien lo quiera
el plátano de primera
que tengo en mi platanal.
Ese platanito enano
¿de primera te parece?
¡Si tu plátano no crece,
caben diez en una mano!
Se ve en el racimo, hermano,
que no está como el del Curro.
No vayas a hacer el churro
con tan pequeña medida
que sólo tendrá salida
si fuera macho o de burro.
Al parecer te has fijado
en mi plátano algún día.
¡Y eso que todavía
no lo saco yo al mercado!
Pero te has equivocado
de platanal, según creo,
porque mi plátano feo,
ni enano tampoco es.
Si te lo enseño, tal vez
hasta te entre deseo.
¡¿Intercambiamos de fruta?!
¡Chico, te volviste loco:
ese plátano es muy poco,
me viste cara de bruta!
¿No te cuadra la permuta?
¿Quién el cambio va a querer?
No me vas a convencer,
aunque otra fruta no haya,
yo me como mi papaya
o me quedo sin comer.
Como los grandes campeones,
viniendo siempre de abajo,
me costó algo de trabajo,
pero vio las condiciones
de mi plátano…y con rones
libramos otra batalla:
¡Ya hicimos negocio, calla,
y escúchame bien, Manolo,
a partir de ahora sólo
comerás de mi papaya.
Carlos Ettiel Gómez Abreu