Cultura

La fiesta brava a través del tiempo: de la Antigüedad al siglo XIX, un viaje al pasado

 

Recordando a Hernán,conocedor de toros

En nuestra ciudad cada año se celebra en el coso de la Reforma de nuestra ciudad la temporada de toros, que inicia a finales del año y concluye en los primeros meses del otro. Como cada año sucede, son muchas las expectativas que se tienen en torno a ese tiempo toreril, y reapuestan no solo a los novilleros, sino también a las ganaderías que se lidiarán en el coso de Reforma. Como siempre se espera que el respetable llene hasta el asta de la bandera la plaza, pero eso solamente sucederá si se logra conjuntar un buen cartel, así como las ganaderías que garanticen la buena fiesta.

Esto me ha dado la idea de escribir un poco sobre los antecedentes de la fiesta brava (en esta ocasión me referiré de la Antigüedad al siglo XIX, posteriormente haré una semblanza de la fiesta brava del siglo XX), desde luego que no se trata de hacer un panegírico sobre la relación hombre toro, sino que escribiré sobre las diversas maneras que el hombre y la bestia han mantenido una estrecha relación a través del tiempo. El papel que el toro desempeñó en el desarrollo histórico social del hombre, así como la forma en que el hombre utilizó al toro no solo como medio de alimentación, sino también como una manera de expresar su arte en las formas en que a continuación veremos.

La relación que hoy día se establece entre el toro y el hombre es no solo un arte, sino también un riesgo en donde se juega la vida tanto el torero como el burel mismo, que en el tiempo en que se enfrenta con el hombre tratará de mostrar su calidad y sobre todo su trapío. En solo tres actos –varas, banderillas y suerte de la muerte– el hombre se juega la vida; se dice que es una lucha dispareja, claro, el toro tiene las de ganar, ya que con un peso superior a los cuatrocientos kilos, puede deshacer a su gusto a un hombre cuyo peso no excede de los setenta kilos, ya que de ser más tendría problemas para poder realizar las suertes y su condición física no sería la adecuada.

Toro y torero o torero y toro es una combinación que da como resultado el arte de la tauromaquia, no se puede referir a esta fiesta como un deporte, sino que es al arte convertido en pases, en suertes, en valor, el pundonor, en clase y trapío. El traje de luces, la montera, las zapatillas, la medallita pegada a la corbata, las santiguadas antes del paseíllo, el olor a toro, el sol en lo más alto, el toque de corneta, las melodías de un pasodoble, la gente, el toro, su cornamenta, su color, trapío y clase, los subalternos, los picadores, los banderilleros, los monosabio, las orejas, el rabo, la salida al tercio, la vuelta al ruedo, las cornadas, la muerte y la sangre, todo esto conforma lo que conocemos como la tauromaquia.

Bueno, pues, comencemos nuestro viaje al pasado y veamos cuál fue la relación que tuvo el hombre con el toro en la Antigüedad. Pues bien mis caros y caras lectoras, es de saber que en esos años, el toro no era como el que nosotros conocemos hoy en día, sino que era de tamaño más grande y tenía por nombre urus. Este pertenecía al género y especie Bos primigenius o urus. De impresionante pelaje y grandes cuernos, medía del piso hasta la paletilla más de 1.80 metros. Muchos conocedores le han certificado de ser el antecedente directo del toro de lidia, aunque hay otros que aseguran que hubo una especie intermedia entre este. La relación que existió en aquel entonces era que el animal servía como alimento y su piel y partes del mismo como abrigo o bien para la elaboración de objetos suntuarios o de uso cotidiano.

Esto lo sabemos mucho antes de la aparición de la escritura, ya que en muchas paredes de las cavernas se pueden apreciar pinturas rupestres en donde se muestra el momento en que el hombre prehistórico cazaba al toro, con herramientas muy rudimentarias, palos, piedras o bien acercándolo a un precipicio para que cayera este y muriera.

Una vez que el hombre se convirtió en sedentario, pasó de ser cazador-fabricante de herramientas a granjero-agrícola, lo que le posibilitó nuevas formas de vida, así como un desarrollo no solamente en el área social, sino también en el intelectual. Su nueva condición le permitió tener una nueva relación con el toro, este pasó a ser semidomesticado, su carne fue utilizada como alimento y sus cuernos se utilizaban como un medio para provocar la sexualidad. Una vez que el arado fue inventado. El toro se utilizó como medio para cultivar la tierra y sus desechos orgánicos sirvieron para abonar la tierra para una mejor producción agrícola.

Hace aproximadamente cinco mil años, los pueblos de Mesopotamia y la India rindieron culto al toro y en sus fiestas y ritos lo sacrificaron. El antecedente más antiguo de la matanza del toros es conocida con el nombre de la matanza del toro del Cielo por Gilgamesh. En la cultura de la India en el libro sagrado Rigveda, se hace la descripción de algunos rituales en donde la matanza de los toros se hace evidente. Este tipo de rituales posteriormente se extendió a otros países de África y Levante.

En la cultura de Creta (hace aproximadamente cuatro mil años) había una serie de festividades en la primavera con motivo de la fertilidad en donde se empleaban toros. Esto se llevaba a cabo en el coso de Cnosos. La corrida cretense se iniciaba con un rito en donde jóvenes de ambos sexos se tiraban a la arena y tentaban al toro, este iniciaba la carrera y al acercarse a ellos, estos lo tomaban de los cuernos con la intención de calmarlos –posiblemente muchos murieron en el intento de agarrar al toro por los cuernos, de ahí este refrán–. Este tipo de acciones se ha encontrado plasmados en diversos objetos en donde se muestran escenas de las corridas. Los sacerdotes también realizaban sacrificios por los toros, lo agarraban de los cuernos y le hacían girar la cabeza hasta romperle el cuello –esto es un poco difícil–, y también se mataba al toro a cuchilladas.

En Grecia, en el año mil antes de Cristo aproximadamente, se acostumbraba realizar grandes fiestas en honor a su pléyade de dioses. En las fiestas dedicadas al dios Zeus se acostumbraba una denominada boufonía, que era el sacrificio de un toro en honor al dios con un cuchillo.

En la Europa de los años mil doscientos a seiscientos antes de Cristo, hubo en la península –hoy itálica– una serie de tribus endémicas, una entre ellas veneró al toro a tal grado que llamaron al lugar donde vivían Italia, cuyo significado es tierra del ganado vacuno. Los itali, como se denominaba esta tribu, adoraban al toro hasta el punto de llevar en sus cascos los cuernos de los mismos, ellos se consideraban así mismos y su dios era Tauro-Marte, el de la Guerra.

Cuando Roma conquistó por fin la península italálica en el año trescientos antes de Cristo, la práctica de la caza ritual del toro la convirtió en espectáculo. Es decir, llevó a los uros a los lugares de diversión y tal como puede constatarse en los Comentarios de Julio César. Un historiador de la época Ovidio, describe la hazaña de un “matador” de toros que se hizo de un renombre y fama y que se llamó Karpóforo –¿sería el padre de la tauromaquia?–, quien con un trapo rojo hacía llamar la atención al toro. La fiesta de la corrida se llevaba a cabo con un escudo y una espada para matarlo. Se menciona también que para que el toro se calmara, tiraban a la arena a un grupo de cristianos con la finalidad de que el toro se cansara un poco antes de caberle frente al que lo iba a matar.

En España, corría el año doscientos seis antes de Cristo cuando se declaró como religión oficial el culto de Mitra. Entre sus ritos y ceremonias se encontraba la de matar a un toro encima de una parrilla de madera, colocada sobre un foso y cuando la sangre caía, los conversos debían de tomar la sangre que manaba del toro y untársela. La corrida de toros y el culto mitráico fueron recibidos con mucho entusiasmo por los iberos de aquella época.

Si bien es cierto que cuando gobernó Teodosio el Grande en Roma, hacia finales del siglo IV, el cristianismo desplazó al mitraísmo, se prohibió por algún tiempo la matanza de animales, incluyendo desde luego al toro. Esto duró poco, ya que cuando España fue invadida por los visigodos en el siglo V, la corrida volvió a ser considerada más como una justa, en donde se ponía en claro el valor y arrojo del toreros, como espectáculo, que como ceremonia de carácter religioso.

La primera corrida de la cual se tienen antecedentes como tal, con una estructura más formalizada, data del año 815 y se celebró en León, en España, esto es con la llegada de los moros en el siglo VIII. A partir de ese año la corrida de toros se empezó a extender por España y lugares cercanos, y del primer anuncio de una corrida que tenemos datos es la que se celebró en Ávila en el año 1080, con motivo de la boda del infante Sancho de Estrada. Posteriormente, en el año 1107 para celebrar la boda de Blasco Muñoz. Y para la coronación de Alfonso VII en el año de 1133 se llevó a cabo una corrida en Verea (Logroño). Siete años después se llevó a cabo otra corrida con motivo de las bodas de su hija en León. La primera corrida que se celebró en Pamplona fue organizada por Carlos II “el Malo” en el año de 1385.

Durante los siglos XVII y XVIII en España se siguieron llevando a cabo las corridas de los toros y en muchas ocasiones a pesar de los interdictos promulgados por los Papas. En al año de 1527, para festejar el nacimiento de su hijo, Carlos V se enfrentó a un toro en Valladolid. Hay que hacer nota de pie, que la suerte de las varas ya se conocía, ya que en el Tratado de Jineta, de Gregorio de Tapia, publicado en 1643, se hace mención de Este.

Ya se puede hablar de un formato moderno de la corrida de toros en el siglo XVIII cuando se empiezan a celebrar en cosos, la plaza de toros más antigua de esta época es la de Béjar, Salamanca, que data de 1711, otras que aún hoy día existen son las de Campofrío (Huelva) de 1716, la de Almadén (Ciudad Real) de 1756, la Maestranza de Sevilla de 1761, y la de Zaragoza. Uno de los reyes que mostró oposición por la fiesta brava fue Felipe V, ya que la práctica de la corrida de toros en un principio fue realizado por hombres pertenecientes a la aristocracia y caballeros de la corte. Esto le preocupaba, pues ya eran eran considerados soldados potenciales. Cuando deja el trono por su hijo, y lo recupera de nuevo en 1724, la corrida de toros fue proscrita por él, dando como resultado que dejara de ser un espectáculo para la élite y se convirtiera en uno de carácter popular y público.

Ya sin los nobles en la fiesta de los toros, la corrida fe quedando a manos de los plebeyos, quienes tomaron la fiesta para sí, y una de las primeras medidas que tomaron fue el de suplir al noble en la grupa del caballo, dando como resultado a los actuales picadores. Los espectadores se empezaron a fijar de las nuevas figuras que se tiraban al ruedo a torear a los toros, estos se caracterizaban por su fuerza y vigor.

Los toreros de a pie poco a poco empezaron a gustar al respetable y en un principio los matadores ponían arpones a los toros, imitando la acción que hacían los nobles desde el caballo, dando origen de esta manera a la suerte de las banderillas. Poco se sabe de los primeros toreros, pero en el año de 1726 hace su aparición Francisco Romero, de oficio carpintero de Ronda, quien dará inicio a una dinastía de toreros que durará más de cien años. Él fue el primero en usar una muleta, se dice que fue un trapo que tenía colgado en su carpintería y lo usó para llamar la atención del toro.

A partir de Francisco Romero, empezaron a salir a luz pública, matadores que tuvieron una gran aceptación por el arte de su torerismo, como lo fue Costillares, quien hizo su aparición en 1754, a quien se le adjudica la invención de la suerte de matar al violapié –es decir, al recibir–. El mulato José Cándido, quien hizo su aparición en el año de 1758, fue uno de los primeros que encontró la muerte en la arena en el año de 1771. De la primera persona que se conoce como matador con alternativa fue Pepe Hillo, aunque se desconoce la fecha exacta, se menciona que ya era media espada desde el año de 1770. Pepe Hillo murió por una cornada de un furioso toro en una fiesta celebrada en el año de 1801. Finalmente, uno de los matadores de toros que se salvó de alguna cornada fue Pedro Romero, quien debutó en 1771 y en sus veintiocho años de ser torero de toros bravos se dice que mató a más de 5,600 de ellos, tiene el récord de no haber salido lastimado en ninguna de sus apariciones en público.

Entre los toreros que destacaron en el siglo XIX, sin duda alguna hay que mencionar a Curro Guillen, quien cayó muerto después de una cornada por un toro en un festejo llevado a cabo en Ronda, España, en el año de 1820. “Cúchares” se destacó por su arte un poco ostentoso, hasta el día de hoy no es muy entendido por el respetable, a la que se le denomió como “el arte de Cúchares”. Otro torero que se destacó por la hazaña que hizo después de haber sido corneado fue uno conocido como “Desperdicio”, quien a mediados del siglo XIX, al estar toreando a un toro, fue cornado por este. Sufrió una herida en un ojo, que perdió, y una fuerte cornada en la mandíbula, que entre él y sus ayudantes taponearon con papel de embalar, para esperar a ser atendido por un doctor al día siguiente.

Otra gloria de la fiesta brava, quien se hizo famoso además por su arte en el toreo, fue “el Tato”, quien recibió la alternativa en 1853; se cuenta que una vez que el toro lo corneó, lo tuvieron que llevar a la sala de operaciones, él no quiso que le aplicaran cloroformo y mientras le amputaban la pierna él se fumaba un puro y contaba chistes, ante el asombro de los médicos y el estupor de sus ayudantes.

“El Gordito”, cuya aparición en público como matador de toros data del año de 1862, se dice que además de ser un maestro en el arte de la toreada, a él se le atribuyen la invención de dos suertes para la colocación de las banderillas, una denominada el quiebro, que consiste en tentar al toro y cuando este se encuentra corriendo hacia el banderillero, hace un quiebro con la cadera, haciendo que el toro pase a un lado y él coloca de esta manera las banderillas ante la expectación de los presentes. La otra suerte es la denominada el cuarteo.

Otro destacado personaje fue “Lagartijo”, a quien se le atribuye la invención de la “larga cordobesa” y el “truco del paso atrás” para ejecutar la suerte suprema, misma que le valió ser apodado por la prensa sevillana como “el Asesino Cordobés”. Los rivales que tuvo “Lagartijo” en este momento fueron “Frascuelo” y “Mazzantini”.

Todos los toreros anteriormente mencionados fueron opacados ante la llegada de uno de los toreros que hizo historia, no solo por su estilo sino por su arrojo y valor, me refiero a “Guerrita”, quien da su primer paseíllo como matador con alternativa en el año de 1887. Si bien es cierto que hizo historia con su toreo, “Guerrita” tuvo muchos problemas con el respetable por su mal carácter, terquedad y arrogancia; hizo que el público lo sacara de la plaza en el año de 1899. Su reinado duró doce años y después le dio paso a uno de los toreros del siglo XX que tendrá una presencia clave en la fiesta brava, me refiero a “Joselito”, quien toma la alternativa en los primeros años de este siglo que estaba comenzando.