Cultura

El condenado a muerte

Fernando Muñoz Castillo

V y última

CONDENADO: Muero de lasitud. Esto es la tumba, voy hacia los gusanos, ¡horror de horrores

Satán, farsante, quieres disolverme, son tus hechizos. Yo reclamo. ¡Yo

reclamo! Un horquillazo, una gota de

fuego.

ENAMORADO: Los gallos del cercado, la alondra mañanera,

las botellas de leche, una campana al

viento,

Es alegre el cocuyo en la negra prisión.

¡No tiemblo ya, señores! Si rueda mi

cabeza

en el fondo del cesto con los cabellos blancos,

mi pinga para gozo en tu grácil cadera

o, para más belleza, mi pichón, en tu

cuello.

¡Atento! Rey aciago de labios

entreabiertos

accedo a tus jardines de desolada arena

en que inmóvil y erecto, con dos alzados dedos,

un velo azul de lino recubre tu cabeza.

¡Por un delirio idiota veo tu doble puro!

¡Amor! ¡Canción! ¡Mi reina! ¿Es un espectro macho

visto durante el juego de tu pupila pálida

quien me examina así sobre la cal del muro?

No seas inclemente, deja de cantar maitines

a tu alma bohemia; concédeme otro abrazo…

¡Dios mío, voy a palmar sin poder estrujarte

en mi pecho y mi verga otra vez en la vida!

CONDENADO: ¡Perdóname, Señor, porque fui pecador!

Los lloros de mi voz, mi fiebre, mi aflicción,

El mal de abandonar mi muy amada Francia.

¿No bastan, Señor mío, para ir a reposar

temblando de esperanza

en vuestros dulces brazos, vuestros castillos níveos?

Señor de antros oscuros, sé rezar todavía.

Soy yo, padre, el que un día a gritar prorrumpió:

¡Gloria al más ensalzado, al dios que me protege,

Hermes del blando pie!

Solicito a la muerte la paz, los largos sueños,

un canto de querubes, sus perfumes y cintas,

angelotes de lana en tibias holapandas,

y aguardo oscuras noches sin soles y sin lunas

sobre landas inmóviles.

ENAMORADO: Esta mañana no es la de mi ejecución.

Puedo dormir tranquilo. En el piso de arriba

mi lindo perezoso, mi perla, mi Jesús

despierta. Y pegará con su duro chapín

en mi cráneo rapado.

Parece que a mi lado habita un epiléptico.

La prisión duerme en pie entre fúnebres cantos.

Si ven los marineros acercarse los puertos

mis durmientes huirán a una América otra.

CONDENADO: Cuando el mundo quede reducido a un solo bosque negro para nuestros cuatro

ojos asombrados –a una playa para dos niños fieles–, a una casa musical para

clara simpatía, te encontraré.

Que no haya aquí abajo más que un anciano solo, calmo y hermoso, rodeado

de un lujo inaudito, y estaré a tus pies.

Que yo haya realizado todos tus recuerdos –que sea la que sabe amarte–,

te ahogaré.

(Entra música final. Los actores comienzan la transformación del escenario, convencidos de que el espectáculo ha terminado. Escenario vacío, solo la voz en off dicendo la dedicatoria escrita por Genet).