Cultura

Ecos de mi tierra

Por Luis Carlos Coto Mederos

Juan Cristóbal Nápoles y Fajardo

XIII

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El amante rendido

Por la orilla floreciente

que baña el río de Yara,

donde dulce fresca y clara

se desliza la corriente,

donde brilla el sol ardiente

de nuestra abrazada zona

y un cielo hermoso corona

la selva, el monte y el prado,

iba un guajiro montado

sobre una yegua trotona.

Joven, gallardo y buen mozo,

a su rostro esa ocasión

daba lánguida expresión

su negro y naciente bozo:

Un enorme calabozo

puesto en el cinto llevaba

y mientras que contemplaba

los bellos ramos de flores,

sus mal gozados amores

el infeliz recordaba.

Amaba a la bella Eliana

con entusiasmo y ardor,

y era esta joven la flor

más preciosa de Vicana.

También la linda cubana

con esa magia divina,

lo amaba constante y fina

con ese amor dulce y bueno

que yo descubrí en el seno

de mi cándida Rufina.

La supo el guajiro amar

de mala idea desnudo,

pero era pobre y no pudo

llevarla al pie del altar.

Por eso con gran pesar

se alejaba de su lado,

y al soportar resignado

su profundo sentimiento,

al compás del blando viento

así cantaba angustiado:

“Hoy que la suerte me arroja

del partido en que naciste

y el desconsuelo más triste

me apesadumbra y me enoja.

Hoy que fatal me acongoja

el rigor del hado impío,

te consagro, dueño mío,

mis más dulces pensamientos,

y se pierden mis acentos

entre las ondas del río.

”Me abrasaron de tus ojos

los vivísimos destellos,

porque son negros y bellos

lo mismo que dos corojos;

esclavo de tus antojos

te adoré con frenesí

y cuando amarte ofrecí

con ardor inextinguible,

fuiste a mi voz más sensible

que el triste moriviví.

”Con tus pupilas serenas

desvaneces mis agravios,

y son más dulces tus labios

que la miel de las colmenas.

¡Oh, si supieras las penas

que paso ausente de ti!

Suspiro ¡ay, triste de mí!

Sollozo y nunca me alegro

y es mi destino más negro

que las alas del totí.

”Ni el rústico son del güiro,

ni el son del tiple cubano,

calma este dolor tirano

de tu infelice guajiro.

Por ti, sin cesar suspiro

al emprender mi partida,

por ti, mi prenda querida,

dulce y bendita ilusión,

llevo triste el corazón,

llevo el alma dolorida.

”Te quiero como al rocío

el lirio que mayo dora,

y te adoro como adora

el pez las hondas del río;

yo que he nacido, bien mío,

entre cedros y jocumas,

que bajo de las yagrumas

adoré los ojos tuyos,

te quiero cual los cocuyos

quieren del monte las brumas.

”Pobre, muy pobre nací,

merced a suerte enemiga,

y esta desgracia me obliga,

a separarme de ti:

Mas el ser yo pobre así

no es cosa que me atormenta,

porque tengo muy en cuenta,

aunque mi suerte es reacia,

que ser pobre es gran desgracia,

pero no ninguna afrenta.

”Para volver a tu lado,

paloma de esta ribera,

en seca y en primavera

trabajaré denodado:

Seré peón de ganado,

en Guisa seré veguero;

para conseguir dinero

será el trabajo mi ley,

y hasta cortaré yarey

en Cauto el Embarcadero.

”¡Adiós! El cielo permita

que un buen porvenir te halague

y en tu pecho no se apague

la llama de amor bendita.

¡Adiós! Mi pecho palpita

lleno de acerbos enojos,

de tus dulces labios rojos

el acento oír no puedo,

me voy… pero esclavo quedo

en la lumbre de tus ojos”.

Así concluyó el guajiro

su tristísima canción

ahogando en su corazón

el más amargo suspiro:

Del agua vio el blando giro,

oyó el rumor de la brisa,

melancólica sonrisa

a sus labios asomó,

y a todo escape tomó

el camino para Guisa.