Luis Carlos Coto Mederos
Juan Cristóbal Nápoles y FajardoXIV575A RufinaInvitación Primera
Objeto de mis amores,
ven al verde caimital,
ven a escuchar del zorzal
los trinos embriagadores.
Verás a los ruiseñores
saltar en el zaragüey,
ven hija del Camagüey,
de mis ojos embeleso,
ven a concederme un beso
allí donde habrá un jagüey.
Aquí olvidados del mundo
y de su gala mentida
hemos de pasar la vida
en regocijo profundo.
De Cuba el suelo fecundo
nos dará vital sustento
y su limpio firmamento
contemplaremos, en suma,
bajo la blanca yagruma
o algún cedro corpulento.
Aquí placeres gozando
oirás, mi querida indiana,
cual celebran la mañana
las avecillas cantando.
Viviremos respirando
amor, dulzura y contento,
y la caoba que el viento
haga estremecer airado,
a nuestro amor sublimado
que sirva de monumento.
Beberemos agua fresca
del arroyo cristalino,
que entre su flotante lino
brinda regalada pesca.
Y en la cima pintoresca
donde se eleva el copey,
donde se enreda el seivey
coronando el cardosanto
entonaremos un canto
a la memoria de Hatuey.
En los frondosos mameyes
y en las jaguas encumbradas
contemplarás las bandadas
de cotorras y cateyes.
Oirás rebramar los bueyes
de las estancias vecinas,
y en las aguas cristalinas
del susurrante arroyuelo,
verás retratado el cielo
y tus facciones divinas.
Recorreremos los dos
nuestras feraces campiñas
y entre los mangos y piñas
bendeciremos a Dios.
De mil delicias en pos
iremos a las montañas,
y en las humildes cabañas
cuya sencillez bendigo,
comeré junto contigo
dulces y sabrosas cañas.
Tú sembrarás un papayo
donde mejor te parezca
y con agua harás que crezca
más alto que un pararrayo.
Oirás en dulce desmayo
mil cosas que te diré,
y cuando la noche esté
lloviznosa, oscura y fría,
entre sueños, china mía,
mi suerte bendeciré.
Debajo de un cocotero
que crece a orillas del río,
hablaremos, ángel mío,
de nuestro amor verdadero.
Allí referirte quiero
mis historietas cubanas,
y entre chistes y jaranas,
besos y cantos de amores,
te coronaré de flores
de nuestras bellas sabanas.
De los hondos lagunatos
que hay en las vegas del río,
entre el junco y el macío
verás nadando los patos.
Se cifrarán mis conatos
en amarte y complacerte,
y para más convencerte
de mi amor inmenso y noble,
te juraré bajo un roble
ser tu amante hasta la muerte.
Y, en fin, para terminar
mi invitación este día,
te llevaré, indiana mía,
a los esteros del mar.
Allí te podrás bañar
a la sombra del bambú,
y mientras que nadas tú
y tu calor apaciguas,
te contaré las antiguas
ocurrencias del Perú.