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30 de Jul de 2019
3 min
Escrito por Redacción Por Esto!
Luis Carlos Coto Mederos
Miguel Gerónimo Gutiérrez
La amistad fue una de las más nobles pasiones de la guerra de Cuba, y suavizó con delicadeza exquisita muchas de sus amargas horas: entre los amigos tradicionales de la guerra, hubo pocos tan unidos, por la mansedumbre natural del carácter, la finura y serenidad de espíritu, y sus aficiones comunes en letras y poesía, como Miguel Gerónimo Gutiérrez y José Joaquín Palma. En los versos Mi corazón se puso entero el mártir, a quien sus amigos, aún estremecidos, veremos cómo lo pinta uno de sus biógrafos: “atravesado moribundo en una mula, su cabeza tambaleante despedazándose contra los árboles, la barba espesa y la cabellera enredada en los bejucos del camino, la piel de su hermoso rostro desgarrada por las espinas de los zarzales: un disparo puso fin a su sufrimiento horrible”. “A su matador, al cubano Castellón, lo capturó luego el coronel Fernando López de Queralta; y le dio la muerte que merecía”.
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Mi corazón (fragmento)
A José Joaquín Palma
Aquí lo tienes, poeta,
sin doblez y sin abrigo,
el corazón de tu amigo
a quien triste afán inquieta,
registra su más secreta
cavidad, y no te asombre
el necio orgullo de un hombre
que es sólo mísera escoria
con ilusiones de gloria
y con sueños de renombre:
Si encuentras algo de inmundo
en los misterios que guardo,
no te sorprendas ¡oh bardo!
que es todo miseria el mundo:
Sigue y busca en lo profundo
del sentimiento las flores;
busca mis tiernos dolores,
busca mis glorias perdidas,
mis memorias tan queridas,
mis purísimos amores.
Detente allí donde hallares
una cual mortuoria losa:
detente, que allí reposa
el pesar de los pesares;
y si en tus ojos guardares
algún resto de tu llanto,
conságralo a mi quebranto
y llora, que guardo allí,
todo lo que amé y perdí
de bello, sublime y santo!
Hallarás también grabado
con el cincel del dolor
un cuadro todo de amor,
de rudo pesar sombreado;
y allí, a la luz del pasado,
verás entre ángeles bellos
una mujer, sus cabellos
dando al aire, y allí un hombre
que pugna, de patria al nombre,
para desprenderse de ellos.
Verás lágrimas rodar
por mejillas de carmín,
y rostros de serafín
volverse al cielo a rogar;
también al hombre a llorar
verás de dolor ahogado,
¡ay! que ese cuadro grabado
en el alma que no olvida,
es la triste despedida
de mi hogar idolatrado!
Vagas palabras, deseos
por doquier encontrarás,
y allí borrados verás
unos locos devaneos.
Allí, como por trofeos
despojos de mi ambición,
venganzas del corazón
cambiadas por goces puros
y cerrada en goznes duros
alguna oculta pasión.
…
Triunfó del tirano cruel
y volvió a su hogar amado:
¡todo el acíbar pasado
es ya deliciosa miel!
Estrechó a su esposa fiel.
con ternísima emoción,
y embriagado en su pasión
de sus hijos tan queridos,
volvió a sentir los latidos
en su mismo corazón.
…
Más si yo no he de volver
al asilo de mi hogar,
si he de morir sin gozar
mi soñado apetecer,
ve a mi casa: allí has de ver
ante un altar de María;
al tender la noche umbría
su manto en la inmensidad,
un grupo que en su piedad
ruega por la suerte mía.
Es mi familia adorada:
acércate, y de mi suerte
da la nueva, y si es mi muerte
en detalles ignorada,
no harás por tu parte nada,
pero dirás la verdad
si afirmas que en la crueldad
de mi mortal agonía,
sonriendo, repetía:
“¡Amor, Patria, Libertad!”
…
Diles, en fin, que tus manos
yo estreché, que fui tu amigo,
que yo hice versos contigo
que fuiste, Joaquín, mi hermano;
quizás entonces, su insano
dolor hallará consuelo,
y aquel amoroso anhelo
que acusara mi tardanza,
se tornará en la esperanza
de encontrarnos en el cielo.
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