Cultura

Acoso

I

Nunca lo hubiera creído si no me hubiera pasado, y es que por lo general no somos capaces de dimensionar la magnitud de las cosas si es que no nos pasa a nosotros. Más que hablar de cosas me refiero a cierto tipo de conductas de las que hemos oído hablar y estados de ánimo que estas provocan, mismas que a veces nos son indiferentes por ajenas. Debo empezar diciendo que no me considero alguien lo sumamente atractivo como para ser víctima del acoso, creo que por lo mismo nunca me he puesto en los zapatos de otras personas quienes han expresado de manera desesperada el calvario en el que viven cuando alguien se obsesiona con ellas.

Todo pasó tan rápido que ni me cuenta me di cuando ya estaba acorralado. Creo que para algunos puede resultar halagador que alguien te esté siguiendo o que quiera estar contigo todo el tiempo, su entusiasmo al mirarte puede causar en ti molestia, porque no quieres esa compañía cerca y aún que seas enfático en manifestar tu desprecio, ves, casi con miedo, como el otro no se da cuenta o más bien le da igual que manifiestes cierto tipo de irritación cada vez que hace acto de presencia. A veces esto puede suceder porque crees que no tienes tiempo para estar regalando amor o porque no te significa nada la compañía de ese otro y a pesar de que estás en tu derecho de rechazar a quien tu quieras, no falta quien ve esto con malos ojos, porque si alguien te está mostrando tanto amor lo menos que puedes hacer es retribuirle tantito, aunque sea con una caricia. Este tipo de pensamiento lo veo de forma constante en las personas mayores que me miran con cierto desprecio por ignorar de manera olímpica las muestra de afecto que día a día me dan.

Había salido del cuarto, me senté a desayunar y lo vi acostado en la sala de la casa, moviendo la cola, las croquetas de los gatos habían dejado de existir y ellos se encontraban mirando al perro sin terror alguno, con toda la parsimonia posible, lo primero que hice fue sacarlo de la casa y cerrar la puerta ya que debido al calor siempre se encuentra abierta, él pensó que estábamos jugando, así que tampoco fue como si sintiera el rechazo. Pensándolo bien, solo era un cachorro de cuatro meses, no había que abandonarlo así nada más. Fui a la esquina a comprar un kilo de coquetas y se las ofrecí, las olió y se fue. Hice todo lo que pude y mi conciencia no me jugó una mala pasada, tampoco es que hubiera sido un despiadado. Salí de la casa y fui a mi trabajo, regresé cuando ya era de noche. Al abrir la puerta de la casa lo vi en la sala y los platos de las croquetas de los gatos estaban limpios, imaginé que fue él. ¿Cómo había entrado? Lo saque de nuevo, ya en la calle estuvo llorando un rato queriendo entrar, pero si lo dejaba pasar entonces sentaría un precedente en nuestra relación, uno tiene que andar con el corazón bastante dañado para querer proteger a todo mundo que necesita ayuda. Y es que en la casa ya habitaba cierto desorden como para permitir que un nuevo inquilino agudizara el ambiente. Fui a dormir pensando en la posibilidad de darle una oportunidad y adoptarlo, en esas estaba cuando me quedé dormido.

A la mañana siguiente desperté y los botes de basura del baño y de la cocina estaban en el piso, había bolsas despedazadas, cajas de leche y otros productos regados por toda la casa, el espectáculo contrastaba con la figura risueña y relajada del cachorro que movía la cola alegre cuando me vio venir hacia a él, lo saqué de nuevo de la casa pensando en lo ridículo que había sido el querer darle una oportunidad. Me di cuenta de que había entrado por una ventana que siempre se encuentra abierta, pero no pensé que pudiera pasar por ahí, decidí cerrarla cuando me fuera a trabajar.

De una cosa estaba seguro, quería deshacerme del cachorro, pero también había que resolver algunos problemas inmediatos, por ejemplo, se le veía desnutrido, con problemas en la piel, sucio y con garrapatas, así que lo llevé al veterinario para que lo desparasitaran y me dijeran cuál era su estado, gasté una considerable suma y le dieron un tratamiento de 10 días con medicación vía oral, si ya había pagado hasta por los medicamentos, había que administrárselos, ahí fue como me metí en camisa de once varas, como quien dice.

Continuará.