Cultura

Luis Carlos Coto Mederos  

Joaquín Lorenzo Luaces

Poeta de juicios muy diversos y contrapuestos, fue a pesar de su precaria salud un incansable trabajador y propulsor de las letras.

Figuró entre los cultivadores del criollismo y del siboneísmo porque por encima de todo devino un devoto cantor de la tierra que lo vio nacer. Incursionó en el teatro con piezas muy reconocidas y es junto a Gertrudis Gómez de Avellaneda, una de las dos figuras de la dramaturgia más destacadas del siglo XIX cubano.

Nació el 21de julio de 1826 en La Habana.

En unión de José Fornaris, su entrañable amigo, publicó en 1856 “La Piragua”, periódico que aspiraba a ser el órgano del siboneísmo y en el que dio a conocer muchos de sus trabajos en prosa y en verso.

Murió en su ciudad natal el 7 de noviembre de 1867, cuando apenas rebasaba sus cuarenta años de edad.

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La blusa

Como en el monte sin trillo

quedé al mirarte, señora,

con la blusa tentadora

de color de mamoncillo.

¡Fuera, fuera adornos vanos,

salga mi acento fogoso

al son del tiple armonioso

de los monteros cubanos!

Ellos te admiran ufanos

cuando en tu noble rosillo

por cerrado bosquecillo

al campo sales, señora,

con la blusa tentadora

de color de mamoncillo.

¡Yo te vi! Nunca mis ojos

cometieran tal locura,

porque es perder la cordura

mirar esos labios rojos.

Como deja sus despojos

el totí preso en el millo,

así a tu beldad me humillo

preso en los pliegues, señora,

de la blusa tentadora

de color de mamoncillo.

Me alegra pisar la grama

que el pastoso prado enflora

al despertar de la aurora

cuando salto de la cama.

Luego mi pecho se inflama

si la luna en curvo trillo

quiebra su rayo amarillo,

pero prefiero, señora,

esa blusa tentadora

de color de mamoncillo.

Si me preguntas, Mariana,

lo que más quiero en el mundo,

desde el ancho mar profundo

hasta el fin de la sabana,

mi respuesta, flor temprana,

será decirte sencillo:

Lo que prefiero es el brillo

con que deslumbras, señora,

con la blusa tentadora

de color de mamoncillo.

José Fornaris

(Primera Parte)

Fundador del siboneísmo, tendencia poética basada en las leyendas y tradiciones de los siboneyes, nació en Bayamo en 1827.

Su libro Cantos del siboney, resultó una victoria editorial sin precedentes en 1855. Muchos poetas cubanos de la época siguieron esta pauta a partir de dicha publicación. Todavía hoy tiene gran resonancia en la isla esta poesía que subraya la crueldad de los conquistadores, la vida sencilla de los indígenas, sus idilios, sus juegos campestres, el patriotismo y el sentido de pertenencia de aquellas etnias cubanas.

Algunos críticos la han señalado como seudo poesía, pero el tiempo y su permanencia en la preferencia de muchos les ha ganado la partida.

Hoy, junto al criollismo, es una escuela de impronta fundamental en nuestra cultura.

Fornaris murió en La Habana en 1890.

 

58

Invitación

Ven, Lola, dulce amor mío,

a mi valle pintoresco,

lleno de flores y fresco

hasta en los meses de estío.

Aquí va pasando un río

por una campiña abierta,

y hay en su linde una huerta

para ti, mi campesina,

y una poza cristalina

de verde bambú cubierta.

Con el rayo matutino

iré al monte apresurado,

mas al volver fatigado

Lola, del bosque vecino,

tú me saldrás al camino

en la calle floreciente

de mangos, y tiernamente

me dirás dulces palabras,

mientras trisquen nuestras cabras

sobre la yerba naciente.

No tendrás aquí el membrillo

que rica yema atesora,

mas sí la miel que elabora

delicado mamoncillo.

No tendrás aquí el tomillo;

ni llena de gracia suma

tan blanca como la espuma

la magnolia abre su broche,

pero sí el galán de noche

que tierra y aire perfuma.

Tendrás cuanto Cuba cría

en sus bosques y collados;

sus tesoros codiciados

tuyos serán, prenda mía.

De cuanto el sol, rey del día,

con sus rayos elabora,

gozarás, luz seductora

de mi cielo bonancible;

y de mi pecho sensible

serás única señora.

 

(Segunda Parte)

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A mi amigo de infancia

Vito Posse

Bien colora tu pincel

toda fruta delicada,

desde la fresca granada

al dorado mirabel.

No crecen en el vergel

entre el fragante tomillo,

con tan encendido brillo

ni tan natural belleza,

la transparente cereza,

ni el delicioso membrillo.

Dorado el melocotón

entre las uvas descuella,

con los higos de Marsella,

y las peras de Dijón.

El oloroso limón

vierte su exquisito aroma,

y la codiciada poma

que, ostentando sus colores,

el aire llena de olores

y entre hojas verdes asoma.

Todo es tan bello y lozano

cuanto imagina el deseo: …

mas deja el mundo europeo

por el mundo americano.

Ven, que tu genio cubano

de nuestro eterno jardín

pinte de frutos sin fin

el delicioso tesoro,

teñidos de perla y oro,

ópalo, plata y carmín.

Coloca sobre una cesta

la piña de oro esmaltada,

con estrellas adornada,

hermosa, fragante, enhiesta.

Reina de nuestra floresta

brille siempre virginal,

bajo el cielo tropical

sobre un campo de verdura,

con su talar vestidura,

y su corona imperial.

 

Con arte y con gracia extrema

bajo el fino pincel brote,

el delicado zapote

de dulce y pajiza yema.

Pinta su sabrosa crema

y su olímpico sabor;

imita ¡oh, caro pintor!

la belleza con que oscila

el almíbar que destila

como lágrima de amor.

Pinta el dulce mamoncillo

en su esmeralda encerrado,

pinta el melón encarnado,

y el sabroso caimitillo.

Pinta el mamey amarillo

que en sus ramas se sepulta,

y la chirimoya inculta,

y al coco, que pintoresco

su licor límpido y fresco

en óvalos verde oculta.

Deja la Europa, pintor,

ven a la América, ven…

que en tan seductor edén

una perla es cada flor.

La noche más esplendor

vierte que en Europa el día;

no hay nada que no sonría,

bajo de tu cielo indiano…

Tu pincel americano

consagra a la patria mía.

José Fornaris