Cultura

Pedro de la Hoz

Mientras en Castries, capital de Santa Lucía, se lleva a cabo la cumbre de los países de la Comunidad del Caribe (Caricom), reunión clave para la concertación de políticas y estrategias económicas, a Santiago de Cuba han venido gentes de una veintena de países antillanos y de tierra firme, que comparten el espacio del mare nostrum de esta parte del mundo, para intercambiar prácticas culturales, vivencias ancestrales y comuniones espirituales.

En la principal urbe del Oriente cubano se vive por trigésima novena ocasión la Fiesta del Fuego, festival de las artes del Caribe que reúne en una apretada agenda, desde el pasado miércoles 3 hasta el martes 9 de junio, representaciones teatrales y danzarias, manifestaciones musicales, exposiciones de artes plásticas, recitales de poesía, foros académicos, talleres de religiosidad popular y animación cultural, y desfiles callejeros.

Todos, sin embargo, coinciden en que para que la cultura florezca, debe haber un clima de paz, armonía y entendimiento humano que la favorezca. A esa comprensión no es difícil arribar por estos días, en los que, como ha dicho el sociólogo Orlando Vergés, director de la Casa del Caribe en Santiago de Cuba, la actual administración estadounidense intenta reanimar la Doctrina Monroe, concebida en 1823 y sintetizada en la frase “América para los americanos”, bajo el supuesto de que América Latina y el Caribe deben responder a los intereses y apetencias de los (norte)americanos.

Al respecto, Vergés recordó a los participantes en la jornada inaugural de la Fiesta del Fuego que “el pueblo cubano y las instituciones del país expresan su repudio al recrudecimiento del bloqueo del gobierno norteamericano contra Cuba; y les puedo asegurar que no vamos a devolver lo que hemos adquirido por la vía revolucionaria y en correspondencia con nuestro derecho como nación de nuevo tipo. Nadie negocia lo que ha conquistado con sacrificio y por un bien común, no pocos amigos de otras latitudes han expresado su rechazo a esa nueva escalada injerencista. Nosotros anticipamos encontrar en ustedes el mismo comportamiento, convencido que en la cultura popular se resumen las más extraordinarias aspiraciones libertarias y de solidaridad humana, cuidando celosamente de la unidad”.

Los primeros compases de la Fiesta del Fuego, con las calles santiagueras tomadas por el más legítimo jolgorio, verificaron cómo no siempre los tambores tienen que tocar para la guerra. En Santiago comenzaron a batir los parches para la paz, y a la vez, hacer firme los valores de la resistencia cultural.

Quienes por años hemos respondido a la convocatoria de los pueblos caribeños en la urbe oriental, honramos la memoria del fundador del Festival del Caribe, el desaparecido intelectual y promotor Joel James Figarola, que siempre confió en el fuego purificador de la sabiduría popular para no permitir que ningún tipo de bloqueo pueda mellar el filo de la creación cultural.

A tono con la memoria y la actualidad, los participantes en la Fiesta del Fuego 2019 suscribieron un llamamiento que en una de sus partes proclama:

“La cultura popular y sus grupos portadores, esencia del ser humano, nos privilegia y enriquece. Nos enseña lecciones que vienen de antaño para la conservación del patrimonio del espíritu. Saberlo nos permite entender que sin esa conciencia no existiremos, ni sobreviviremos. Creemos en los puentes y no en los muros. Creemos en los humildes de la Madre Tierra, en los sucesivos nacimientos de los pueblos. Nos sobrecoge el gemido del planeta que sangra, de las tierras nuestras que otros creen propias. Creemos en el valor de la canción que testimonia las batallas; en el mensaje que nos envía un niño masacrado, una especie desaparecida, una persona humillada por su color, su origen, su género, su elección de vida”.

El documento puesto a circular convoca “a los hermanos y hermanas del Caribe, a Nuestra América, y a quienes en el norte de América, el mundo todo, deban y puedan condenar el bloqueo a Cuba, recrudecido ahora con la aplicación del título III de la ley Helms Burton; a la solidaridad mundial contra la agresión al pueblo y gobierno legítimo de Venezuela, de Nicaragua y a todos los proyectos sociales que tienen como centro al pueblo, y no a las minorías enriquecidas con la explotación de esos pueblos”.

Y concluye: “No existen, amigos y amigas del mundo, más que seres humanos conviviendo en una casa común, aunque los enemigos de la belleza” quieran hacernos creer en paredes, muros, separaciones, individualidades, por medio del miedo, apelando a la mentira repetida una y mil veces, a amenazas, incluso a la creencia de que ese ‘otro’, igual a nosotros, es nuestro enemigo. No es posible amar al captor, al que cree que su riqueza está en nuestro subsuelo y presenta nuestras tradiciones como su folclor de feria; al que construye los muros, reales y virtuales, al que cerca un país, una isla, un sueño, en nombre de su ambición, en nombre de su odio a la idea martiana de vivir con todos y para el bien de todos”.