Cultura

Acoso

Ivi May Dzib

Ficciones de un escribidor

II

Durante los siguientes diez días tendría que conseguir la manera de suministrarle la medicina al animal; traté con perros cuando era niño, por lo general procuro no acercarme a ellos, me molestan sus ladridos, sus llantos, su efusividad y su peso, las razas pequeñas tampoco me atraen porque pareen más unos peluches que se mueven con pilas que animales, así que no tenía mucha idea de cómo hacerle para evitar una mordida mientras administraba el fármaco. En esta vida todo lo resuelves con un tutorial, tú lanzas una pregunta por internet y en seguida obtendrás una respuesta; recuerdo que una vez se me rompió la bolsa de papel de unas palomitas de microondas, pero en vez de tirarla pensé meter la bolsa en una olla y meterla al horno, luego intuitivamente pensé que esa podría ser una mala idea, así que para salir de dudas pregunté por Internet y me di cuenta que pude haber provocado un accidente grave, ahora cada vez que quiero evitar un accidente y tengo dudas pregunto a la red, así que lo mismo hice esta vez para saber qué hacer con el perro. La cosa era muy sencilla, sólo se trataba de mezclar los fármacos con alimento para que el animal comiera ambos y sin que se diera cuenta ya se estaba medicando.

Así lo hice por unos días, luego hubo un puente laboral y en vez de trabajar toda la semana tenía libre jueves, viernes, sábado y domingo. Le daba las medicinas al perro cuando llegaba de mi trabajo, como a eso de las nueve de la noche, a esa hora ya me estaba esperando en la puerta moviendo la cola de manera efusiva pensando que lo estaba consintiendo con la cena cuando en realidad sólo estaba tratando de evitar que el dinero pagado al veterinario no rindiera sus frutos. Los problemas serios comenzaron al día siguiente.

Al empezar mis vacaciones o más bien el llamado puente vacacional, decidí quedarme en casa, no soy mucho de salir y más con la vida solitaria que llevo, me acostumbro a ver televisión, leer un libro, preparar la comida, pongo cierto tipo de orden ya que vivir con los gatos me obliga a ello, aunque debo confesar que a veces me rebasa la situación por lo que la casa no está necesariamente limpia. Tenía ganas de salir a caminar, respirar un poco de aíre puro, ya que el aíre acondicionado de la oficina me estaba asfixiando, a pesar del calor que predomina en esta ciudad. Me puse unos tenis y salí de casa como a las cinco de la tarde, el perro estaba en la esquina, como si me estuviera esperando, movía la cola, lo primero que hice fue fingir que no lo conocía, así que me dirigí a mi destino sin siquiera mirarlo, él decidió seguirme, brincaba y festejaba en todo el trayecto; no lo veía, seguía en mi indiferencia, al llegar al parque noté que era imposible caminar sin tenerlo pegado a mi cuerpo, entonces decidí escapar y me metí en el área de juegos infantiles, el cual tenía una puerta que cercaba el área de la parte exterior del parque. Craso error, el perro se quedó llorando fuera del área de juegos y desesperado buscaba cómo entrar, ladraba de manera lastimera, pensé que duraría poco tiempo en ese estado, pero ya habían pasado diez minutos que para mí fueron eternos y no dejaba de llorar, los padres y las madres de familia me miraban con desprecio, hubo quien preguntó si era mi perro el que estaba afuera, dije que no, que sólo me seguía de manera insistente, una niña se puso en el umbral de la puerta para consolarlo, lo que me causó cierta incomodidad, así que decidí salir de ahí y regresar a mi casa, pero antes pasé al Oxxo de la esquina para tomar un refresco, el perro estaba en la puerta del negocio y cuando un cliente entró de manera descuidada el perro aprovechó para reunirse conmigo, los encargados de la tienda me preguntaron si era mi perro, porque en el establecimiento no están permitidos los animales, lo volví a negar, sacaron al intruso pero no tardó ni tres minutos en entrar de nuevo, ya harto de no poder tomar mi refresco con tranquilidad, me retiré de ahí para ir de nuevo a mi casa, antes pasé a la panadería para comprar un pan francés que me serviría para la cena, la situación se repitió, así que hice la compra con prisa y me dirigí de nuevo a mi hogar, llegué y cerré la puerta, me di cuenta que estaba siendo rehén del animal y que mi vida no iba a estar tranquila hasta que pusiera una solución, pero ¿cómo le haces entender a alguien que no escucha razones que no quieres que esté contigo? Había que ponerle solución al problema, porque era jueves y las vacaciones no pintaban nada bien.

Continuará.