Jorge Cortés Ancona
En Yucatán, a fines del siglo XX, se vivía cierto fervor en la imbricación de arte y vida, pero esa pasión degeneraba en malos ratos, en desahogos y exacerbaciones, que varias veces terminaban con violencia. Esa idea de vivir el arte, que ahora hubiéramos preferido más racional y mesurada, estaba muy lejos del actual mundo de melcocha, con dispersiones y alejamientos de la realidad.
En una exposición conocíamos gente con interés por entender lo que ocurría en el mundo. Las inauguraciones servían como espacios de encuentro para compartir opiniones. No estábamos en situaciones donde hablar español es la excepción y sin que la gente que presuntamente pertenece al mundo del arte tenga interés por relacionarse con otras gentes que sí forman parte de ese mundo.
Hubo instituciones y medios que contribuyeron a cambiar esas circunstancias. Una fue la Facultad de Arquitectura de la UADY, donde varios artistas visuales laboraban y en la cual predominaba un pensamiento más abierto que en otros sectores educativos de Yucatán, gracias a lo cual ha sido un centro generador de proyectos artísticos y sede de exposiciones.
Relevante fue también el área de Acción Cultural del ISSSTE, que a nivel nacional había desarrollado una intensa actividad artística con giras de cantantes, teatreros y escritores, así como exposiciones de piezas originales o de reproducciones de la historia del arte. Uno de sus problemas en nuestra entidad era que su infraestructura inmueble era sumamente limitada y se veían obligados a recurrir a los teatros y centros de educación artística del Instituto de Cultura de Yucatán, que aprovechó capitalizar como propia esa amplia tarea de la institución federal.
Años después de ese auge, se mantuvieron proyectos de interés. Recuerdo que en la Facultad de Arquitectura se montó en 1992 una exposición de gráfica mexicana con obras de Aceves Navarro, Gironella, Rojo, Felguérez, García Ponce, Carmen Parra, Nunik Sauret y muchos pintores más. Algunas muestras de los neomexicanistas también circularon por varias sedes alternativas. Algo de eso quedó cuando me tocó laborar en esa área, cuando hubo ocasiones en que no sólo se carecía de recursos sino que había un sobregiro equivalente a una camisa de fuerza. La tarea derivaba entonces al enfoque didáctico, llevando exposiciones de piezas originales y de reproducciones o charlas con diapositivas analógicas a escuelas de Mérida y a otros municipios de Yucatán.
Muy importante fue el surgimiento del diario POR ESTO! en 1991, con una libertad de lenguaje y una irrupción de temas que no se había dado antes. La cultura se vio beneficiada, como fue el caso de las artes visuales, y en general el periodismo de Yucatán se vio obligado a hacer cambios, aunque fuera mínimos, en diferentes aspectos. Todo ello contribuyó a combatir los problemas de censura del momento.
La relación de los artistas visuales con los escritores dio lugar a exposiciones, libros y proyectos culturales. La amistad que pintores y fotógrafos tuvieron con Eduardo Luján Urzaiz, Manuel Calero, Roger Campos Munguía, Carolina Luna, Jorge Pech Casanova, Gerardo Rod (que también era fotógrafo) y Joaquín Tamayo, entre otros, fue fructífera para ambas disciplinas.
También se vivían cambios en el teatro a la vez que la danza contemporánea surgía como una manifestación renovadora. Algunos de los performances de esos años estuvieron a cargo de gente de teatro y sobre todo de danza contemporánea.
Eran tiempos en que terminamos por darnos cuenta de la fragilidad de un campo artístico apenas incipiente. Donde hacer crítica era complicado, primero por el malentendido de que equivalía a una evaluación destinada a decidir qué era bueno y qué era malo. En segundo lugar, porque ante las condiciones precarias de los artistas visuales que se arriesgaban a vivir sólo de lo que pintaban o fotografiaban artísticamente, hacer un comentario negativo podía ser altamente dañino en lo económico y en lo anímico no sólo para ellos sino de rebote para toda la colectividad artístico-visual. Aún recuerdo, días después de un comentario periodístico negativo, el coraje contenido de un pintor mientras bebíamos de cantina en cantina con otras personas hasta que ya no pudo más y me espetó: “Me rompiste la madre, cabrón. Me rompiste la madre”.
Se intentó que las artes visuales yucatecas de esos años tuvieran un lugar visible a nivel nacional. Se logró en algún momento en el caso de la fotografía. Pero a la larga no se logró ningún otro avance real. Con los años me he dado cuenta de que la cultura promovida desde la capital mexicana es un campo minado, lleno de intereses políticos y económicos, con redes de parentescos y de conveniencias, y donde la producción cultural de la mayoría de los estados del país no tiene cabida. Pretender lograr un reconocimiento crítico e histórico de la capital de la República sería una pérdida de tiempo. Lo mejor será buscar otros espacios y contactos a nivel nacional e internacional, pero ante todo hacerse fuerte en lo interior.
Qué bueno que podamos retomar lo ocurrido en esos años, tiempos de abrir caminos que no siempre han tenido la fluidez, las secuencias y los alcances que hubiéramos deseado, pero que dieron pie a un crecimiento en muchos aspectos sociales y culturales. Tal vez se falló en la consolidación de un campo artístico, en lograr que quienes trabajan para la cultura pudieran tener una actividad laboral constante y autosuficiente en sus propias disciplinas, sin tener que depender de dádivas gubernamentales o de lo que algún mecenas se digne aportar. Pero se logró un conjunto de obras, imágenes y proyectos que siguen diciendo mucho a los espectadores de los tiempos actuales.