Cultura

Pontifical

Manuel Tejada Loría

Juegan a trágicos estos farsantes.

Antonio Marente

El aguerrido ardor de los días huraños,

aquellos que deslavaron hígado y páncreas

en sesiones interminables de ignominia,

que aún esbozan luchas con los puños cerrados, sí,

pero también con las orejas,

dispuestos a todo a cualquier precio,

menos a escuchar.

Bifurcado, mas nunca en disyuntiva

por decoro, mas nunca en congruencia,

la doble moral acomoda el rigor

de la necedad más apremiante,

la que siempre es personal, por supuesto,

aunque en nombre de la Paz y la Libertad

se socaven amistades, se agrieten

destinos y colectividades.

De tanta obediencia y mortificación al ego

porque al final es sólo eso,

algún día brotará la estola divina del Elegido

aquél que de tanta conciencia,

una tarde defectuosa de verano

se sobregiró de amor hasta quedar

de rodillas ante el buró de crédito.

Son, ante la luz y el mundo,

los rituales del odio,

es la perpetuidad de la violencia

que como un virus,

fecundó cepas milenarias

de embuste y desdén.

Pero no olvidemos el agregado del viejo Karl,

porque la historia, de tragedia

y farsa,

no pasará.

Todo lo demás es bruma.