Por Manuel Tejada Loría
Notas al margen
Noventa y tres años se cumplieron del nacimiento de Fidel Castro el pasado 13 de agosto. Resulta sorprendente, y al mismo tiempo alentador, que se le recuerde en diversos espacios, que sobre todo se reflexione su papel en la historia, ya que dejó una profunda huella en el pueblo cubano y una impronta personal que reconoce el mundo entero. Y digo alentador porque las redes sociales están permitiendo que se conozcan sus hechos y su palabra a través de videoclips que retoman varios episodios de su andar revolucionario.
Uno de esos videos, por ejemplo, recupera una rueda de prensa en Venezuela, en febrero de 1989, donde vemos a Fidel Castro responder cabalmente y con una precisión quirúrgica las puntillosas preguntas de una periodista que intentó acorralarlo aquel día en el hotel Eurobuilding de Caracas. “Nosotros no obedecemos órdenes de Estados Unidos”, aclara, “sacaremos [el apoyo] tan pronto nos lo pidan los nicaragüenses”, contesta puntualmente, no sin antes él mismo precisar que en aquel entonces había más personal médico, de enseñanza y salud que asesores militares cubanos apoyando a Nicaragua en su lucha contra la dictadura.
Siempre las respuestas de Fidel Castro llevaron una perspectiva global del asunto en cuestión, lo que permitió en buena medida contextualizar los motivos de sus acciones. Lejos de esa opacidad que acusaron siempre sus detractores, el discurso de Fidel es de una admirable transparencia, claridad y conocimiento, quizá por lo mismo muchas veces sus intervenciones públicas fueron prolongadas y significativas.
El poder del discurso, del lenguaje y la palabra bien utilizados, fue algo más que un fusil que cargó prácticamente hasta su muerte acontecida tres años atrás. Después de la victoria revolucionaria en 1959 supo que una nueva lucha estaba iniciándose: la de las ideas, y para eso la comunicación sería la estrategia eficaz. Desde ese momento fue consolidándose como un hombre de acción y de palabra, la trascendencia de la revolución en el ámbito internacional en parte fue debida a esa capacidad comunicativa que lo caracterizó.
Por eso poco antes de dejar su mandato como presidente de Cuba, a principios de 2007, comenzó a escribir sus Reflexiones, una columna periodística que prácticamente se publicaba en varios periódicos de todo el mundo y en distintos idiomas. Hasta ese punto de su vida, a sus 81 años, y después de tantas décadas de hacer (y un hacer histórico, además), para Fidel Castro había llegado el momento de comenzar a decir, pues aunque sus acciones fueron siempre su mejor manera de decir, y eso creo que nos queda muy claro, el ejercicio intelectual de la escritura sería una consecuencia natural de su trascender revolucionario.
Con una prosa fina como su crítica, Fidel Castro Ruz, como firmó dichos textos, repasó acontecimientos actuales y del pasado, incluso en una suerte de retroalimentación histórica. La lectura de sus Reflexiones, también publicadas en su momento por POR ESTO! son realmente una cátedra de periodismo de opinión, verdaderas muestras del género ensayístico. Un deleite que, desde luego, muchos de sus lectores echamos de menos.
Cierro esta reseña por su natalicio precisamente con una de sus Reflexiones, donde refiere y cita un poema de Nicolás Guillén, publicado el 17 de junio de 2012:
“Salud Guevara!
O mejor todavía desde el hondón americano:
Espéranos. Partiremos contigo. Queremos
morir para vivir como tú has muerto,
para vivir como tú vives,
Che Comandante, amigo.
Hermosos versos finales del Poeta Nacional.
Junio 16 de 2012
3 y 5 p.m”.