Cultura

Caballero por el cine mexicano

Pedro de la Hoz

Antes y después del Oscar, los elogios de la crítica y la alta cotización en el mercado laboral de su especialidad, Eugenio Caballero siente que se debe al cine mexicano. Quisiera que el público se reencontrara con la pantalla doméstica, que los distribuidores fueran más consecuentes con la producción nacional, que cuando los suyos vieran una película donde intervengan manos y mentes mexicanas, vivan o trabajen fuera o dentro del país, sintieran orgullo por una cinematografía que se ha ido reinventando en los últimos tiempos en lucha constante contra tormentas y vendavales.

De esto y mucho más habló al ser entrevistado por la cadena televisiva internacional Russia Today, en una conversación que partió del aprendizaje creativo que supuso la escenografía y ambientación de Roma y derivó hacia el respeto y consideración suya hacia Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro, con quienes ha hecho equipo, pero también hacia un cineasta como Carlos Reygadas, que a pie firme desarrolla su labor en México.

Algo de esto había adelantado cuando en enero pasado, a raíz de la nominación de Roma al Oscar, se remontó en una plática con la prensa a sus comienzos en el arte cinematográfico: “Sólo había seis películas; ahora, hay 160 por año. El problema es que no se cumple el ciclo, que es cuando se conecta con el público, cuando llega a la audiencia. Hay un enorme problema de exhibición y distribución en México, se hace más cine del que se exhibe y la película que lo logra es con condiciones muy desfavorables”.

Caballero ha dignificado no sólo en México sino en América Latina una profesión creativa: la dirección de arte en el cine. Los realizadores no pueden prescindir de un colaborador que es mucho más que un escenógrafo o un decorador.

Un intento de definir esta especialidad apunta a la capacidad de un profesional para diseñar, producir y orientar estéticamente una producción de cine; que sabe interpretar un guión y plasmarlo creando universos visuales con elementos estilísticos y recursos artísticos adecuados. En los planes curriculares, las academias de formación para esta industria insisten en el dominio de la estética visual integral del cine y los medios audiovisuales y la dotación de herramientas para generar escenografías diferentes, crear locaciones con estilo, recrear diversos ambientes y caracterizar adecuadamente un personaje con el vestuario, peinado y maquillaje.

El laureado cineasta mexicano ofrece una conceptualización muy precisa: “Lo importante de mi trabajo radica en crear emociones visuales”. Vaya si lo ha logrado. Luego de combinar estudios de historia del cine y del arte, que lo llevaron a Florencia en Italia, al regresar a México comenzó la carrera desde abajo: cortometrajes, asistencias de producción, trabajos escenográficos, videoclipes, arduo trabajo subalterno en el que iba haciéndose de un oficio y, más importante aún, una idea de lo que quería aportar al cine.

El primer largometraje en el que intervino como diseñador escenográfico fue Katuwira: donde nacen los sueños (1996), coproducción hispano-mexicana, a cargo de Iñigo Vallejo Nájera. El último, como producto terminado, Roma, del cual confiesa que tuvo que levantarse prácticamente de cero, porque, a diferencia de otras experiencias, nunca tuvo el guión en sus manos, sino más bien conversaciones y entendimientos con el director, y vivencias compartidas: aunque Caballero es once años menor que Cuarón, ambos conocieron la Colonia Roma, de la capital mexicana, casi en la misma época. Los abuelos de Caballero residían allí.

Para mayor dificultad, Ciudad de México ha cambiado tanto en el último medio siglo que Caballero tuvo que reconstruir la imagen de época para la filmación. La avenida Insurgentes que recordaba se edificó en un baldío del perímetro urbano y eso le llevó nueve meses. Por demás, el filme era en blanco y negro, lo que implicaba otros desafíos en términos de composición visual.

Hollywood se rindió a los pies de Caballero en 2007, al otorgarle el Oscar por la dirección de arte de El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro. Nunca antes se había adentrado en un universo fantástico, pero atento a las indicaciones de Del Toro, se empleó a fondo y supo conectar con la imaginación del director mexicano.

Con Roma volvió al origen. Se ha dicho que inventó la ciudad soñada por Cuarón y él lo niega, pues afirma que no hizo más que ser fiel a la memoria y a la sensibilidad.

Eugenio Caballero no cree que un premio le haga distinto. “Sigo adorando hacer mi oficio, me voy a morir trabajando, es lo que quiero, siento que lo mejor está por venir, no quisiera retirarme, sigo como este jovencito que se prendía viendo y haciendo las películas y yendo a trabajar a un set, siento el mismo gozo”.