Cultura

Ecos de mi tierra

717 Yo salí de las entrañas Yo salí de las entrañas del valle donde la brisa se embriaga con la sonrisa esmeralda de las cañas. Yo vengo de las montañas seguras como baluartes, yo traigo los estandartes de los sueños campesinos, llego de largos caminos; yo vengo de todas partes. Yo vengo de aquellos lares donde salta el arroyuelo, donde es más azul el cielo y más verdes los palmares. Con mis sencillos cantares siempre digo lo que soy, nadie piense que yo estoy con dudas, sin decidirme, yo vengo del monte firme y hacia todas partes voy.

Rústicos predios labré, ingratos por ser ajenos y sus fértiles terrenos de sangre y sudor bañé. De los abusos que sé, la remembranza me aterra, yo sé la virtud que encierra la moral del campesino, yo compartí mi camino con los pobres de la tierra. Yo sé de la edad pasada, del error y de la merma de la República enferma, cobarde y mediatizada. Yo advertí la mascarada de los señores huraños, supe los burdos amaños de los tratantes mezquinos, y de los rubios vecinos yo sé los nombres extraños.

718 Mi juventud la pasé Mi juventud la pasé por las calles de Cupido, treinta novias he tenido y otras tantas que olvidé. El amor siempre llevé latiendo en mi lado izquierdo y ahora cuando me pierdo en nostálgica ilusión perfuman mi corazón las flores de mi recuerdo.

Dalia, una rubia bonita, simpática y atractiva, a veces algo impulsiva, fue mi primer noviecita. La desprecié por Rosita, una chinita que estaba como me la recetaba el médico de mi hogar, la tuve que abandonar porque el padre… “no tragaba”.

Después fui novio de Hortensia, de Adelfa, de Margarita, de Gardenia, una gordita que era toda una eminencia. Así llevo a mi experiencia toda esa gama secreta y me peleé con Violeta que estaba requetebuena, porque era mucha escultura para tan poco poeta.

Y viviendo a plenitud entre flores y mujeres, aprendí de los placeres, supe de la ingratitud; mi entusiasta juventud se fue transformando en ruinas, y hoy que voy por las esquinas del amor como un demente, de mi jardín floreciente sólo me quedan espinas.