Cultura

Georgina Rosado Rosado

Mi homenaje a Rosario Castellanos…

Cuando la escritora Rosario Castellanos escribió su libro “Mujer que sabe Latín…” en 1973, lo hizo animada por sus extensas lecturas sobre tema históricos, filosóficos y literarios, pero también alentada por su propia experiencia personal. Ella logró vincular magistralmente los conocimientos y teorías encontrados en los textos con lo que ocurría en las agitadas décadas de los sesenta y setenta, caracterizadas por la importancia que adquirieron en el espacio público diversos movimientos sociales, estudiantiles, indigenistas, por la paz y sobre todo feministas.

No podemos obviar que los años sesenta fueron de intensa agitación política y las mujeres mexicanas no estuvieron al margen. Después de logrado el sufragio en 1953 y la extensión de sus derechos políticos muchas se vincularon a un movimiento internacional, el feminismo, que en aquel entonces se enfocaba a lograr para las mujeres la igualdad en todos los espacios sociales, económicos, políticos y culturales. Pero también los sesenta y setenta fueron décadas donde los grandes medios de comercialización impusieron, a través de la comunicación, estereotipos de belleza y formas de realización a las mujeres, por supuesto con enfoques patriarcal, clasista y racista.

Como resultado de todo ello la vida cotidiana de las mexicanas de esa década estuvo marcada paradójicamente por ambas influencias, la de los movimientos de liberación, así como la de las campañas de medios para imponer ideologías patriarcales capitalistas. Como resultado de lo anterior compartieron espacios, tanto las que reprodujeron fielmente los estereotipos y sucumbieron ante el dominio patriarcal, como las que, como Rosario Castellanos, rompieron esquemas y cuestionaron a través de sus obras literarias y la dramaturgia la dominación sufrida por las mujeres a través de la historia y en la vida cotidiana.

Refiriéndose a la dominación sufrida por las mujeres a través de la historia, de aquello que Marcela Lagarde llamaría décadas después “los cautiverios de las mujeres”, Rosario escribió: “cuando no se le encierra en el gineceo, en el harén a compartir con sus semejantes el yugo de la esclavitud, cuando no se le confina al patio de las impuras; cuando no se le marca con el sello de las prostitutas; cuando no se le doblega con el fardo de la servidumbre; cuando no se le expulsa de la congregación religiosa, del ágora de la política, del aula universitaria”2.

Sin embargo, ella es magnífico ejemplo de una realidad alterna, ya que adquirió un gran conocimiento científico y humanístico, inusual para las mujeres de su época, y además consiguió independencia económica y notoriedad política. Se graduó como maestra en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México, obtuvo diversos títulos y, entre otros trabajos, se desempeñó como titular de la Dirección General de Información y Prensa de la UNAM, y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras.

Sus triunfos y avances, como sucede con las mujeres exitosas de esa época y de ésta, tuvieron como consecuencia el castigo que el patriarcado reserva para las mujeres que se atreven a brillar y romper esquemas. Y en su caso vino de quien generalmente lo materializa: su pareja, quien se encargó de cobrar la factura con desamor, infidelidad y abandono. Ella vivió en carne propia aquel refrán que la inspiró para escribir su libro; “Mujer que sabe Latín, ni tiene marido ni tiene buen fin”.

Esa situación que vivió Rosario, de abandono y desamor, nos remite 40 años antes, a las preocupaciones de algunas participantes del primer Congreso Feminista de México realizado en Yucatán en 1923. Las profesoras ilustradas que lo organizaron estaban convencidas de que la educación, la literatura, el arte y el acceso a la formación científica era la vía más rápida y segura para romper cualquier tipo de desigualdades, entre ellas las que como mujeres padecían. Sin embargo, no faltaron aquellas previsoras que se manifestaron preocupadas por las consecuencias que el liberarse traería a sus vidas personales y, sobre todo, a sus relaciones amorosas. Francisca García Ortiz lo expresó así: “Es un hecho que una mujer ilustrada difícilmente se casa, necesita mucha suerte. Por eso creo que sale sobrando que a ellas se les instruya más y más, pues estos conocimientos son una valla para su felicidad”3.

Por supuesto que cuando Rosario Castellanos habló de saber latín, no sólo se refería a un tipo de conocimiento sino a todo aquello que permite a las mujeres romper los estereotipos y vincularse a nuevos espacios físicos o metafóricos. Su preocupación estaba basada en una realidad, el castigo que sufren las mujeres que se atreven a romper con las estructuras de poder que mantienen vivo al patriarcado.

¡Ay Rosario! tu prolífera imaginación traducida en letras de rebeldía, que permitió a través de la imaginación visualizar un mundo alternativo, un camino a seguir donde las mujeres no sólo somos víctimas pasivas del patriarcado, sino constructoras de nuestro propio destino, no pudo concebir la realidad más cruel posible. Hoy tu frase se transforma en una realidad sangrante y aterradora: “mujer que sabe latín se casa y tiene el peor fin”. Así, innumerables mujeres que sí se casan pero deciden romper con las relaciones de dominio y violencia que padecieron sus madres o sus abuelas con sus parejas, transformando con esto los estereotipos y mandatos sociales, sufren hoy las peores consecuencias.

Daniela de Xpechil acudió a las 7:30 de la mañana a comprar sal a la tienda y la interceptó su esposo a quien ella abandonó por los malos tratos que éste le daba, después de recriminarle el haberlo dejado le dio dos machetazos en la espalda, ella pese a esto pudo correr una cuadra hasta la casa de una vecina. Llegó, golpeó la puerta, su amiga le abrió y ella la abrazó mientras le suplicaba que la ayudara porque la querían matar. Daniela pudo ver la mirada aterrada de su amiga que observaba el machete que se clavó nuevamente, repetidamente en aquel cuerpo que perdió la fuerza y se desplomó en el quicio de su puerta. Fue en el municipio de Peto donde ocurrió esto, uno de los innumerables feminicidios que ocurren en México y Yucatán. Cuento esta terrible realidad que quizá hubiéramos preferido no escuchar, porque hoy las mujeres que saben latín, las que rompen estereotipos trabajando en las maquiladoras, obteniendo grados universitarios o participando en la política, lo de menos es que se queden solteras o sean abandonadas, lo demás es que las maten.

Rosario, cómo decirte que ese mundo que ayudaste a construir con tus letras generó el odio de quienes al perder sus privilegios deciden optar por matarnos, que los cambios a favor de los derechos de las mujeres, la construcción de nuevas feminidades, no implicó como contrapartida la construcción de nuevas masculinidades.

Pero ¿cómo inició esta terrible realidad? esta naturalización del dominio y violencia contra las mujeres. Rosario Castellanos, en su libro nos explica que la subordinación de las mujeres inició con el dominio de nuestros cuerpos, cuerpas dirían las jóvenes feministas para enojo de los defensores del lenguaje patriarcal. El ideal de belleza construido por la sociedad patriarcal sirvió para todo, menos para amarnos a nosotras mismas; obesas o flacas, pálidas, curvilíneas, con caderas y senos que anuncien una exitosa maternidad, o delgadas para demostrar nuestra vulnerabilidad que alienta ese sentimiento protector del machismo benévolo que acuñó aquella frase: “a la mujer no se le toca ni con el pétalo de una rosa”. Lo que, les advierto, no aplica a las irreverentes que andan quemando cosas y grafitiando monumentos históricos, a esas que las quemen, dicen los “buenos ciudadanos” del patriarcado.

Pero nuestras cuerpas no son sólo moldeadas por el patriarcado, sino también por el colonialismo. Patriarcado, capitalismo y colonialismo son sistemas que se retroalimentan y que nos condenan a vivir bajo esquemas estéticos y éticos que nos derrotan desde adentro. Cuando nos sentimos feas, tontas, plagadas de culpas, nos llaman gusanas y nos arrastramos. Aquello que nos obliga a aclararnos el cabello, alisarlo si somos mulatas y gastar un montón en cremas y maquillajes para parecernos lo menos posibles a nosotras mismas. Negarnos a nosotras es el grado más profundo de nuestra dominación, amarnos es el primer y más contundente paso a nuestra liberación.

Pero dice nuestra querida autora Rosario Castellanos que fue la lectura y la escritura lo primero a lo que tuvieron acceso las mujeres en su proceso de liberación y nos enumera una serie de autoras que, o bien exaltaron las virtudes convencionales femeninas, la ética impuesta, o por el contrario rompieron con aquellos estereotipos que nos mantienen atadas al dominio y la infelicidad. Y para mi sorpresa en su lista encontré a Corín Tellado como un caso típico de lectura dirigida a mujeres, varias generaciones leímos su suplemento en la revista “Vanidades” y nos emocionamos con aquellas descripciones de hombres ricos y poderosos que “subyugaban” a las mujeres con besos prolongados “a plena boca” que literalmente lograban desvanecerlas en sus brazos. Pero no se rían jóvenas, que “50 sombras de Grey” no es una propuesta muy diferente a esa clase de enamoramiento femenino. Ese amor romántico que nos convence a través de novelas, canciones, películas y poemas de entregarnos “libremente” a los antojos, caprichos y perversiones de un ser que transpira masculinidad a través de sus actos de dominación. Y todavía nos preguntamos por qué un joven universitario no entiende que un beso forzado es acoso sexual, pues que ¿no así lo hacían Pedro Infante o Jorge Negrete con las mujeres que, después de forcejear con ellos, finalmente caían rendidas a sus pies?

Pero fue el arte, la literatura, la fotografía, la pintura, la dramaturgia, todo lo que nos permite tener vida y rebelarnos, las que curan las heridas y permiten sobrevivir a pesar de nuestras propias contradicciones y tropiezos, salir de nuevo a la palestra, fuertes y armadas, para enfrentar al patriarcado. Rosario nos convocó con su obra “El eterno femenino”, donde recreó mitos y personajes históricos femeninos desde Eva, la Malinche, Sor Juana, doña Josefa Ortiz de Domínguez, la emperatriz Carlota, Rosario de la Peña y Adelita, a modificar y rectificar la historia oficial de México, protagonizada y escrita exclusivamente por hombres, transformando el imaginario colectivo convirtiendo lo negativo en positivo, el estigma en rebeldía.

Es verdad, las mujeres hemos sido víctimas del patriarcado, pero no hemos sido pasivas ante ese sistema de dominación, construidas solamente al antojo y necesidad del otro. La resistencia, la lucha ha sido y sigue siendo nuestro signo. Negar el protagonismo de las mujeres ha sido tarea de muchos escritores misóginos; nuestra tarea es, siguiendo a Rosario, revertir la historia a través de las artes y de la ciencia con una perspectiva de género.

Por eso, no creo inútil la tarea de rescatar figuras ignoradas o disminuidas por la historia androcéntrica. Sobre todo de aquellas que sufrieron el estigma, además de ser mujeres, por ser indígenas, y que aún así se enfrentaron al sistema capitalista opresor que es anti mujeres, anti niñ@s, anti indígenas, anti trabajador@s, anti montes, anti agua y sobre todo anti vida. Reivindiquemos a nombre de Rosario Castellanos a mujeres como Felipa Poot y María Uicab, que armadas, no con flores ni diamantina rosa sino con rifles, sembraron vida. Sí, armadas hasta los dientes, Uicab comandó incluso compañías guerrilleras, pero ambas, les recuerdo, organizadas planearon estrategias y estaban acompañadas por sus aliados hombres.

De la extensa y admirable biografía de Rosario Castellanos se ha dicho mucho, pero quiero referirme a un hecho, divorciarse le dio la oportunidad de hacer algo valiente y osado, participar en política, así fue nombrada embajadora de México en Israel en 1971, en aquella década de los setenta cuando eran muy pocas las mujeres que lograban acceder a un puesto de poder. La política no deja lugar para la pureza, decía Platón, y es que ese filósofo misógino que nos consideraba hombres incompletos no llegó a conocer lo que era, en los setenta y es ahora, en México, la política. Las estructuras del poder político son ámbitos androcéntricos, pragmáticos y que algunos definirían como sucios, lo cual resulta paradójico porque si algo se exige a las mujeres para ser veneradas y perdonadas, por ser el origen de la perdición de la humanidad, es mantenerse inmaculadas en cuerpo y alma. No es casual que a las mujeres que delinquen se les impongan penas mayores que a los delincuentes varones y que los jueces las castiguen con mayor dureza. Lo mismo pasa en la política, donde se aplican dos pesas y dos medidas para juzgar las faltas de las mujeres y los hombres.

Requerimos entonces imaginar nuevas realidades, recrear la historia y también el presente, tal como lo hizo Rosario Castellanos, dando nuevos contenidos a lo femenino. Atrevámonos a darnos el lugar que nos corresponde en el lenguaje y en las imágenes, porque lo que no se nombra ni se visualiza, e incluso, se niega, debilita aquello que se quiere transformar y que requiere la fuerza de la imaginación, la palabra y la acción. Cuando en nuestros textos académicos y literarios, en obras teatrales, las mujeres hablamos, nos rebelamos, nos transformamos a nosotras mismas y a la sociedad donde vivimos, estamos construyendo una nueva realidad. Una realidad alterna, donde vivamos felices, libres y en plena igualdad. Invito a todas a ser Rosarios Castellanos, transformando con nuestras voces el mundo.

1 Ponencia presentada en el 5to Encuentro Internacional “La Mujer en la Escena Teatral Latinoamericana 2019”, en la Mesa Mujer que sabe Latín …Rosario, luchadora en las artes y la cultura.

2 Castellanos Rosario, Mujer que sabe Latín, SepSetentas Primera edición 1973, México, página 3

3 El Primer Congreso Feminista de Yucatán, celebrado del 13 al 16 de enero de 1916: Convocado por el Gobernador y comandante militar del Estado General D. Salvador Alvarado. Anales de esa memorable asamblea Mérida Yucatán. 1975, Mérida, Talleres Tipográficos del Ateneo Peninsular, Facsimilar publicado por el voluntariado del INFONAVIT en el Año Internacional de la Mujer.