Cultura

Microteatro

II

La privacidad de la sexualidad de pronto se ha vuelto pública, y más que gozosa, morbosa. Mostrarnos a los demás sin ropa, y desnudarnos la moral, es todo un rito contemporáneo que practican casi todos los jóvenes actualmente, ante el aplauso de la sociedad.

Los padres lo han hecho, al hablar de sexo indiscriminadamente, sin ningún patrón científico, físico o sentimental, simplemente hay que decir que “coger” es fornicar y se amanceban sin ton ni son, porque así se usa y ¡YA!

La exploración del cuerpo de la pareja, es todo un rito y un acto poético y maravilloso, interminable, el cuerpo por sí sólo tiene todo un mundo de expectativas. Lo que lo limita es la imaginación y la educación sexual del individuo.

En dos de las obras de microteatro se maneja el tema porno en dos variantes.

La primera:, es la historia de una pareja de amigos que comparten vivienda, y lo clásico, la chica es ordenada y el chico es un desobligado valemadrista, que no paga la luz, el agua, la renta ni nada, sólo piensa en sus disfraces de súper héroe, sus cómic y sus fetiches derivados de las historietas de DC, Marvel y algún manga japonés.

La estructuración del personaje del chico, corresponde verdaderamente a la realidad de muchos chavos, chavorrucos y chuchulnenes, que aman las historietas y, si somos realistas, sabemos que las historietas fueron creciendo con las generaciones que hoy cuentan con 50 años y se fueron volviendo más rudas, complicadas en sus historias, más violentas y más sexosas. Haciendo con esto que la literatura per se de ciertas generaciones de chavos y chavas sean las historietas ilustradas, muchas de ellas magistralmente. La revista Heavy Metal, que nació en 1977 basada en la francesa Metal Hurlant, cumplió muy bien su misión de educar visualmente y literariamente a varias generaciones.

La historia gira en cómo pueden resolver estos dos jóvenes su falta de dinero; ella, la ordenada gasta su lana en dildos, él en revistas y fetiches. De pronto se le ilumina la pantalla al cuate y propone realizar una cinta porno, ella se pregunta a quién puede interesarle verlos tener sexo, él trata de realizar su cinta perfecta, ella descarta todo, hasta que por fin se decide y comienza el striptease, él se cohíbe al principio y luego se encaman los dos. Al calor del escarceo sexual se confiesan su mutuo amor.

Es en este final, la verdadera pornografía de la historia, porque es tan cursi y tan “irreverentemente” normal, que es lo que lo vuelve porno leve. Y sube de intensidad cuando al final, al dar las gracias por los aplausos, los actores se tapan con la sábana, para que no los veamos en calzones.

La dirección de esta obra que es ágil, divertida y con buen ritmo se debe a Guadalupe López Ortiz.

Continuará.