Cultura

Ecos de mi tierra

Benito Estrada Fernández

III1724Avance

Besa la arena mi bota,

la montaña allá se aleja,

un baobab que se queja

porque su rama está rota.

El plomo en el aire trota,

el monte al llano detiene,

miro el arroyo que viene

mostrando su lento rito

y siento al mismo Cornito

abrazándose al Cunene.

1725Noche selvática

Vienen las sombras y llegan

desde parajes ignotos

miles de zumbidos rotos

que en las hamacas se pegan.

Los transportadores niegan

con sus hambrientos sonidos

la calma de los oídos,

y en el vaivén de las hojas

se dibujan las congojas

de tenebrosos chillidos.

1726Emboscada

Desgajando los caminos

de la suavidad nocturna

rompe un disparo la urna

que guarda el bosque de pinos.

El rostro de los espinos

pierde en la sombra el color,

y estremeciendo el clamor

de la noche despeinada

el cuerpo de una granada

llena el aire de calor.

Mañana bullen guitarras

entre cantos decimales

desecando manantiales

con la sed de las cigarras.

Las montañas serán jarras

en los versos del poeta,

y la voz de una trompeta

acariciando las olas

besará las amapolas

sobre el sueño del planeta.

1727Despedida

En el jardín donde el viento

desató la enredadera

amanece una bandera

limpia de todo lamento.

Recibe el mar el aliento

de las flores renacidas,

y entre las olas, mecidas

por el sol de la mañana,

avanza la caravana

hacia nuevas avenidas.

Angola nos vio llegar

con el color de la sierra

en un abrazo de guerra

para la guerra matar.

Su selva escogió el cantar

de este verso tributario

que en el gigante escenario

del fusil de la esperanza

llevó las aguas del Cuanza

al Cunene proletario.

Ya se estrecha la bahía

en el casco de la playa

y un cocotero desmaya

sus brazos de lejanía.

Un taller hecho alegría

bate sus manos en arco,

y el sonido, seco y parco,

de las olas en riposta

regresa desde la costa

a las espaldas del barco.

1728Regreso

Ya estás, Cuba, en la ribera

de mis oídos cantando

desde enero y abrazando

el fruto de tu palmera.

Partí una tarde guerrera

con el Turquino en la frente

vestido de combatiente

del socialismo, y regreso

a tu vientre con el beso

del hermano continente.

Partí mirando la Sierra

estirar sobre las olas

sus mil senos de amapolas

para salvar otra tierra.

Ahora los nervios de guerra

que ayer fueron tiradores

regresan a las labores

de los plomos del taller

donde crece otro deber

en nervios trabajadores.

Regreso, patria adorada,

en el cuerpo de esta nave,

que el “Granma” de lleno sabe

su rumbo hacia la alborada.

Regreso cuando el Moncada

abre sus brazos al mar

y pone a multiplicar

por la retina de Abel*

cinco pétalos de miel

en las trenzas del palmar.

*Abel Santamaría, mártir revolucionario cubano a quien sus torturadores sacaron los ojos.