Por Luis Carlos Coto Mederos
Ricardo Riverón
I
Escritor y periodista de la localidad de
Placetas, Villa Clara, Cuba.
Ha publicado obras como Oficio de can-
tar en 1978 y Bajo una luz que no existe
en el 2005. Ha recibido reconocimientos
como el Tercer premio de Décima en el
Concurso 9 de Abril y Premio UNEAC
de Testimonio “Pablo de la Torriente
Brau”, en el 2001. Su obra se caracteriza,
en el caso de la poesía, por el uso fre-
cuente de las estrofas tradicionales, aun-
que en varios de sus libros se acoge a la
versificación libre y la prosa poética.
Nació el 25 de octubre de 1949 en
Placetas, Villa Clara, aunque fue inscrip-
to en Zulueta del Sur, actual provincia de
Villa Clara, Cuba.
Reside actualmente en la ciudad de Santa
Clara.
1729
Patio de sueños
Patio de sueños, inmenso
verde claro en la memoria,
la infancia es una victoria
cuando te canto y te pienso.
Con esta infancia que venzo
al que soy, al que me asalta,
al que descubro en la falta
más pequeña contra el hombre,
propongo elevar tu nombre
desde la cumbre más alta.
1730
Amanecer y ocaso
Amanece en el cordel
donde la ropa a estribor
se embellece con la flor
bordada sobre un mantel.
Un sol invencible, fiel
nos invita a la mañana,
mas yo pienso en cada cana
de mi madre que dibuja
su belleza que se estruja
bajo la luz tan temprana.
1731
Que no soy yo
Un niño que no soy yo
se parece a mi retrato:
tiene en las manos un gato,
los ojos como una “o”.
Sabe la palabra no
(se la enseñó un vagabundo).
Persigue el color del mundo
(me dijo un color redondo)
y asegura que lo hondo
no es igual a lo profundo.
1732
Evocación amarga
Si quisiéramos jugar
a los buenos y a los malos
qué caballo, cuántos palos
vendrían a relinchar.
Mi tomeguín del pinar
–mi saxofón prisionero–
podría decir que enero
–mes de los reyes salobres–
era el tiempo de los cobres
oxidándome un lucero.
1733
Viejo
Andar por tu sombra y ver
cuánto de tu luz había
dentro de mí, fue alegría
pendiente de suceder.
Canciones para vencer
no tuve en tu voz abierta:
nunca franqueaste mi puerta
con árboles y batallas,
y hoy yo callo, porque callas
desde una ventana muerta.
1734
Hijos
Carlos Enrique
Ven al tiempo con el brío
de recordar tu futuro,
crece y combate, seguro
de ser cauce, fuerza, río.
Oye la voz del rocío
(tu propia voz) tan palpable,
tan de flor inmarchitable
como aroma de café
que llega al viento, no sé
de qué bosque indescifrable.
Pablo Javier
El corazón con que nombro
tus ojos, se vuelve seda,
mece una espiga, le queda
grande a mi pecho. De un hombro
me zarpas como el asombro
de atravesar un espejo.
Tú eres mi pecho, te dejo
que me enjuagues con tu espuma.
Tú eres mi nombre: la suma
de mi sombra y mi reflejo.
1735
Búsquedas
(fragmento)
De una imagen
Busca una calle, una puerta
recién abierta a la vida,
ten la brújula encendida
y eternamente despierta.
Firma el acta que concierta
tu alegría desde ahora,
nunca calles cuando llora
la niña de tus dibujos:
la niña de aquellos lujos
donde tu canto se azora.
De una foto
Donde mamá tiene el pelo
como una bandera suelta.
Donde papá –ya de vuelta
de algún misterioso vuelo–
pone los pies en el suelo.
Donde mi hermana en corpiño
le hace a la cámara un guiño
(donde no están los parientes).
Donde sonrío sin dientes
porque sé que soy un niño.
1736
Acuarelas
(fragmento)
En la playa
Una muchacha en su silla
vuelve mis sueños azules,
hay un carnaval de hules
tendidos sobre la orilla.
Cerca del mar todo brilla,
el mar no sabe de pena.
Me gusta el mar cuando suena
su canción como un oboe,
digo más bien: porque roe
su palidez a la arena.
Alardes
Sé del amor sus recodos
y sus noches. Sé de sombras
y de mágicas alfombras
que no vuelan. Sé de todos
los nombres y los apodos
que le damos a la luna.
Yo sé la frase oportuna
para hacer del corazón
una esmeralda, un montón
de papeles sin fortuna.
Anochecer
Pasa una paloma y es
una niña. Dice adiós
al más niño de los dos
que camina con mis pies.
Llega la sombra al revés
de un amanecer radiante.
Me saluda con su guante
la oscuridad. Es violeta
el poema que interpreta
cierta música distante.