Por Ivi May Dzib
Ficciones de un escribidor
Alguien ve a José en la calle tomado de la mano de una mujer rubia que le duplica la edad y ese alguien es incapaz de acercarse para saber si José tiene una aventura amorosa, porque ese alguien sabe que José está casado y su mujer es de aquellas capaces de armar un escándalo si se llegara a enterar que su marido va por la calle agarrando manos que no son suyas, pero que además lo hace como si no le importara el qué dirán. Así que ese alguien, sin siquiera haberse acercado a preguntar, ha decidido que José tiene un amante e imagina, quizá, a esa otra familia con la que seguramente pasa algunas vacaciones, imagina que esa otra familia está conformada por un par de hijos y que quizá alguno de ellos se ha topado en el supermercado a la esposa, a quien saluda sin saber que es la mujer legítima de su padre.
José es un hombre común, tiene 45 años, vive con su esposa en una casa de clase media, tiene algunas deudas, ninguna seria como para estresarse, tiene también un trabajo seguro que hace que prácticamente no tenga vida, como no tiene hijos no le preocupa ponerse la camiseta, a pesar de que eso afecte su vida marital. No es que su matrimonio esté en crisis, pero en los últimos años la pasión, sobre todo la atención del uno para con el otro, no ha sido la misma. La forma en la que José se ha tomado la vida puede parecer ejemplar, la de un hombre maduro que no se mete en problemas, pero para muchos ojos eso es tener una vida de perdedor.
El punto es que mientras camina tomado de la mano de esa rubia, comienza a sudar, porque nunca había tocado ninguna otra mano que no fuera la de su esposa, al menos en ese plan, pero la mujer le insistió de tal manera que a José se le hizo irresistible, lleva ahora las de perder, porque se dejó llevar sin oponer resistencia y es que no hay que irse así nada más con la primera mujer que te ofrece su amor. Porque en estos tiempos, nadie te ofrece algo así de gratis, mucho menos si no tienes algún atributo que justifique se fijen en tu persona, a este nivel de interés hemos llegado. José está seguro que hay algo turbio en todo esto, pero hipnotizado como está, es incapaz de resistir, la monotonía lo ha hecho presa fácil.
Si ese alguien quien lo vio se hubiera acercado a preguntar, seguramente José hubiera seguido vivo, sin siquiera saberlo lo hubiera salvado, pero ese alguien sólo sonrió por los malos pasos en los que creía que andaba el viejo coscolino. Pasó mucho tiempo en el que se buscó a José, incluso ese alguien llegó a insinuar que se había ido con una mujer más mujer que la suya y que ahora era feliz, de ahí que su esposa terminara odiándolo cuando, en realidad, había sido una víctima. Pero es claro que lo que importa a algunas personas, más que los hechos, son los rumores.
Los restos de José fueron encontrados en una fosa clandestina y nadie acudió a reconocerlos, porque a veces las personas solas son las más fáciles de embaucar y para evitar riesgos mejor es quitarles la vida, no vaya a ser que de repente se les escape alguna palabra.