Cultura

El siglo de oro del repentismo en Cuba (15)

Luis Carlos Coto Mederos Ecos de mi tierra

En este punto entramos en lo que devino tema principal del encuentro: una bellísima recreación de los versos de José Martí titulados Los Zapaticos de Rosa. Obra literaria de gran relevancia en la literatura cubana y latinoamericana donde se hace hincapié en los sentimientos humanos y valores universales que deben regir la conducta de las personas. Con gran talento estos poetas juegan con los versos y las ideas fundamentales del poema martiano.

1796 Tema: Versos de José Martí (3) Francisco Riverón vs Francisco Pereira

Francisco Riverón Cuando sal del corazón a la mirada nos llega, el alma es una bodega que se emborracha de ron. Con las lágrimas que son de sus propios surtidores, carga el alma sus dolores en una espalda infinita porque ella no necesita de ajenos estibadores.

Francisco Pereira De ajenos estibadores no saben las penas mías, carga que todos los días llena mi almacén de amores. El dolor que, entre rumores, difícil es de imitar y después que en el palmar colgó el último reflejo, el sol es un niño viejo que se cansó de jugar.

Francisco Riverón Cuando el sol sale a jugar la playa se pone clara como una niña que usara el sombrero de Pilar. Hay un paisaje de mar en los ojos de Borrego y, como un niño andariego, mi verso se desordena y echa a rodar por la arena un aro color de fuego.

Francisco Pereira Un aro color de fuego como del color del sol que le quema al caracol su palacio veraniego. Sólo tiene olor a juego hasta el aire que perfuma: y parece que la espuma, envidiosa de Pilar, quiere salir a estrenar su sombrerito de pluma.

Francisco Riverón Con un sombrero de pluma sale Pilar a la playa y el mar es como una saya que la viste y la perfuma. Le llega a los pies la espuma aunque no sé si la ves; Pilar es un cuento y es un juguete para el uso desde que Martí le puso las dos rosas en los pies. Francisco Pereira Las dos rosas en los pies, perfume de carne a ratos, a una niña sin zapatos se las regaló después. Como un perfume francés por la historia me regresa, y cada vez que me besa la frente de mis anhelos, se quita los espejuelos el aya de la francesa.

Francisco Riverón El aya de la francesa se quitó los espejuelos y mojaron sus pañuelos una rusa y una inglesa. Siento que Pilar me besa más hondo que al corazón y aunque no tengo bastón echo mi bote a la mar como Alberto, el militar que salió en la procesión. Francisco Pereira Pilar vio en la procesión al militar distinguido que esa tarde iba vestido con tricornio y con bastón. ¡Pero qué desolación embargó a la niña buena cuando encontró a Magdalena, con tantas cintas y lazos, a la muñeca sin brazos enterrándola en la arena!

Francisco Riverón Pero aquella niña buena más desolación sintió cuando ante la madre vio sin zapatos a la nena. Besó su piel de azucena y fiebre la niña hermosa, y la madre dolorosa no pudo explicar después cómo le encontró en los pies los zapaticos de rosa.

Francisco Pereira Los zapaticos de rosa para la niña afiebrada, se los quitó apresurada sobre la arena espumosa. La madre lloró nerviosa, pero al final sonreía, porque cuando más latía su corazón asustado, un sombrerito callado por las arenas venía.

Francisco Riverón Por las arenas venía el sombrero de Pilar y le sonreía el mar, y el cielo le sonreía. Aún las flores de aquel día se abren con nuevas corolas y los que han visto las olas meciendo besos de amor, dicen que el mar es mejor donde están las niñas solas.

Francisco Pereira Donde están las niñas solas hay un compendio de risa y el remero de la brisa va entonando barcarolas. Retorno a las amapolas que perfuman el vergel y sueño el minuto aquel que Pilar cogió un jazmín y por honrar al jardín la madre cogió un clavel.