Luis Carlos Coto Mederos
Hacia el final de la controversia, los poetas continúan recreando el maravilloso mundo de los versos de Martí. Esta vez se detienen en el conocido texto de La Edad de Oro titulado “Los dos Príncipes”, poema escrito a partir de una idea de la escritora norteamericana Helen Hunt Jacson. El poema habla sobre el sufrimiento humano que provoca la pérdida de un hijo amado, más allá de las posibilidades económicas y sociales de las familias que la sufren.
1797Tema: Versos de José Martí (4)
Francisco Riverón vs
Francisco Pereira
Francisco Riverón
La madre cogió un clavel
al pasar por un jardín
y Pilar cogió un jazmín
como el color de su piel.
Martí escribió el cuento aquel
con su tinta universal,
por eso en este portal,
delante del mar sonoro,
repaso la Edad de Oro
desde un modo musical.
Francisco Pereira
Recuerdo la Edad de Oro
donde nuestro Apóstol dijo:
que al rey se le murió el hijo
que era su mayor tesoro.
Yo pienso en el rey y lloro,
minuto sobre minuto,
si por la muerte del fruto
mejor que el árbol tenía
igual que el rey, todavía,
el palacio está de luto.
Francisco Riverón
El palacio está de luto,
a su pesar se abandona,
y el árbol de la corona
pierde su más alto fruto.
Pero marca su minuto
otro reloj del dolor,
y donde la blanca flor
al monte pinta de armiño,
lloran también por su niño
la pastora y el pastor.
Francisco Pereira
Murió el hijo del pastor
y el llanto de la pastora
llenó con ayes de aurora
del bosque susurrador…
El pastor fue enterrador
y tumba para su piel,
mientras el monarca Abdel
le envolvió en rica mortaja
y le desbordó la caja
con coronas de laurel.
Francisco Riverón
Con coronas de laurel
el príncipe va en la caja
y el oro de su mortaja
es más largo que su piel.
Mientras el pastor aquel,
bajo el techo de la fronda,
sin hijo que le responda
y con mirada salobre,
forra de una tela pobre
una caja larga y honda.
Francisco Pereira
En una caja honda y larga
enterró el pastor al hijo:
¡Jamás hubo un crucifijo
de madera tan amarga!
Así compartió la carga
y el llanto de su mujer
y en el palacio, al volver
sin carga como salieron,
los caballos no comieron
porque no querían comer.
Francisco Riverón
La pastora sin comer,
de su dolor se alimenta
al ver que la muerte hambrienta
come carne de su ser.
El sol brilla sin querer
sobre la tarde llorosa
y hay dolor en cada cosa
cuando el pastor, ante el día,
para enterrar su alegría
abre en la tierra una fosa.
Francisco Pereira
Abre en la tierra una fosa
y, no estando satisfecho,
se abre una tumba en el pecho
para enterrarse una rosa.
Pero mientras que su esposa
a solas canta en réquiem
y recibe con desdén
el aire que la despeina,
las pupilas de la reina
están llorando también.
Francisco Riverón
Lloran también de tristeza
el río, el monte y el cielo,
porque se siente de duelo
toda la naturaleza.
Llora también la belleza
en las gotas de un color,
llora también el pastor
y todo el paisaje llora,
y el alma de la pastora
echa en la caja una flor.
Francisco Pereira
Echa en la caja una flor
la del lujo palatino
que en pañuelos de olán fino,
sigue enjugando el dolor.
Por el hijo del pastor
se quedó triste el batey;
así, por absurda ley
que el hombre no ha descubierto,
el hijo del rey se ha muerto,
se le ha muerto el hijo al rey.
Francisco Riverón
El hijo del rey se ha muerto
porque morir es la ley
y sale el dolor del rey
por el corazón abierto.
El jardín se hace desierto,
muere la vida y la flor,
y con todo el amargor
que a su pañuelo le dijo,
se quedó el pastor sin hijo,
murió el hijo del pastor.
Francisco Pereira
Se quedó el pastor sin hijo
igual que el árbol sin fruto:
¡Jamás cupo tanto luto
en un solo crucifijo!
Todo lo que José dijo
tiene sabor a cantero…
Martí fue un hombre sincero
que pese a guillo y custodio,
sentía, en lugar de odio,
lástima del carcelero.