Cultura

Los matrimonios sin amor… siguen aumentando

Ariel Juárez García

“Mi esposo y yo somos polos opuestos en casi todo. No pasa un día sin que me arrepienta amargamente de haberme casado con él… Sencillamente somos incompatibles.” –admite Rosa Elena–.

“Ya no es mi esposo lo que era antes”, “no sé lo que me pasa con mi pareja”, “ya no siento el mismo amor de un principio”, “quizá si viviera sola estaría más tranquila,” “no sé si todavía lo quiero”,… son en general los pensamientos de una persona que ahora tiene poco interés en su pareja. Si aumentan las dudas y ninguno de los dos coopera para superar la crisis en pareja, el matrimonio está a punto de disolverse.

Numerosas películas, libros y canciones populares ofrecen una visión poco realista del amor. Durante el noviazgo, muchas personas pudieran sentirse como si estuvieran viviendo un sueño hecho realidad y llegan a concluir al cabo de algunos años de casadas que, sin lugar a dudas, sólo se trataba de un sueño. Un matrimonio que deseaba ser feliz, pudiera parecer un absoluto fracaso por el mero hecho de no haberse convertido en un idilio de cuento de hadas.

“Cuando me casé con Jaime –relata Susana–, creía que nuestra relación sería como la de La Bella Durmiente y el Príncipe Azul, llena de amor, ternura y consideración”. Sin embargo,… al poco tiempo de casada, el “príncipe” de Susana perdió su encanto. “Acabé llevándome una terrible desilusión de mi esposo”, –afirma.

Claro, es apropiado tener aspiraciones y buenos deseos cuando uno se casa. Por ejemplo, es normal esperar amor, atención y apoyo del cónyuge. Y, sin embargo, estos deseos pudieran no satisfacerse nunca. “Mi situación se ha vuelto terrible, es casi… como si no estuviera casada –dice Claudia, una mujer joven de Yucatán–. Me siento sola y abandonada”.

Hoy día, quizás, a muchos no les sorprenda saber que los matrimonios sin amor siguen aumentando. Es cierto, la unión conyugal es una relación humana compleja, y muchas personas la inician sin estar preparados para esta experiencia única que será definitiva en su vida. Por eso, mientras que muchos matrimonios prosperan y son felices, otros –la gran mayoría– pasan por momentos de tensión. En un principio, uno cree que su pareja es “la única persona del mundo que comparte sus puntos de vista, con la que hace click”. Sin embargo, cuando ese sentimiento a veces desaparece, esto puede traer graves problemas y un sinfín de repercusiones en el matrimonio.

Por lo general, los recién casados no tardan mucho tiempo en descubrir que no son afines tanto como les parecía durante el noviazgo. “El matrimonio pone de manifiesto rasgos de la personalidad que ellos mismos desconocían antes de casarse”, –escribe la doctora Nina S. Fields.

Es inevitable que surjan desacuerdos entre los cónyuges. Pero ¿cómo pueden resolverse? “En un matrimonio saludable –escribe el doctor Daniel Goleman–, el marido y la mujer se sienten libres de manifestar una queja. Pero con demasiada frecuencia, en el calor de la discusión, las quejas se manifiestan de una forma destructiva, como un ataque a la personalidad del cónyuge”.

Cuando esto sucede, la conversación se convierte en un campo de batalla en el que se defienden las opiniones con fuerte determinación y las palabras dejan de ser un medio de comunicación para transformarse en un arma. Un grupo de expertos señala: “Uno de los efectos más perjudiciales de las discusiones que se escapan de las manos es que los cónyuges tienden a decir cosas que amenazan las mismísimos columnas de soporte que sostienen el matrimonio”.

Lamentablemente, algunos cónyuges han llegado a acostumbrarse tanto a la falta de amor que han perdido toda esperanza de que se produzca algún día, un cambio. Por ejemplo, un marido asemejó sus veintitrés años de matrimonio a “un empleo que no le gusta”. Y añadió: “Uno sólo se limita a cumplir”.

“Los matrimonios sin amor… siguen aumentando”, continúa.

Así mismo, tras llevar siete años casada, una mujer llamada Wendy ha perdido la esperanza de que su relación conyugal mejore. “Lo intenté tantas veces –comenta–, y él siempre me defraudó. Acabé en una depresión. No quiero pasar por eso otra vez. Si yo me dejara llevar por la esperanza, sólo me haría más daño. Más vale no esperar nada; no disfrutaré de las cosas, pero por lo menos no me deprimiré”.

Es obvio que hay más factores que inciden y que también perturban la relación matrimonial, según los especialistas, como:

• Dinero: “Quizás alguien se imagine que planear el presupuesto une a la pareja porque esta tiene que cooperar y crear un fondo común que cubra las necesidades básicas y les permita saborear los frutos de su trabajo. Pero también en este caso, lo que pudiera unir a la pareja en una empresa conjunta a menudo la separa”. –Doctor Aaron T. Beck.

• Paternidad: “Hemos descubierto que, en el 67% de los casos, la felicidad conyugal disminuye considerablemente después de tener el primer hijo, al tiempo que su relación se hace ocho veces más conflictiva. Esto se debe en parte a que los padres se encuentran más cansados y no tienen mucho tiempo para ellos”. –Doctor John Gottman.

• Engaño: “Normalmente, la infidelidad implica engaño, y el engaño es, lisa y llanamente, un abuso de confianza. Dado que la confianza es esencial en todo matrimonio feliz y duradero, ¿es de extrañar que el engaño pueda causar estragos en la relación marital?”.–Doctora Nina S. Fields.

• Relaciones sexuales: “Sucede con sorprendente frecuencia que para cuando la gente decide divorciarse, lleva muchos años privándose de las relaciones sexuales. Algunos matrimonios nunca llegaron a tenerlas, y otros las consideraban algo mecánico, tan sólo un modo de satisfacer las necesidades físicas del cónyuge”. –Judith S. Wallerstein, psicóloga clínica.

No hay que olvidar, el amor no es una varita mágica y no puede borrar de un plumazo los errores cometidos y los sinsabores, pero es la base de toda relación de pareja. Cuando las dos personas continúan queriéndose, se sienten atraídas y se aman, existen grandes probabilidades de que puedan superar una crisis matrimonial, ya que estarán dispuestas a hacer más sacrificios mutuos.

Para superar una crisis matrimonial es imprescindible que exista un sentido de compromiso. Los problemas en la pareja son cosa de dos, por lo que, cuando solo uno carga sobre sí el peso de la relación, lo más usual es que termine agobiado y desilusionado. Por eso, es fundamental que ambas personas se comprometan con la relación y estén dispuestos a luchar para salvarla.

Es importante que ambos mantengan objetivos e intereses comunes. Las crisis siempre implican un cambio, por lo que es fundamental que ambas personas sean lo suficientemente flexibles como para aceptar que los ajustes son necesarios. Cuando uno de los dos se cierra y se mantiene atado a viejas pautas de comportamiento, es prácticamente imposible superar la crisis matrimonial. Hay que preguntarse: ¿hasta qué punto estaría yo dispuesto a cambiar para salvar la relación?, ¿cuánto estaría dispuesto a sacrificar por mi esposa (o)?, ¿me sentiría cómodo (a) con esos cambios?

Elegir a la pareja adecuada exige más que esperar una fuerte impresión provocada por un arrebato de pasión. Por eso, es importante tomarse el tiempo necesario para llegar a una sabia decisión. Numerosos estudios demuestran que una mala elección de pareja puede perjudicar no sólo el desempeño laboral, también la salud física y mental, y lo que es peor… acortar la vida o… causarle un daño irreparable.