Con pelos y señales de Luke Denman y Arian Berry, los ciudadanos estadounidenses –ex integrantes de las fuerzas especiales norteamericanas–, involucrados en los desembarcos de sabotaje al gobierno constitucional de la República Bolivariana de Venezuela ha exhibido, una vez más, la intromisión de la Casa Blanca en sus asuntos internos.
En la misma línea injerencista de Donald J. Trump, y su belicoso Srio. de Estado, Michael ‘Mike’ Pompeo, el 27 de febrero su vicepresidente Michael ‘Mike’ Pence –el inocultable fracasado a cargo de dirigir la respuesta oficial del régimen ante el brote de coronavirus– había asegurado a su base electoral conservadora reunida en Conferencia en Washington D.C. que “el gobierno estadounidense seguirá apoyando” (a sus testaferros) “al pueblo venezolano hasta que” (Estados Unidos) “logre” (imponer su modelo que asocia a) “su libertad” y condenó “el daño devastador causado” al país suramericano “con sus políticas socialistas”. Sus amagos concuerdan con su idea de que “no es hora de hablar sino de actuar” propalada durante todo 2019 preparando a la opinión pública internacional para el asalto que planean.
Mientras, además de los despojos de que Venezuela ha sido blanco por Estados Unidos y la Unión Europea, sumada la vileza del infame Fondo Monetario Internacional por negar, en las calamitosas presentes circunstancias que afronta el Hemisferio Occidental, azotado por la pandemia causada por el Covid-19, recursos que allí se precisan para salvar vidas venezolanas; Nicolás Maduro, Vladimir Padrino, Diosdado Cabello y otros altos funcionarios fueron acusados por Washington de narcotráfico el 28 de marzo y puso precio a sus cabezas.
Como corolario está la impúdica declaración del director de ‘SilvercorpUSA’, Jordan Goudreau, ex militar “boina verde” veterano de las invasiones a Irak y Afganistán, condecorado con 3 Estrellas de Bronce (y sospechoso de plagio comercial contra el Depto. de Seguridad Nacional estadounidense, el orador motivacional Tony Robins y el website educativo MasterClass y el de Tucker/Hall, empresa de relaciones públicas), responsabilizándose de los fallidos desembarcos para asesinar o secuestrar al presidente Nicolás Maduro, para la que fue contratado el año pasado (algo plausible según The Associated Press dado que según sus investigaciones en 2019 entrenó en Colombia a un grupo desertor del ejército venezolano para esta operación). El que 2 días seguidos el presidente Donald Trump haya tenido que desmentir cualquier vinculación con los recientes hechos tratando de salvar la cara por el fiasco del resultado no ha disipado las dudas. Incluso, el 10 de mayo la presidencia de Venezuela advirtió que presentará denuncias ante el Consejo de Seguridad de la ONU contra Estados Unidos por injerencismo, y ante la Corte Penal Internacional contra el presidente colombiano Iván Duque por patrocinar desde ese país acciones criminales para sabotear a Venezuela y se refirió al títere patrocinado por Estados Unidos, Juan Guaidó Márquez como ‘prófugo’. Lo que generó suspicacias acerca de si se planeaba detenerlo.
El día previo (mayo 9) desde la comodidad de su impunidad Guaidó negó tener alguna participación en las incursiones navales y habló de montaje y “falso positivo“ creado por el régimen de Maduro para encarcelar opositores en el exilio –¿cómo, si no están en Venezuela?–; mas no las tiene todas consigo y ha “enseñado el cobre”. Su bravata buscaba provocar al régimen de Maduro y hacer que muerda el anzuelo y lo arreste para que los poco más de 50 países, corifeos de la Casa Blanca, que lo reconocen como interino demanden la intervención armada internacional y clamen por su implantación como presidente. Pero resulta que ha salido a luz pública el contrato con ‘Silvercorp’, la empresa militar de sabotaje y trata de mercenarios, signado para el magnicidio con su firma y la de J. J. Rendón –su súper asesor– y Sergio Vergara, ambos esbirros suyos, garantizando a nombre de Venezuela el pago con cargo al erario de esos inconfesables servicios, a través de fondos que Estados Unidos ha congelado a la paraestatal petrolera PEDVSA. Y paralelamente se ha conocido la ‘Operación Gedeón’ para desestabilizar Venezuela, asesinar al Presidente y derrocar al gobierno. El propio Juan Guaidó, contradiciendo su falta de vínculos ha dicho que “el régimen infiltró la Operación Gedeón”. Tras el fallido operativo de sabotaje con los malogrados desembarcos del 2 y 3 de mayo en Macuto (Edo. de la Guaira) y Chuao (Edo. Aragua), el subversivo Plan Gedeón y su ‘junta restauradora del nuevo gobierno’ ha arrojado 37 detenciones y 8 muertes, dejando malparado a Guaidó de quien se sospecha que ante la posibilidad de cargos legales de traición “ya tiene asegurado refugio en alguna embajada”. Sería ingenuo creer que por el actual traspié las ambiciones estadounidenses se detendrán para imponer su idea de Democracia (‘patito’, donde gana no el más votado sino el tapete más cómodo al gran capital transnacional), de globalización (uniformadora y masificante para el consumismo) del mercado (con desaparición de la industria nacional), del patrón dólar (divisa chafa de intercambios comerciales injustos) y del mercado exaccivo que dicta el capitalismo neoliberal (responsable de la depauperación de naciones y la contaminación del planeta). Sólo por eso, Venezuela tiene derecho a defender su soberanía y los pueblos soberanos de Latinoamérica, por puro instinto de conservación, la obligación ética y moral de apoyarla.