Cultura

Luis Carlos Coto Mederos

Manuel Justo de Rubalcava

Nació el 9 de agosto de 1769 en la pro vincia Santiago de Cuba.

Fue un escritor cubano que vivió en la segunda mitad del siglo XVIII, considerado como uno de los valores de la incipiente literatura en Cuba. Dentro del neoclasicismo, su poesía goza de características semejantes a la obra de Zequeira, buen sonetista, autor de “A Nise, bordando un ramillete”, que resulta por su calidad, casi la inauguración de la brillante tradición del soneto en Cuba.

Adquirió las primeras letras en la escuela del maestro Escobar. Realizó estudios superiores en el Seminario San Basilio Magno, en Santiago de Cuba. Aprendió el latín con su hermano, el presbítero Juan Angel de Rubalcava, que desempeñaba allí la cátedra de latinidad. Cultivó la pintura y la escultura.

Posteriormente ingresó en la carrera militar y colaboró con el ejército en algunos países del área. En 1796 regresó a La Habana, hizo amistad con el poeta y también militar Manuel de Zequeira y Arango.

Murió el 4 de noviembre de 1805, en La Habana, Cuba.

1827

A mi hermana

Escucha, Candelaria, el dulce acento

de un hermano que te ama tiernamente,

escúchalo cantar alegremente

su estado pobre, sí, pero contento.

Con heroico aunque lírico instrumento

se sienta a las orillas de una fuente,

de allí tu nombre concertadamente

encarga a toda la región del viento.

Auras, digo, llevad el tierno nombre

de mi querida hermana, hacedla amable

contando con piedad su triste historia:

Que el clima de más bárbaro renombre

le ofrezca altar y culto respetable,

mientras hago divina su memoria.

1828

A la vanidad de los héroes mundanos

Vano Lelio, que ignoras el camino

de la inmortalidad, mira primero

de este funesto mármol el letrero;

leerás el desengaño más divino.

¿A dónde vas, te dice, oh peregrino,

con tal altivo y torpe desafuero?

No pases adelante si el sendero

pretendes encontrar de un buen destino.

Puerta soy aunque triste, de la gloria,

subterráneo camino de la vida,

no me apartes jamás de tu memoria.

Deja a un lado la senda fementida,

pues es nada la fama de la historia

para una Eternidad que te convida.

1829

¿Qué importa, amigo, que el natal y oriente...

¿Qué importa, amigo, que el natal y oriente,

la luz primera y la primer aurora

tuvieses en la Reina y la Señora

Emperatriz antigua de la gente?

¿Qué importa que la patria reverente

que Rómulo engrandece, Curcio honora,

Catón ilustra y Cicerón decora,

fuese tu cuna y tu primer ambiente?

¿Nada influye la patria en los varones,

que es error vanamente encarecido?

Romanos fueron Silas y Escipión,

Quincio glorioso y Apio fementido:

Al hombre le hacen grande sus acciones,

no la patria ni el tiempo en que ha nacido.

1830

Cuando risueño se levanta el día

Cuando risueño se levanta el día

se agrava con las horas mi tormento

y crece de continuo el sentimiento

cuando cae la noche oscura y fría:

Lejos de la quietud y la alegría

descanso busco, pero no lo siento.

Porque si es que reposo algún momento

es cuando me desmaya la agonía.

Vuelve otra vez el día congojoso

y me encuentra del modo que me deja.

Despierto sin alivio ni consuelo.

Tú, Roselia, procura mi reposo,

no renueves la causa de mi queja,

Haz porque mude de semblante el cielo.

1831

Amo, triste de mí, amo, y tomara...

Amo, triste de mí, amo, y tomara

no amar Roselia cruel, que si así fuera

los males que ahora temo, no temiera,

las penas que ahora paso, no pasara.

Libre, de tus crueldades me apartara,

y del amor tirano me riera,

que si Menardo al fin no te quisiera

seguro de traiciones descansara;

Mas sino puede ser que yo te olvide,

¿para qué me despojas del sosiego

cuando toda mi gloria en ti reside?

Piedad ninguna en fin halla mi ruego

en quien así traidora me despide,

aunque a cenizas me reduzca el fuego.

1832

Pues se acercan, Roselia, los momentos...

Pues se acercan, Roselia, los momentos

en que darás entrada a otro amor fino,

convirtiendo mi plácido destino

en mal sufridas horas de tormentos:

No apures mis quejosos sentimientos

de suerte que mi amor después sin tino

para volverse a ti no halle camino,

ni para procurarte tenga alientos.

Si estimas como tuyo mi albedrío

no me pierdas de vista ni un instante,

aunque sea forzoso tu desvío.

Que te sea el aviso interesante,

pues corazón, Roselia, como el mío,

no lo hallarás tan tuyo en otro amante.