Luis Carlos Coto Mederos
Manuel Justo de Rubalcava
Como Zequeira estudió la carrera militar y sirvió durante breve tiempo al ejército español.
Dice D. Antonio López Prieto en su “Parnaso cubano”:
Es coincidencia bien singular que los dos primeros poetas de Cuba, nacidos en opuestos extremos de nuestra isla combatieran en su juventud en la antigua Española, perdida para España por las torpezas de una política que tan tristes páginas ocupa en nuestra historia. Algunos meses permaneció en su puesto como militar; pero según su biógrafo, Santacilia, pronto determinó abandonar aquella carrera y volvió sin que nadie lo esperase al país de su nacimiento, escribiendo entonces la mayor parte de sus poesías.
En la Habana se conocieron Zequeira y Rubalcava por mediación del poeta Manuel María Pérez y Ramírez. Permaneció poco tiempo en la capital regresando a su Santiago de Cuba natal hasta su fallecimiento.
1839Aunque yo, mi Roselia, considero
Aunque yo, mi Roselia, considero
que tu infiel corazón me das partido,
con mucha más lealtad lo he recibido
devolviéndote el mío por entero.
Tus finezas no igualan a mi esmero,
dando el corto pedazo que has tenido,
pues yo sin vil reparo te he ofrecido
todo el bien que a ninguno dar espero.
Sólo soy en mi amor, jamás te iguales
a quien sabe finísimo ofrecerte
su corazón, sin partes desiguales.
Todo favor que espero merecerte
es, Roselia, la causa de mis males,
¿e intentas a mi genio parecerte?
1840Soneto
Soñé que la fortuna en lo eminente
del más suntuoso trono me ofrecía
el imperio del orbe y que ceñía
con diadema inmortal mi augusta frente.
Soñé que del ocaso hasta el oriente
mi formidable nombre discurría
y que del septentrión al mediodía
mi poder se adoraba humildemente.
De triunfantes despojos revestido
soñé que de mi carro rubicundo
tiraba César con Pompeyo uncido.
Despertóme el estruendo furibundo,
solté la risa y dije en mi sentido:
Así pasan las glorias de este mundo.
1841El varón constante
Cuando el tiempo feliz desaparece
el constante varón jamás declina,
entero en los aprietos de su ruina
con rostro serenísimo aparece.
Firme si airado el cielo se oscurece,
igual si muestra el sol su luz divina,
ni el bien de la esperanza le alucina.
ni el temor de los males le entristece.
Si caen sobre de él las altas cumbres
las soporta con ánimo constante,
venciendo las mayores pesadumbres:
Y aunque trueque la suerte de semblante,
de estado mudará, no de costumbres,
al mismo que antes era semejante.
1842El tiempo
El tiempo; que con tiempo no he mirado
el tiempo es vengador de mi apatía,
bien me castiga el tiempo la porfía
de haberme con el tiempo descuidado.
Vime en un tiempo en tan feliz estado
que al tiempo en tiempo alguno le temía.
Mas no espero ya tiempo de alegría,
pues el tiempo sin tiempo me ha dejado.
Pasaron horas tiempos y momentos
en que pude del tiempo aprovecharme
para evitar en tiempo mis tormentos;
Y pues del tiempo quise confiarme
teniendo el tiempo varios movimientos,
yo de mí, no del tiempo he de quejarme.
1843La vida del avaro
Sumar la cuenta del total tesoro,
ver si están los talegos bien cabales,
aquí poner los pesos, allí reales,
y de la plata separar el oro.
Advertir cuál doblón es más sonoro,
distribuirlos en filas bien iguales,
calcular los escudos por quintales,
fundando en esto su mayor decoro.
Ver de cerca y de lejos este objeto,
notar si el oro es más subido o claro,
registrar de las onzas el secreto,
Y en fin, sonarlas con deleite raro,
todo esto es describir en un soneto
la vida miserable de un avaro.
1844Perdí el sueño a las tres de la mañana
Perdí el sueño a las tres de la mañana,
de mi cama salté despavorido,
y no sé si despierto, o bien dormido,
arrojarme intenté por la ventana.
Con un frío me siento de terciana,
gritos doy sofocado y oprimido,
levántase mi hermana y aburrido
le digo mil insultos a mi hermana.
De mi cuarto salí ciego y sin tino,
le rompí la cabeza a mi criado,
mandé mudar de casa a mi vecino:
Pero tanta locura y atentado,
¿quieren saber, señores, de qué vino?
Sólo de que soñé que era casado.