Cultura

Dentro de mí la calma

Ivi May DzibFricciones de un escribidor

I

La noche siempre había sido el momento más satisfactorio del día, más de 12 horas trabajando en algo que a decir verdad me apasionaba, para entonces llegar a casa a encerrarme con un par de cervezas durante la cena y luego dormir tan plácidamente como sólo puede hacerlo aquel quien cree merecerlo.

Dormía ocho horas, trabajaba 12, tardaba en trasladarme a mi trabajo otras dos, de ahí que al llegar a casa o salir de ella solo me quedaran dos horas para el ocio, aunque a decir verdad el ocio no es lo mío, lo mío es mantener la mente ocupada y el cuerpo también, porque si me detengo a entretenerme siento que no estoy haciendo nada, como si fuera un inútil al que deberían de matar porque mi tiempo lo ocupo para arranarme en un sofá mientras la tecnología lentamente me mata. Pero esas horas para mí eran significativas, comía, bebía, me masturbaba para luego irme a dormir y en la mañana me sobraba una hora, la cual utilizaba para bañarme, masturbarme, desayunar y vestirme para ir al trabajo.

Ahora no duermo. Hablo de la noche en pasado, porque ahora parecería que no hay tiempo, o más bien no importa mucho si es de día o de noche, si es lunes o martes, verano o invierno, como si la mayoría de las personas nunca te hubiera tomado en cuenta y sólo fueras parte del decorado de la obra que les tocó vivir, no importa lo que haces porque no es esencial lo que produces.

Ahora estoy en paro, pero no debo de preocuparme por el dinero, la empresa paga, me dijeron que debería de verlo como una oportunidad, como unas vacaciones pagadas, aunque también me advirtieron que una vez superada la crisis ni se me ocurriera pedir otras vacaciones, ya que tendríamos que levantar la empresa y para eso contaban conmigo.

Lo cierto es que ese descanso es lo peor que pudo pasarme, porque antes de que esto sucediera no tenía preocupación alguna, llegaba la noche y todo era dormir y descansar para luego ir a cumplir con mis obligaciones, logrando que la empresa estuviera mejor. Ahora lo único que hago es esperar a que todo esto acabe. Al principio me levantaba a las 7 de la mañana, como siempre, me bañaba, me masturbaba y me vestía como si fuera una jornada normal; luego me sentaba a leer el periódico y entonces descubrí muchas cosas de las que no tenía ni idea, el mundo era una bandada de noticias y cada una de ellas era peor a la que le antecedía, no tardó mucho tiempo para que desistiera de leerlo.

Entonces me dispuse a arreglar la casa, pero no tenía muchas cosas, siempre he sido una persona muy práctica, eso explica que no tenga pareja y que todo lo material se reduzca a lo indispensable. Según yo, no tengo ningún recuerdo qué guardar o algo que considere sea un tesoro, de ahí que no entienda mucho a los coleccionistas, del tipo que sea.

No había pasado siquiera tres horas cuando me vi en la necesidad de salir a tomar un poco de aire, porque sentía que mi casa me estaba asfixiando. Es un eufemismo decir aíre, ya que en realidad salir a la calle significa enfrentarse a un sol de más de cuarenta grados que no deja de acosarte y tratarte como si fueras su peor enemigo.

No me sorprendió para nada la actitud de las personas que te miraban como si fueras un apestado, todas ellas cubriéndose la boca, mientras que yo me resistía a creer que casi todo estuviera parado; cerrados los comercios, las escuelas, los restaurantes. A decir verdad esa soledad me gustaba, porque no es que la calle estuviera del todo vacía, sino que las pocas personas que la habitaban, me hacían pensar que estábamos en otro tiempo, uno que recuerdo con mucha alegría, porque a pesar de que las cosas eran muy lentas, puedo decir con certeza que eran muy humanas, al grado de que si las cosas no hubieran cambiado, tal vez me hubiera casado con alguien.

Continuará.