Cultura

Trayectoria del Soneto en Cuba (37)

Luis Carlos Coto Mederos

Ricardo del Monte

En una eficaz comparación entre Domingo del Monte y su sobrino Ricardo nos dice Mariano Brull:

“… si era el pensamiento de Ricardo del Monte, como afirmaba (Enrique José) Varona en una elegantísima semblanza, ‘el de un hombre moderno, completamente moderno’, el espíritu liberal, el abolicionista convencido que alentaron en el protector de Milanés, no le permitieron tolerar los moldes estrechos de una política colonial, muy deprimente y recelosa. La comparación no puede extenderse sino a la obra en prosa, al espíritu general de la correcta y depurada producción de ambos escritores. La labor poética es muy distinta; Domingo del Monte no llevó el clasicismo a sus versos sino en recuerdos inoportunos; Ricardo fue clásico en el verso –clásicamente académico, si se quiere, en varias ocasiones– y tuvo su poesía indiscutibles virtudes formales, y algún momento, en los días de su castigada ancianidad, emoción vívida, alentada por vigoroso, por casi ardiente entusiasmo artístico”.

1108

Mi barquera I

Lleva en la enano un arpa laureada

y cíngulo de estrellas en la frente;

vaga en el éter y su huella ardiente

deja inmortales formas en la nada.

Tiende el velo de Maya, y hechizada

la Realidad transfigurar se siente.

Bebe del alma, un vino fervescente

la escancia que sus penas anonada.

¡Ah! vuelve a mí tus ojos, Poesía,

y el jugo suave de la flor del loto

vierte en el cáliz que me diste un día,

ahora de acíbar rebosante y roto.

¡Sirena, ven; y la barquilla mía

lleva cantando, a su ancladero ignoto!

1109

Mi barquera II

Serenamente la barquilla mía

surca en el mar su fijo derrotero.

boga al Ocaso el lánguido remero,

y ya le alumbra Véspero la vía.

Siento acercarse tenebrosa y fría

la noche sin mañana y sin lucero.

¡Oh, tú la maga de mi amor primero

baja a mi barca para ser su guía!

¡Adiós, cielos sin sol, campos sin rosas

y adiós también, infieles compañeras

Razón y Fe, Sibilas engañosas!

Barquera, ven. Tus notas plañideras

me lleven por escalas melodiosas

al concierto de amor de las esferas.

1110

Don Quijote

¡Sí! vive aún; y escuálido campea

erguido sobre el magro Rocinante;

y al malandrín, al mago y al gigante,

provoca lanza en ristre a la pelea.

Virtud y honor aún bullen en la idea

que el brazo armó del caballero andante;

casta ilusión sonríele distante:

pura, invisible, intacta Dulcinea.

¡No morirá! La humana carnadura

tierra es no más; pero el viviente emblema,

forma sin cuerpo, de la mente hechura,

escultura ideal, plástico esquema,

sueño del genio, incorruptible dura

si acude el Arte con la unción suprema.

1111

Sancho

¿Tú también vivo, Sancho, el escudero

panzudo y comilón, chusco y ladino?

¿Y de la gloria el elixir divino

tus venas hinche y tu magín grosero?

Juntos los dos: delante el caballero,

tú a la zaga montado en tu pollino;

él, absorto en su heroico desatino,

tú riendo zumbón y majadero.

Así van juntas, la trivial Cordura

siempre discorde, y la ideal Quimera

de su importuna sombra perseguida.

¡Emblema triste es, Sancho, tu figura!

del alma pura la Materia asida,

de la Ilusión, la Realidad rastrera.

1112

El habla de Cervantes

¡Pueblos, en ambos mundos moradores,

que la fue de América señora

con su genio y su sangre bullidora

crió, de inquietos padres sucesores;

guardad su lengua henchida de primores,

como el diamante límpida y sonora

como clarín de oro y que atesora

fuerza, esplendor, esmaltes y colores!

Roto el yugo que esclavos nos uncía,

Sea –libres ya y hermanos como antes–

la habla materna el lazo que nos una;

dulce su acento al alma y su armonía;

y el homérico libro de Cervantes

joya de honor, blasón de nuestra cuna.

José Ramón Betancourt

Nace en Puerto Príncipe, Camagüey, el 6 de julio de 1823.

Escritor cubano que se destacó por su labor en la prosa.

Estudió Derecho en la Universidad de La Habana. Estuvo vinculado a los primeros movimientos revolucionarios y publicó sus artículos en la Gaceta de Puerto Príncipe. Era director del Liceo Artístico y Literario de La Habana cuando fue coronada la Avellaneda en 1861.

Tomó parte en la política, siendo Diputado a Cortes en 1870. Se distinguió como orador. Colaboró en revistas y periódicos, publicó versos, pero su labor mayor está en la prosa.

Murió en La Habana en 1890.

1113

La que debo amar

No quiero un ángel, no: que en ilusiones

así miraba a una mujer divina,

mas busqué el alma y la encontré mezquina,

juguete vil de necias impresiones:

no quiero la mujer cuyas pasiones,

ardientes como el sol que me ilumina,

en el lecho de infame Mesalina

me haga olvidar mis castas afecciones.

quiero un alma sencilla, tierna y pura,

que la virtud anime con su llama,

que en su fiel corazón guarde el tesoro

de mi honor, mi consuelo y mi ventura:

Así es la virgen bella que me ama,

así la debo amar, así la adoro.