Una frase resonó mucho tiempo en Sonora, en el Norte mexicano: “Si es chino, dale otro”. Era popularmente dicha al escuchar la detonación de un arma o de la pirotecnia. “La expresión es escalofriante: tiene que ver con la caza que se abrió en determinada época en el Norte del país al ciudadano chino. Con total impunidad, promovida por el estado mexicano y los gobiernos locales, las personas chinas fueron reducidas a algo exterminable sin ningún tipo de consecuencia o algún remordimiento, y eso está documentado”, comenta el autor de Fantasmas del oriente, Imanol Caneyada, de cara a la presentación virtual del libro en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) el sábado a las 16:00 horas, junto con Liliana Blum, en Facebook.
La novela entrevera con pericia la investigación documentada y la ficción para mirar, con los ojos del presente, el genocidio de migrantes chinos en la zona Norte mexicana a finales del siglo XIX e inicios del XX.
Para evitar que Fantasmas del oriente fuera una novela histórica y que el lector “desarrollara la idea sobre que es algo que quedó en el pasado”, Caneyada presenta a Iturbide Ayón, un personaje descendiente de chinos que, “desde el presente, da un grito en la sociedad para decir esto sucedió, y lo hemos silenciado”.
El laureado con el Premio Bellas Artes Novela José Rubén Romero 2020, por Nómadas, se sirve de 11 apartados llamados “Postales chinas”, en las que “es el propio personaje quien nos cuenta la historia de sus antepasados”, dice el autor. “La amenaza era que la novela se convirtiera en documento histórico. Encontré entonces la forma de mostrar hechos, acciones y leyes que hicieron posible el genocidio en su momento contra la comunidad china sin hacer a los documentos protagonistas de la novela. Eso ayuda a entender a los personajes que actúan en el presente”.
La otra figura que sostiene la novela es la mujer policía Leonor Soufflé, “un personaje entrañable, al que quiero mucho, por varias razones”. El autor desarrolla: “nos habla de otras marginalidades. Así como Iturbide Ayón intenta pedir justicia y las reparaciones de un daño histórico, esta mujer policía, por el hecho de desempeñarse en una corporación machista, corrupta y misógina, pero con el propósito de querer ser una trabajadora honesta, se convierte en un personaje marginal, que termina hablando también de las exclusiones en la construcción de la identidad de lo mexicano”.
Entre sus páginas, llega a verse a Iturbide Ayón contemplando el rictus de un difunto, uno con “asco y furia” que “resume esta historia y la Historia toda”. Caneyada revela: “cada vez era más consciente de algo: cómo se había constituido la identidad de los mexicanos en el México posrevolucionario. Conforme escribía la novela, iba entendiendo que el proyecto moderno de la identidad de lo mexicano después de la Revolución es sorprendentemente excluyente”.
Complementa: “hay una idea, desde lo mexicano, que es impuesta verticalmente desde el poder. Todo lo que no encajaba con ella quedó fuera. Las exclusiones son muchas; la comunidad china es un ejemplo. Pero están también los pueblos originarios, los afrodescendientes, los hermanos centroamericanos que atraviesan el país, la comunidad LGBT+ y las mujeres, todos en una exclusión permanente. Subyace una sociedad muy estratificada que se sostiene en eso: el asco, el desprecio, en burbujas de privilegios que flotan sobre muchas identidades que han sido silenciadas”.
Otro personaje dice en el inicio de la novela: “Olvidamos pronto, lo olvidamos todo; la memoria nos duele, nos estorba (...)”. Fantasmas del oriente restaura la memoria. “La literatura tiene que doler”, afirma Caneyada. “La literatura no deja de ser, ante todo y, sobre todo, un ejercicio estético. Pero creo que, como decía Kafka, ‘un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros’. Casi toda mi obra ha ido en el sentido de sacudir, desgarrar y conmover. Tiene que ver, además, con el pasado inmediato que nos da identidad socialmente”.
“La literatura debe también jugar a favor de la memoria”, sostiene. “En un momento en que la apuesta permanente es el olvido, la literatura, entre muchas otras cosas, puede funcionar como la posibilidad de plantear ciertas preguntas sobre nuestro pasado”.
SY